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La revuelta y la caída del presidente en 1919

El 28 de julio de 1919 estalló la revuelta contra el gobierno de Francisco Bertrand bajo la jefatura de Rafael López Gutiérrez y el liderazgo coyuntural noroccidental del país

16.09.2019

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Antes de la rebelión la prensa destilaba diatribas enmarcadas en calumnias y acusaciones mutuas desde los frentes de las facciones en disputa. Intelectuales y políticos dirigentes de periódicos desde antes de la confrontación armada se acusaban, usando peyorativos como: “germanófilos” (seguidores de la Alemania en la guerra mundial), “prosalvadoreños” o “promexicanos” (alusión a ser traidores), “Bolcheviques” (prorrevolucionarios rusos), “morfinómanos” (adictos a la morfina), entre otras, que iban desde “mentirosos” hasta “criminales”.

Cuando llegó la extrema violencia el periódico opositor El Cronista había sido clausurado y su director Paulino Valladares partió al exilio. Mientras, la prensa oficialista cerraba filas para defender al régimen del presidente Bertrand y la candidatura del Dr. Soriano. El escritor Froylán Turcios, aliado del gobierno, manifestaba en el periódico Nuevo Tiempo los avances contrainsurgentes y tachaba de bandoleros a los rebeldes.

El teatro de la guerra
Al iniciar los combates los rebeldes liberales reivindicaron a su candidato, el general Rafael López Gutiérrez. También la revuelta forjó el surgimiento de liderazgos regionales, que de forma autónoma asumieron la toma de las plazas occidentales.

La rebelión inició el 28 de julio con la sublevación en la cárcel de la ciudad de La Esperanza, donde se encontraba por desacato contra el régimen Vicente Tosta, quien asumió el liderazgo de la rebelión ante el asesinato de José Ramírez. Al día siguiente regresó a La Esperanza Gregorio Ferrera, las fuerzas se dividieron en dos. Tosta marcha a contener las fuerzas desplegadas desde Gracias, mientras que Ferrera salió hacia Otoro a detener las tropas del general Marín. Con diferencias estratégicas, durante el mes de agosto Tosta y Ferrera lograron con mucha dificultad tomar occidente.

El presidente con ansiedad recibía informes. El 2 de agosto Miguel Morazán –uno de los jefes gubernamentales– le informaba vía telegrama, desde Gracias, que habían expulsado de la ciudad a los “traidores” tras combates en las calles.

En agosto, constantes ataques y contraataques en los frentes, mientras Tosta y los otros líderes se lanzaban desde occidente hacia San Pedro Sula, en el frente sur-oriental hasta septiembre las tropas rebeldes lideradas por el general López estaban en suplicio al enfrentar a numerosas columnas gubernamentales, pero su triunfo en “El Pedregalito” le dio empuje y nuevas adhesiones.

Entre el 2 y 7 de septiembre los rebeldes liderados por Tosta enfrentaron al ejército gubernamental en la ciudad de San Pedro Sula. La batalla fue cruel, cuerpo a cuerpo, con machetes, fusiles, pistolas y cañones. Cientos quedaron tirados bajo el inclemente sol, rápidamente los cuerpos se descomponían. Entre olores fétidos y un calor agobiante los rebeldes vencían a las tropas de régimen, era un triunfo vital para ganar la revuelta.

La carta del cónsul y la caída del presidente
El 6 de septiembre el cónsul de EE UU, Sambola Jones, envía una carta con tono amenazante al presidente Bertrand, quien ante los informes adversos en los frentes pone la renuncia a favor del consejo de ministros, no sin antes lanzar un manifiesto y una carta al cónsul, donde expone formas injerencistas y la intransigencia de los rebeldes. El presidente, rodeado de 200 hombres armados, partió junto al Dr. Nazario Soriano al exilio.