TEGUCIGALPA, HONDURAS.-El jueves 20 de febrero, la cartelera nos ofreció otra propuesta de cine hondureño, en realidad dos: el cortometraje de ficción “Pulga”, dirigido por Alejandro Irías Leiva, y el documental “100 horas de furia”, a cargo de Walter Hernández.
Lo que hermana a ambos filmes, aparte de ser producciones de B’alam Entertainment, es el contexto histórico que aborda: la mal llamada “guerra del fútbol” entre las hermanas repúblicas de Honduras y El Salvador en julio de 1969.
Sobre los antecedentes en el cine centroamericano -y por ende hondureño- de producciones fílmicas sobre ese conflicto bélico no ahondaré ya que lo abordé con detalle en el reportaje publicado el domingo 14 de julio de 2019 (en el marco del 50 aniversario) en este rotativo. Sin más preámbulos, entremos en materia.
Monólogo de un soldado
En este doblete, la propuesta telonera fue “Pulga”, cortometraje de ficción de 28 minutos dirigido por Alejandro Irías, con guión escrito por Irías y Matthew Sanabria basado en una historia real que descubrió Walter Hernández. Un soldado hondureño encargado de las comunicaciones (interpretado por Carlos Corea) recorre una aldea rural arrasada por la milicia salvadoreña. En su ronda encuentra a un bebé huérfano, el militar acoge a la vulnerable criatura y la lleva consigo. Durante algunos días se las arregla con los insumos militares que tiene disponible para suplir las necesidades básicas del bebé, una situación similar a la que experimentó el personaje de Dennis Quaid en la película Savior. En ese lapso en el que se entrelazan momentos de cuidado paternal con la vigilia de un soldado en misión, el protagonista reflexiona en voz alta (hablándole al bebé como testigo silente) sobre el sinsentido de la guerra, sobre todo de esa entre dos países hermanos.
El crew lo conformó talento tanto hondureño (Nancy Lovo en maquillaje, Gabriel Alvarenga en fotografía, Geovany Ramírez en dirección de arte, entre otros) como salvadoreño (Stefanía Arévalo como asistente de dirección).
Antes de que los hondureños pudieran apreciarlo en cines, “Pulga” realizó una gira por varios festivales en América y Europa en los que cosechó varias selecciones oficiales y galardones, entre ellos el Mejor corto épico en el XII Manhattan Film Festival, siendo quizás el cortometraje hondureño más exitoso en festivales internacionales.
Desmitificaciones belicistas
La historia de “100 horas de furia” es más compleja. Su mente creadora, Walter Hernández, tras una labor de investigación que inició en 2006 realizó una versión primigenia del documental, “Fuego en el cielo”, que se iba a presentar en la Fuerza Aérea Hondureña en julio de 2009 por el 40 aniversario, pero el golpe de Estado ocurrido un mes antes paralizó eso.
En 2011 el documental fue retomado y, en aras de hacerle mejoras, se realizaron varias versiones hasta culminar en esta versión final, producida por Alejandro Irías y con guión y dirección de Walter Hernández. Su estreno mundial fue en la 8ª Mostra di Cinema Iberoamericano en Roma, Italia, el 5 de octubre de 2019.
Con 80 minutos de duración, el documental narra de forma lineal los verdaderos antecedentes socioeconómicos que llevaron a ambas naciones a enfrentarse en un conflicto armado. Luego, entra en detalles de las estrategias militares y batallas más representativas brindadas por veteranos de guerra de ambos bandos (hay que señalar que los extractos de las entrevistas a los salvadoreños forman parte de otro documental creado anteriormente en el hermano país, “La Guerra de las 100 Horas: una crónica desde el aire”). Y tras el cese al fuego ordenado por la OEA, el documental muestra un epílogo escueto, con desglose a grosso modo de las consecuencias que dejó el conflicto y reflexiones finales.
El ritmo narrativo fluye muy bien. El montaje alterna hábilmente entrevistas con fotografías y videos de archivo, y animaciones de las incursiones militares y batallas aéreas.
Sobre las dos afirmaciones que se han reiterado acerca de este documental tengo opiniones encontradas. Estoy de acuerdo con que “100 horas de furia” es, hasta la fecha, la mejor producción hondureña acerca de esta guerra y un material didáctico muy valioso para instruir a los estudiantes sobre este acontecimiento de la historia nacional. Ahora bien, de que este sea el documental definitivo sobre el tema, es discutible. La razón es sencilla: un conflicto bélico que alteró la vida de una generación de ciudadanos de dos países, que impactó hondamente en todos los ámbitos sociales, jamás podrá concentrarse en un par de horas de metraje.
Este documental puso la mira en dos aspectos: desmentir y desmitificar todas las falsedades y revelar las verdades no contadas sobre el conflicto. Y segundo, relatar las incursiones militares, decisiones políticas y reacciones de los medios y de ambos bandos de la forma más detallada, amena y objetiva posible.
Pero hay muchas aristas de las cuales se puede abordar esta guerra, por ejemplo, el impacto que tuvo la guerra en la niñez y juventud de ese entonces, la lenta y tensa normalización en la posguerra, entre otros. Todavía tiene muchas vetas relucientes en espera de otros cineastas que las exploten.