Tegucigalpa, Honduras.- José Manuel Cardona obtuvo en 2023 el Premio Nacional de Poesía Los Confines con su poemario "Máquinas, computadoras e inteligencias artificiales" (Editorial Efímera, 2024).
Se trata de un poemario breve, cuyo nombre evoca una era moderna en la que convivimos con las máquinas, dependemos de las computadoras y nos asombramos y un poco nos asustamos con las inteligencias artificiales.
Sin embargo, este poemario no se trata solamente de estos artificios de la inteligencia humana, sino más bien de lo humano en esencia.
Los poemas arrastran a la humanidad desde épocas remotas hasta los tiempos modernos: "Cervantes hizo su fama cuando lo asaltó / una terrible fiebre / y decidió luchar / delirante / en la batalla de Lepanto [...] la computadora / montada en su escritorio / generó poemas con su inteligencia artificial / hasta que su procesador alcanzó el límite de ciclos / y su dueño la arrojó a la basura" (pág. 17).
Creo que lo que menos se espera cuando se lee el título de esta obra es que haga tantas referencias históricas. Se entra buscando el futuro y al final lo que se descubre es el pasado. Y no es la única vuelta de tuerca con la que los lectores se encuentran.
Plantea la dicotomía natural entre máquinas y humanos, pero también la complementariedad e incluso la ironía de nuestras relaciones con ellas. Escapa con éxito de los lugares comunes que la ficción ha abonado en la relación de las máquinas y nosotros. Y es igualmente fértil.
Una de las ideas que se dejan caer a través de los versos es que lo esencial en el ser humano se ha mantenido, aunque las máquinas o los mecanismos hayan cambiado y tecnificado su vida. En ningún momento la historia se ha tratado de las máquinas, por más que se hable de ellas, sino de cómo el ser humano convive con sus creaciones y las utiliza, pero sobre todo lo que estas revelan de su interior.
En el poema "Monjes medievales" el poeta recuerda que hay cierta belleza que la "perfección" de las máquinas no puede replicar, recuerda las marcas y los dibujos que tienen algunos textos en los márgenes y concluye: "las máquinas pueden escribir libros / pero aburrirse es cosa de humanos" (pág. 21).
Algo parecido se propone sobre el juego y sobre ciertas glorias con las que nos hemos alzado los seres humanos. Sobre esta base se establece el programa poético de varias composiciones.
Las máquinas en algunos casos solamente evidencian y acentúan nuestra humanidad: el sinsentido, el olvido, la muerte, la cotidianidad como variable que las estadísticas no contemplan, y por lo tanto, invisible para las computadoras.
Es como un recordatorio: para la perfección (o lo que entendemos de manera programática que es perfección) están las máquinas, las computadoras y las inteligencias artificiales. Para lo demás, por ejemplo, la creatividad, la poesía o el delirio, estamos los seres humanos.
El lenguaje que se propone en "Máquinas, computadoras e inteligencias artificiales" podría parecer demasiado sencillo e incluso prosaico para algunos gustos, sin embargo, creo que es el lenguaje que esta obra necesita.
Si usted le pidiera un poema a una inteligencia artificial, muy probablemente lo primero que haría sería crear versos según el arte poético que internet le propone. Muy probablemente tendríamos un lenguaje poético muy poético, versos al uso, con su ritmo y sus figuras literarias. Sin embargo, la mano humana y, sobre todo, el ojo humano es capaz de encontrar la poesía donde una computadora no.
Allí radica la originalidad de este conjunto de poemas. En ese sentido, esta obra puede calificarse como suficientemente desafiante, por lo tanto, humana.
Es también una obra necesaria en estos tiempos en los que parece que las inteligencias artificiales nos desplazan. Es una loa a la humanidad que, al igual que la inteligencia artificial, no puede entender el comportamiento de un gato, pero por lo menos puede intuirlo. ¿Hay algo más humano que la intuición?