TEGUCIGALPA, HONDURAS.-El jueves 13 de febrero, mientras la oferta y demanda se enfocaba en peluches, chocolates, flores, cenas y noches de pasión, la cartelera de cine puso a disposición una película hondureña de acción: “Zona prohibida”.
Aludo a ese ambiente de San Valentín para enfatizar el mal momento en que salió a la luz el filme, que pasó casi desapercibido en su semana de estreno.
“Zona prohibida” fue producido por José Hernández Chávez, dirigido y editado por Víctor Javier Chávez; con Husai Hernández como coproductor, asistente de dirección y actor, Amner Hernández en guión, Michael García y Daniel Fernández en cámara, Fredis Romero Figueroa en dirección de arte y un resto del crew técnico y elenco también en su mayoría debutante.
Auge del cine de acción norteño
El primer antecedente de un largometraje hondureño de acción en salas de cine fue “El último secuestro” (2005) de José Olay, rodado en Tegucigalpa y con un elenco mixto de actores con formación y comunicadores como Nelyi Larice y Marianela Ibarra. Aunque tenía baja calidad en fotografía y sonido, actuaciones y guión irregulares, fue el primer ejemplo de que se podía hacer cine de acción en Honduras.
El golpe de Estado de 2009, el posterior ambiente de polarización sociopolítica y la infiltración del crimen organizado en las instituciones de seguridad públicas fueron el germen para un florecimiento del cine de acción en Honduras, auge todavía vigente.
En la última década, el cine hondureño ha producido un puñado de películas de acción, la mayoría en el norte del país (las excepciones son “Toque de queda” y “El Paletero”). Este rasgo geográfico es llamativo ya que revela que allí los creadores tienen la iniciativa de arriesgar sus ahorros y prestigio haciendo este tipo de cine. Además, mientras en la región centro-sur las películas de acción norteñas se exhiben en salas semivacías, en el norte los espectadores asisten en mayor número, y en los municipios carentes de cines se realizan presentaciones especiales.
Otra peculiaridad de este género en el cine hondureño es su hibridación. Existen propuestas que mezclen dramas adolescentes con narcotráfico (“Apóyate en mí”), thriller psicológico con violencia política (“Toque de queda”), terror sobrenatural con crimen organizado (“Mala Nova: el tesoro de la montaña maldita”) y comedia con cine de acción de superhéroes (“Chinche-Man”, “El Paletero”).
Ahora bien, de toda esta amalgama de cine de acción hondureño de incesante producción y fluctuante calidad, ¿qué nos ofreció “Zona prohibida”?
En la “Zona prohibida”
Un secuestro con saldo fatal ocurrido en la sierra de El Merendón nos revela la existencia de un grupo de malhechores que comete impunemente sus fechorías y el drama que sufre una familia más de la zona. Para contrarrestar esta criminalidad existe el Equipo Élite de Operaciones Especiales, en el que uno de sus integrantes, Eidan (Edwin Núñez), será nuestro héroe. A medida se desarrollan los acontecimientos en San Antonio de Cortés, detectamos a las futuras víctimas (una ingenua familia que decide acampar en las montañas a pesar del peligro), los miembros de la estructura criminal Los Lobos que someterán a esas víctimas y los pocos hombres valientes dispuestos a enfrentarlos (liderados por Eidan). El resto es fácilmente deducible: una trama lineal en la que las víctimas secuestradas logran ser rescatadas, los buenos vencen a los malos y las venganzas se consuman. Eso sí, los vencedores no triunfan realmente por su valentía, sino por las estupideces que cometen los “peligrosos” criminales.
Golpes bajos al sentido común
Aparte de una pésima edición de sonido y fotografía (abusaron del uso de flash en interiores mal iluminados), lo que más choca del filme es un guión demasiado displicente, donde la verosimilitud es vilipendiada constantemente con giros dramáticos forzados y ridículos, personajes que toman decisiones que laceran el sentido común más elemental, flashbacks de hechos ocurridos hace cinco minutos y escenas de acción carentes de emoción.
De los villanos, el psicópata desquiciaba con sus reiterantes amenazas de sacarles el estrés (matarlos) a los que miraba en ese estado, sus gestos sobremarcados lo hacían ver como si estuviese drogado y sus impulsividades arruinaban las misiones hasta el punto de matar a sus propios compinches. En cualquier estructura criminal creíble, si un miembro da más problemas que soluciones, se lo quiebran, pero en el filme más bien intimida con una pasmosa facilidad a líderes recios como El Comander (Víctor Lobo).
Pero lo más exasperante fueron las decisiones idiotas tomadas por los villanos. Por ejemplo, cuando un fuerte contingente tiene asediada a la familia en busca de quien les robó el dinero de su guarida, el hombre herido que les hizo la afrenta logra huir a rastras de los malhechores fuertemente armados. O cuando cinco criminales acorralan a Eidan, en vez que caerle entre todos para capturarlo con vida, deciden enfrentarlo uno por uno, con el saldo final de un héroe a salvo y cinco compinches vapuleados. Esas y otras decisiones idiotas y risibles disipan la peligrosidad de los criminales, haciéndolos ver como rascuaches fáciles de neutralizar, y los espectadores pierden el interés en una trama cada vez más chapucera.
En fin, “Zona prohibida” es un filme no apto para cinéfilos... ni para sacarse el estrés.