Los cuerpos de los 18 privados de libertad asesinados la noche del domingo en el Centro Penitenciario de Siria, El Porvenir, Francisco Morazán, yacen en los cuartos fríos de la morgue, donde médicos forenses trabajan para hacer rápido las autopsias.
'Mi muchachito, qué tristeza, yo nunca pensé que le iban hacer un daño', se lamenta entre llantos doña Norma, madre de Edyn Hernández.
Dos familiares la sostienen entre sus brazos y la abrazan para consolarla, pero el llanto no se detiene.
'Mi hijo me decía que él no tenía ni un cortauñas, pero mejor le hubiera dado una pistola para que se defendiera', expresa aturdida por el dolor.
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Desfigurados
El frío que arropa la capital no se siente entre las familias. Algunos solo miran cautelosos y huyen de las cámaras de los medios de comunicación.Según narran los parientes, algunos cuerpos están irreconocibles y las autoridades solicitan al pariente más cercano pasar a identificarlo.
Las mujeres viudas se aferran a sus hijos chiquitines, quienes las miran con la cara inundada de tristeza y se consuelan entre sí.
Un padre con un nudo en la garganta espera que le entreguen el cadaver de su hijo y reconoce que 'si alguien cometió un error está bien que lo pague, porque está escrito en La Biblia, pero no tienen que matarlo'.
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El señor es Hernán Baquedadno, quien se quejó que 'las cárceles no son de máxima seguridad, sino que de inseguridad'.
De momento las autoridades trabajan para entregar los cuerpos que serán enterrados entre el sonar de los cohetes y el bullicio de las fiestas navideñas.