“Ahora sí voy a dejar de fumar”, “me voy a poner en forma”, “ voy aprender un nuevo idioma”... Como dice el refrán, “año nuevo, vida nueva”, llegó el 2018 y con él los nuevos propósitos, que ya para algunos son una tradición de temporada.
La falta de tiempo, los compromisos profesionales o simplemente la falta de dedicación a nuestra esfera personal hacen que nuestras resoluciones queden plasmadas en papel.
De acuerdo con un estudios de la Universidad de Scranton, Pensilvania, el 92% de las personas que establece propósitos de año nuevo fracasan debido a que lo plantean de forma vaga, sin definir un tiempo para lograrlo ni el proceso o método para ello.
Una lista con criterio
Para Jorge Luis Mejía, gerente general del Centro de Crecimiento de Recursos Humanos (Crecerh), al crear resoluciones se deben de establecer los propósitos en los distintos círculos de influencia y facetas de vida. Por ejemplo: Propósitos de crecimiento y desarrollo personal, propósitos familiares, propósitos laborales y propósitos sociales.
Asimismo debe aplicar la regla de “menos es más”. Es más realista y factible realizar una lista que contenga pocos objetivos, pero realizables en el tiempo, que completar una enumeración con una decena de ellos y que, a la larga, se convierta en una pesada carga en lugar de ser una motivación.
Por otro lado, en lugar de declarar “voy a seguir una dieta saludable”, expertos sugieren proponerse objetivos tangibles como “voy a comer un vegetal con cada comida” ya que proporciona al cerebro un objetivo visual para luchar.
“Con cada resolución siempre debe evaluar los avances y compartirlos con personas cercanas para generar una presión positiva en el logro de los mismos”, sugiere Mejía. Asimismo se recomienda formular propósitos alcanzables y medibles.
“Hacer más ejercicio”, “leer mucho”, “recuperar a mis clientes perdidos”, todos estos, aunque muy ambiciosos, son propósitos muy generales que serán difíciles de alcanzar y darle seguimiento. Propóngase propósitos inteligentes.