TEGUCIGALPA, HONDURAS.-Entre hilos, agujas y telas, cientos de costureras y sastres de la ciudad se encuentran desesperados ante la falta de pedidos de uniformes que con cada inicio del año escolar comenzaban a recibir.
De por sí el ritmo de trabajo venía doblegando a este ancestral rubro debido al impacto de la venta de ropa usada; el covid-19, el confinamiento y la educación en línea aceleraron la caída de la economía de estos profesionales de la confección.
Don Aníbal Larios es uno de los afectados. Se ha dedicado a la confección de uniformes escolares en su negocio “Animar”, ubicado en el mercado Los Dolores, por más de tres décadas.
“Jamás nos habíamos enfrentado a una situación similar, saqué un préstamo para comprar una máquina de costurar con la esperanza de que este año todo iba a mejorar, pero no hay pedidos, no sabemos cómo enfrentar esta crisis”, lamentó.
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Y es que, para sastres y costureras, la llegada de enero representaba un destello de luz entre la penumbra que arrastran sus negocios, pues en 2020 no hubo desfiles patrios y en temporada navideña pocos fueron los encargos para los estrenos.
“Ahora solo vivimos de los pocos remiendos que nos piden realizar”, lamentó Larios.
Entre las estrategias que han comenzado a poner en práctica para mantener a flote los negocios es la de unir talleres y pagar un solo alquiler.
También muchos locales han cerrado y ahora trabajan desde casa y solo por pedido.
Doña Teresa Amador es una costurera que ha tenido que ingeniárselas para no cerrar su taller y de confeccionar faldas y uniformes para niñas ahora realiza vestuario para damas y gabachas.
En tanto, David Matamoros, dueño de un taller de confección en el barrio Guadalupe desde hace 35 años, lamentó que no hay pedidos para contratar más personal y hacer uniformes.
La crisis lo obligó a reinventarse y ahora se dedica a la modificación de prendas.
Muchos de los materiales han subido sus costos, aún así los talleres tratan de mantener los precios para no afectar a su clientela.
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Sin ambiente escolar
Las principales calles comerciales de Comayagüela, donde los uniformes y útiles escolares inundaban el comercio en años anteriores, lucen ahora con gel antibacterial, ropa y productos de primera necesidad.
“Como las clases son en línea, el uniforme de mi hija se encuentra en buen estado, por eso no veo necesario comprar uno nuevo”, afirmó doña Ana Rosales, una madre de familia.
Efraín Rodríguez, representante de los pequeños empresarios, invitó a los profesionales de la confección a buscar asesoría para innovar sus negocios.
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