TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Lo que empezó como un “sueño loco” se convirtió en una obra de amor que lleva alimento, abrigo, esperanza y, sobre todo, un mensaje de solidaridad a los grupos más vulnerables de la capital. Una infancia marcada por el abandono, la pobreza y un sinfín de necesidades llevaron a Jerry Velásquez y Allan Godoy a forjar una alianza en pro de los más necesitados.
Fue en septiembre de 2021 que Jerry, promotor de la iniciativa, se dijo a sí mismo: “Ya es el momento de Dios”. Y lo hizo porque desde niño tuvo el sueño de querer ayudar al prójimo en las calles y no al interior de cuatro paredes, porque como él dice, a sus 32 años: “La iglesia no es un templo, la iglesia somos todos”.
Allan, quien sostiene una amistad desde la infancia con Jerry, fue el primero en ser invitado a la iniciativa, la cual bautizaron con el lema “Además de iglesia, somos calle”. “Yo acababa de llegar de trabajar, estaba en mi cuarto y como pasadas las 9:00 de la noche recibí la llamada de Jerry y no dudé en apoyarlo”, recordó con emoción el joven.
Sin tener vastos recursos económicos, ambos compraron comida y la fueron a compartir con personas de escasos recursos que suelen deambular por el Parque Central de la ciudad. El recibimiento fue excepcional, aseguran los fundadores de la organización.
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Las actividades
Tras los resultados de esa salida, las parejas sentimentales de ambos fueron las primeras en sumarse. Hoy la organización ha crecido y ya son 25 los voluntarios incondicionales que conforman Somos Calle.
Desde ese septiembre de 2021, los jóvenes organizan actividades como venta de comida, rifas y noches benéficas, entre otras, para recaudar fondos y asistir a los más necesitados.
Lugares como la colonia Kennedy, el Obelisco, Parque Central y los bulevares Morazán y Juan Pablo II son los sectores que frecuenta la organización al asegurar que hay una considerable cantidad de personas que urgen de una mano solidaria.
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Pese a que Jerry y Allan cumplen con una jornada laboral fuera de la organización, por las noches se dedican a la planificación de las actividades y donaciones para los sectores vulnerables.
Sobre sus planes a futuro, los jóvenes cristianos esperan tener su propia sede y poder brindar educación a través de becas y apadrinamiento para niños de escasos recursos económicos, además de brindar asistencia psicológica y social.
“Hay necesidades más allá de lo económico y un abrazo de un desconocido puede hacer la diferencia”, coincidieron los jóvenes que con su empatía ayudan a los demás.
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