En la capital no se puede hablar de relojes públicos sin tomar en cuenta que detrás de estas complejas estructuras hay una historia relacionada con el tiempo.
Ubicados en iglesias, centros educativos, hospitales u otras dependencias, su presencia responde a un proyecto de urbanismo, pues en la ciudad se necesitaba un horario para trabajar, asistir a misa, a la escuela y realizar las actividades cotidianas.
El historiador Nelson Carrasco, del Instituto Hondureño de Antropología e Historia (IHAH), informó que en la época de la conquista y evangelización se colocaron relojes en algunos inmuebles como iglesias. “Estos eran solares y les llamaban relojes de luces y sombras. En la iglesia Los Dolores hay uno que es un tributo al sol”, explicó Carrasco.
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La catedral San Miguel Arcángel tiene el reloj público más antiguo de la ciudad, que data de 1875. Al respecto se encuentran datos que aseguran que el viajero norteamericano William V. Wells cuando llegó a Honduras afirmó que el único lugar donde se puede observar el tiempo es en el reloj que está en la torre del campanario de la catedral de Tegucigalpa.
Asimismo, se mencionan otros cronómetros como el que se ubica en el inmueble del Hospital San Felipe y en los centros de varones Lempira y de Niñas Argentina, que según registros se colocaron a inicios del siglo XX. Y otros no menos importantes lucen en centros comerciales y en la ermita de Suyapa, que datan del presente siglo