TEGUCIGALPA, HONDURAS.- “Mientras bajábamos de apagar un incendio vi volar una bandada de alrededor de 400 pericos que hacían un alboroto enorme, como diciendo ‘gracias por salvarnos la vida’”, comenzó narrando con emoción don Dagoberto Zelaya, a quien cariñosamente se le conoce como “Dago”.
“¡Mire, hasta se me ponen los pelos de punta, era una cosa espectacular!”, exclamó, mostrando al mismo tiempo uno de sus brazos donde, efectivamente, su piel lucía erizada por lo que estaba contando, mientras un viento fresco proveniente de la parte más alta de la montaña de Triquilapa movía un ala que sobresalía de su sombrero para protegerse la parte trasera del cuello de los rayos del sol.
Y es que don “Dago” junto a otras personas conforman el Comité Ecológico de la Aldea Suyapa (Coeas), que desde 1987 viene luchando por evitar la deforestación, los incendios y la urbanización que podría acabar con uno de los pulmones verdes cercanos a la ciudad capital, como lo es la cuenca de Aldea Suyapa, también conocida como Corredor de Triquilapa.
“Han sido momentos duros, pues nos ha tocado reforestar por todo este tiempo en partes donde los incendios han pasado y algunos seres humanos inconscientes cortan los árboles”, expresó Manuel García, uno de los guardianes que conforman el Comité que cuida de la montaña.
Después de 37 años de lucha, la voz de estos héroes protectores del bosque retumbó en el interior del Congreso Nacional la noche del 27 de febrero del presente año para declarar esta área como Refugio de Vida Silvestre Suyapa “Luis Hernán Baca Valladares ‘Mero’”.
Don “Dago” refirió que la trayectoria de lucha que tuvo “Mero”, como cariñosamente le decían sus compañeros, por muchos años para defender estos bosques fue suficiente para que el sueño verde que añoraba llevara su nombre impregnado para siempre.
“Sin él, no tuviésemos esto aquí nosotros, hay que reconocer ese legado que nos dejó”, dijo el entrevistado. Añadió que el amor que él tenía por los árboles era muy grande, pues “hasta conversaba con ellos, les ponía nombre, los regañaba”.
Asimismo, mencionó con gran admiración que estas características espectaculares lo hacían único, lo que llevó a que le “dijéramos cariñosamente ‘Mero’, pero ‘mero loco’ para defender la naturaleza”, bromeó.
Es de recordar que Luis Hernán Baca Valladares fue uno de los soñadores que luchó por años para defender la montaña de Triquilapa. En ese sentido, el Congreso Nacional, en su honor, permitió que esta área llevara su nombre.
Originalidad
El área protegida de 5,107 hectáreas limita al norte con la comunidad de Agua Blanca, al sur con el cerro Triquilapa, al este con la aldea El Edén y al oeste con la colonia Nueva Suyapa.
Este refugio se ubica cerca de Tegucigalpa, donde las personas pueden experimentar nuevos respiros de aire puro y aventurarse sobre los senderos cubiertos bajo el manto verde del bosque mixto.
Sus paisajes y vistosidad conviven con el canto de los pájaros y el sonido del agua cristalina que nace orgullosa de la gran Triquilapa, originalidad que Alberto Membreño daba como significado “en el agua clara”, haciendo referencia al vital líquido que baña los sagrados suelos de esta zona.
“Un arroyo de agua pura corre por aquel lugar”, describió Membreño, lo que daba a entender que desde aquellos tiempos se conocía esta montaña como lugar productor de agua cristalina.
Flora y fauna
La zona catalogada como Refugio de Vida Silvestre, que encierra la montaña de Triquilapa y Cantagallo, se caracteriza por tener árboles de roble, grandes pinos que se ondean por el golpe del viento en sus ramas, así como bosque de quebracho y otros arbustos que caracterizan a los bosques mixtos.
Este ecosistema es uno de los más indicados que sirven de hábitat para que animales como el venado cola blanca (símbolo nacional de Honduras) puedan mantenerse sin extinguirse.
En el área protegida “Mero” viven animales como zorros, coyotes, tepezcuintles, mapaches, así como diferentes especies de serpientes y aves.
Según el Instituto de Conservación Forestal (ICF), en este lugar se reportan 182 especies de plantas (172 especies nativas), 33 familias de especies de insectos, 143 especies de aves residentes y migratorias, de las que se destaca; la chachalaca, el chipe, el pájaro carpintero, el colibrí montañés y otras aves amenazadas por la mano criminal del hombre que a través de los incendios destruyen el sistema.
Según el ICF, en Honduras se define como áreas protegidas a las porciones de territorio delimitadas geográficamente y establecidas mediante un acto administrativo de autoridad competente, colocadas bajo protección oficial con la finalidad de asegurar la diversidad biológica y velar por la preservación de la naturaleza o conservar el patrimonio ambiental.
Esta institución define 17 categorías que son mencionadas en el reglamento de Ley Forestal Áreas Protegidas de Vida Silvestre, en el artículo 324.
Entre estas sobresale la Categoría de Refugio de Vida Silvestre, que se define como la protección esencial para la preservación de flora y fauna y otros, es decir, que con esta declaración se pretende asegurar la perpetuidad de las especies, poblaciones y hábitat de vida silvestre y servir para uso científico, educativo o recreativo cuando no vaya en contra del objetivo primordial.
El aprovechamiento controlado de algunos de sus recursos puede permitirse, según lo estime el plan de manejo respectivo.En ese sentido, el corredor de Triquilapa es un lugar que se suma a las maravillas protegidas del país.
Es por eso que los hondureños, principalmente los capitalinos, tienen el compromiso de cuidar estas riquezas naturales junto a los héroes Coeas, soñadores que por 37 años pelearon con ahínco el lugar de aguas claras y cristalinas.