Tegucigalpa, Honduras.- Cuando abordamos el tema de las adicciones, generalmente nos centramos en el adicto en cuestión: sus problemas, su falta de voluntad, su desgaste físico y mental, y demás.
Sin embargo, existe un daño colateral tan duro como invisible: el que sufren los hijos de quienes se ahogan en la drogodependencia y/o el alcoholismo.
Esta lucha se suele instalar en el silencio de un hogar disfuncional que, en la mayoría de los casos, repercute en los más pequeños de la familia, marcando huellas que aunque no suelen ser perceptibles a simple vista, están allí.
“Crecer en un entorno donde los padres son esclavos de su adicción significa aprender, desde la más temprana edad, a sobrevivir con su ausencia física y emocional. Además, (los hijos) son testigos o incluso víctimas de agresiones dentro del hogar”, explica la psicoterapeuta Helen Maradiaga.
Y sí, hablamos del mismo hogar que debería suponer un refugio de amor y seguridad para cualquier infante.
En este contexto, “los niños se ven forzados a asumir roles que no les corresponden, convirtiéndose en cuidadores de sus propios padres o en muchos casos de sus hermanos menores”, continuó la entrevistada, quien también destacó que esta “obligación” de abandonar su niñez para convertirse en un adulto prematuro provocará un impacto irreversible en el desarrollo psicológico de los hijos.
Generalmente, vivir en la continua zozobra de no saber en qué estado volverá a casa su progenitor crea un estado de alerta y un miedo que no cesa.
“Esta sensación de inseguridad se cristaliza en lo que los psicólogos denominamos ansiedad anticipatoria, una respuesta de hiperactivación del sistema nervioso que persiste incluso cuando alcanzan la adultez”, resaltó Maradiaga.
Reflexionar sobre su adicción a las drogas o al alcohol es una situación que va más allá a renunciar a una sustancia que le perjudica; es una decisión moral que impactará directamente en la salud emocional de sus hijos e, incluso, de sus siguientes generaciones.
“Comprender el daño que estas dependencias causan en su entorno también es el primer paso para romper las cadenas y así poder ofrecer un ambiente que promueva el bienestar emocional de la familia en general”, agregó la experta.
Sentimiento de culpa y rechazo
Otro punto importante es el sentimiento de culpa que se genera en estos niños.
“Al no comprender la enfermedad de la adicción, muchos se culpan a sí mismos por la conducta de sus padres, creyendo que si fueran ‘mejores hijos’, su madre no necesitaría beber o su padre no escaparía en busca de drogas. Esta percepción distorsionada de la realidad construirá una identidad basada en la insuficiencia y el rechazo”, finalizó Maradiaga.