TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Desde el temor a hablar en público hasta el recelo a interactuar con desconocidos, participar en reuniones o simplemente ser el centro de atención, la ansiedad social está presente y amenaza la calidad de vida de muchos.
Esta condición no solo afecta el bienestar emocional y psicológico, sino que también puede tener un impacto significativo en la vida cotidiana, interfiriendo en el desempeño académico, laboral y en las relaciones personales.
La psicóloga Diana Lozano explica que este trastorno, también conocido como fobia social, se presenta en actividades específicas ligadas a la interacción social “donde la persona adquiere liderazgo o exposición notoria ante los demás”, sintiéndose incluso incapaz de hablar de forma natural.
Aquellos que padecen de ansiedad social suelen experimentar una preocupación excesiva por la posibilidad de ser humillados o rechazados, lo que puede llevarlos a evitar situaciones sociales o a soportarlas con un gran malestar.
La experta detalla que los síntomas físicos suelen incluir sudoración, temblores, dificultad para respirar, mareos, migraña, dolor de estómago, náuseas, problemas gastrointestinales, falta o exceso de sueño, taquicardia, enrojecimiento del rostro y tartamudeo, además de emociones primarias como el enojo y la tristeza constante.
Riesgos
Lozano advierte que hay tasas elevadas de riesgo ante la vulneración de los derechos de estos pacientes. Estos perjuicios van desde el abandono o acoso escolar (en el caso de los niños), hasta el desempleo, la baja productividad laboral, afectaciones en el nivel socioeconómico, decaimiento del estado físico y deterioro de la calidad de vida en general (en los adultos).
Por otra parte, la psicóloga explica que el trastorno de ansiedad social “también se asocia con estar solo, soltero o divorciado. Y que en individuos mayores puede observarse el descenso en las labores de cuidado y en las actividades de voluntariado, incluso la tendencia a convertirse en acumuladores de objetos u animales”.
En el peor de los casos, “es posible llegar a una comorbilidad del trastorno de ansiedad social con un trastorno de depresión mayor, donde la desesperanza de vida podría conducir al suicidio”, señala Lozano.
Autoayuda
Sin embargo, existen tratamientos efectivos que pueden ayudar a las personas a tratar sus síntomas y a mejorar su calidad de vida.
Lo primero, en palabras de la experta, debe ser “llevar un proceso terapéutico de manera inmediata, con un enfoque cognitivo-conductual que le permita al paciente la conexión entre sus pensamientos, conductas e ideales de vida, además de la exposición adecuada a sus mayores miedos”.
Otra alternativa sería fortalecer el entorno cercano de la persona, apelando a una mejora en sus redes de apoyo y ambientes de desarrollo. “Generar espacios armónicos de autocuidado propio, además de voluntariados en acciones en las que el paciente se sienta destacado”, menciona.
Respecto a antecedentes, será clave “encontrar el punto histórico en que el paciente adquirió este trastorno de ansiedad social y de esta manera valorar qué herida de la infancia en específico se va a trabajar”.
Finalmente, y de ser necesario, “involucrar en el proceso a un psiquiatra que pueda fortalecer aspectos de orientación y apoyo desde sus métodos psicofarmacológicos” sería el complemento idóneo.
Ansiedad social en niños
La ansiedad social no distingue edades. La experta explica que en niños y niñas esta se produce con sus pares.
Por ejemplo, el miedo a la interacción en sus reuniones de cumpleaños en donde deben demandar actividades de liderazgo. En parques de diversiones o infantiles, pueden expresarla a través de conductas de llanto, rabietas, aferramiento, entre otras.