Honduras

El progreso cautivó a los Amish hasta volverlos menonitas

Allá por 1985 dejaron de usar los pantalones de tirantes, los coches tirados por caballos, los arados de madera y empezaron a utilizar la electricidad, el teléfono y la radio. Lo que no cambiaron fue su fe
en Dios.

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24.03.2014

Con la cautela necesaria nos aproximamos a un simpático anciano de barba blanca que se aprestaba a poner en marcha su camioneta verde con vidrios polarizados.

A la par de él iba una señora blanca, vestida de color rosa, que nos observaba en silencio, prestando mucha atención a la plática.
“Buenos días señor, ¿es usted el papá del pastor Gilberto?”, le consultamos, “sí”, fue su corta respuesta, mientras nos observaba fijamente.

Minutos antes, el equipo de EL HERALDO había contactado vía teléfono a Gilberto Schmucker, líder de la congregación evangélica menonita, quien nos había manifestado que posiblemente sus padres podrían atendernos para relatarnos cómo esta comunidad cristiana se asentó en este lugar.

Después de escuchar que ya habíamos hablado con su hijo sobre el interés de conocer la historia de la comunidad menonita, en un español entrecortado, el padre del pastor expresó: “¡oooh!... nosotros no queremos publicidad”.

Como estábamos preparados para recibir esta respuesta, inmediatamente pusimos en marcha nuestro plan para convencerlo.

Minutos después, la pareja accedió a contarnos la historia de cómo llegaron a Honduras, cómo se radicaron aquí en 1970 y qué han hecho de aquel año hasta la fecha.

Así, nos acercamos a aquella familia que, quince años después de su llegada, dejó a un lado las tradiciones amish, pero conservó de forma intacta la profunda fe en Dios que les habían inculcado.

El anciano era Vernon Schmucker y la acompañante su esposa Katie. Ellos -con parte de su descendencia- son la única pareja que se quedó a vivir en esta comunidad, de aquellas cuatro o cinco familias amish que vinieron en los años 70.

Al no seguir las estrictas reglas tradicionales de este grupo religioso radical, sobre todo, el código de vestimenta al estilo del siglo XVI y XVII, y de no usar la tecnología moderna, los Schmucker dejaron de ser amish y se quedaron nada más como menonitas.

“Los amish son coche y caballo, mientras que los menonitas son más liberales, aunque también hay conservadores, pero ambos tienen hasta carros”, definió Mark Schmucker, hijo de Vernon y Katie.

La historia muestra que ambos grupos religiosos tienen las mismas raíces: el anabaptismo, una vertiente del cristianismo surgida con la reforma protestante del siglo XV.

Menonitas

Aquel prejuicio de que los menonitas, principalmente los de Guaimaca, son gente huraña, poco sociable, desapareció a medida que conversamos con el matrimonio Schmucker y sus hijos.

Sentados en uno de los sitios de descanso en el exterior de su casa, Vernon y Katie comparten su historia vivida en Honduras. Con un mejor dominio del español, Katie es quien relata ampliamente su permanencia en esta colonia.

“Nosotros vivíamos en Indiana y dos hermanas de don Vernon que vinieron a trabajar en un hogar de niños cerca de San Pedro (Sula), nos avisaron que Honduras era un buen lugar para vivir y como teníamos el deseo de irnos a vivir a otro lado, decidimos venirnos en 1970”.

“No éramos misioneros, porque la iglesia amish no manda misioneros, pero si teníamos el deseo de trasladarnos junto con otras familias”.

“Cuando nosotros vivíamos en Indiana éramos amish, crecimos como amish, aquí fue donde cambiamos”.

“En el mundo amish uno no puede dejarse tomar fotografías porque piensan que eso es hacerse como una imagen y la Biblia dice que uno no debe tener imágenes. Con eso de los botones de los vestidos, son cosas que vienen de años y años, son cosas que en verdad no tienen tanto valor”.

“Una razón por la que cambiamos es porque la gente aquí no nos entendió, pues nunca conoció gente amish, no estaban acostumbrados, era difícil explicarles, entonces preguntaban ¿por qué es esto?, no entendieron nuestra forma de vestir, y como el deseo de nosotros era que las personas llegaran a nuestra iglesia, a compartir con nosotros la palabra de Dios, entonces comenzamos a cambiar”.

“La verdad que esta es una religión para cambiar la vida de una persona y la forma de vestir no cambia la vida de nadie. Además no era correcto quererle imponer a la gente una forma de vestir. Los trajes que utilizábamos solo eran una separación del mundo”.

“Los amish viven una vida aparte, tienen como reglas no utilizar radio, televisión, electricidad, una razón por lo proceden así es para mantener a sus hijos alejados de ciertas influencias, pero nosotros en los primeros años aquí teníamos muchos asaltos y necesitábamos luz y teléfonos”.

“Otra cosa fue que comenzamos a usar máquinas porque los caballos (percherones) que trajimos no aguantaron el calor, además, eran muy grandes y necesitan un cierto grano que no hay acá”, relató Katie, mientras Vernon confirma cada cosa con su cabeza.

Debido a esto se compraron chapulines para mejorar la siembra y “esto fue bueno porque se pudo ayudar a la gente”, agregó Vernon, dándole seguimiento a la entrevista.

Proyección social

“La meta de nosotros”, prosiguió Katie, “desde que estamos aquí es ayudarle a la gente a vivir un poquito mejor, enseñándole cómo defenderse materialmente y apoyándole en su salud”.

“Ayudamos a los trabajadores que hemos tenido, a los que han venido a la iglesia, y creo que ya hay mucha gente que ahora vive en mejores condiciones; no es la gran cosa, pero si uno puede ayudarle a uno aquí y a otro allá, entonces esto se va regando”.

“Usted sabe que la gente pobre a veces piensa que estoy pobre porque mi padre era pobre y no tiene que ser así. Uno trabajando puede cambiar. Solo porque nuestro padre es pobre eso no quiere decir que uno va a ser pobre toda la vida, creo que la gente ha entendido este mensaje. Nosotros tratamos de ayudar para levantar un poco la forma de vivir, no hasta el modernismo, pero sí para proveer para la familia”.

Esta hermandad también dirige dos escuelas a través de las cuales enseñan inglés. Aunque el costo es módico, los que no pueden pagar son apoyados con becas.

Lo espiritual

Para Katie, el mundo amish quedó atrás, al entender que para hablar a los demás de algo que llene el corazón se debe tener a Dios y los amish creen más en sus tradiciones. Como cristianos menonitas, los Schmucker creen en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Su congregación, que actualmente ronda los 250 miembros, originarios de este municipio, crece cada año. Sus celebraciones son similares a las de otras iglesias evangélicas.

Actualmente, esta congregación posee una radio llamada Baluarte de la Verdad, que les permite llevar los mensajes cristianos a una gran cantidad de personas.

“Esta radio nació como una idea del pastor Gilberto, él tuvo una visión, hizo todo, se movilizó, siempre esperando en Dios y las cosas se dieron; el transmisor, la antena fueron donados”, explicó Daniel Jiménez, locutor de la emisora.

La programación de la radio solo es de mensajes y música cristiana.

Asimismo, debido a que el salón de su templo actualmente les resulta pequeño para su membresía, construyen un nuevo edificio que tenga mayor capacidad para integrar a los miembros.

Cómo viven

Estos menonitas descendientes de los amish tienen su propia colonia, que fundaron a su llegada en 1970.

Conservan de sus predecesores la fe, la simplicidad, el modelo de sus casas y hasta los colores. El verdor y los jardines alrededor de sus viviendas le dan a la colonia una particularidad y espectacularidad únicas.

La comunidad menonita está ubicada en la entrada a Guaimaca. El restaurante La Chiquita es el punto de referencia para un visitante. A la par está una tienda de venta de muebles para exteriores y una tienda de artesanías, ambos negocios propiedad de los Schmucker.

Al internarse en esta pequeña sociedad, en los patios de las casas pueden apreciarse las máquinas conocidas como chapulines, que sustituyeron a los arados de madera, que eran tirados por caballos.

Una particularidad que tienen es que sus casas no poseen cerco, ni portones, conservando la modalidad amish.

En sus terrenos puede verse el ganado de raza, los caballos, la crianza de aves, así como el trabajo permanente en la agricultura.

La proyección social de esta congregación menonita ha generado entre la población una gran simpatía.

Gracias a sus enseñanzas, muchas personas, principalmente mujeres, aprendieron a elaborar productos que luego pueden vender.

Por otra parte, casi un centenar de personas, trabajan en los negocios de los Schmucker.

Cada uno de los integrantes de esta familia adoptó en esta zona una forma de vivir, uno es dueño de un taller de elaboración de muebles para exteriores, otro es dueño del restaurante La Chiquita, otro es propietario de un aserradero, otro está dedicado a la agricultura, la cría de ganado y aves; y el quinto tiene un taller de mecánica. En las fincas, negocios y talleres de esta familia están empleadas alrededor de 90 personas, menonitas y no menonitas.

Formado en el trabajo desde niño, a sus 81 años de edad, Vernon, el patriarca de la congregación, se dedica al cultivo de hortalizas, mientras que su esposa elabora cameras para la venta.