San José, California, Estados Unidos
Mientras la delegación de los Estados Unidos pisaba por primera vez la gramilla del Avaya Stadium, su timonel Bruce Arena se confesaba en la página de la FIFA...
El técnico de 65 años es uno de los pocos hombres que conocen perfectamente la evolución del soccer en EE UU. El exportero universitario vio cómo su país pasaba de ser un equipo de escasa relevancia, sin apenas interés en el deporte rey, a dirigir personalmente al combinado que llegó a acariciar con la punta de los dedos un puesto en las semifinales de Corea y Japón en el 2002...
Una sola misión...
“Bruce tiene un aura”, dice el veterano centrocampista Michael Bradley del estratega que volvió a hacerse cargo del equipo en noviembre, luego de la destitución de Jürgen Klinsmann. “Siempre tiene claro lo que quiere de uno”, suma el jugador de Toronto FC, al tiempo que Bruce Arena se moja la chumpa que lo protege de una leve lluvia en San José...
“Tenemos que ganar como sea contra Honduras. Así de sencillo y lo digo sin rodeos”. Bruce Arena evita pronunciar palabras de moda, como “proactivo” o “reactivo”, y tampoco utiliza la jerga de los tecnócratas del fútbol.
Va directo al grano. En este caso, habla de la complicada situación en la que se halla la formación norteamericana en el inicio del hexagonal, la última ronda clasificatoria de la Concacaf para el Mundial de Rusia 2018; la primera derrota registrada en la competición preliminar como local ante México desde 1972 y el severo 4-0 sufrido en Costa Rica pusieron fin a la etapa del DT alemán Klinsmann...
Caras nuevas, antiguo DT
La última vez que Bruce Arena se sentó en el banquillo de Estados Unidos tenía a un joven Landon Donovan en el plantel y también a Claudio Reyna, Brad Friedel y Eddie Pope. Fue una de las mejores selecciones estadounidenses de todos los tiempos, a tal grado que protagonizó el mejor mundial de su historia moderna imponiéndose a su acérrimo rival, México, en octavos de final y obligando a emplearse a fondo en cuartos a Alemania, futura subcampeona de Corea y Japón.
Arena conoce mejor que nadie los peculiares escollos de la competición preliminar de la región. “Hay que ganar en casa”, apunta, refiriéndose a los peligros que entraña jugar a domicilio, aunque sin valerse de ellos como excusa.
“El calor, la humedad, los viajes y la altitud. Resulta duro, pero la realidad es esa y hay que afrontarla”.
¿Dónde sitúa él a Estados Unidos actualmente en la Concacaf? “En el sexto puesto. El último”, afirma, arrastrando las palabras, dejando entrever un sentido del humor irónico, que tiene sus orígenes en un Brooklyn anterior a la época antigua de los moños masculinos y los cafés de diez dólares.
México está entonadísimo y Costa Rica le sigue el ritmo. Honduras se despereza tras un inicio titubeante y Panamá lo está dando todo para consolidarse en la región. “Cerramos la tabla. Es un hecho. Ahora mismo somos sextos de una liguilla en la que compiten seis”.
- ¿Cuál es el objetivo de Bruce Arena en este nuevo proceso con EE UU?
Nuestro objetivo no es terminar primeros ni segundos, es llegar a Rusia.
- El camino ha iniciado complicado, ¿no es así?
Con estas dos derrotas, hay menos margen de error. Nos quedan ocho partidos y hay que empezar a puntuar pronto, ya.
Su primera tarea consiste en identificar a los hombres que compondrán la columna vertebral de su esquema; tiene más de una década de experiencia entrenando en la MLS y cinco títulos en su historial y la mayoría de sus internacionales militan en clubes de la división de honor estadounidense.
“Es un gran momento para la selección”, dice Bruce Arena, que parece encontrarse muy a gusto de nuevo al frente de su país y decidido a clasificarlo para una cita mundialista, a las que no falta desde México 1986. “La selección absoluta tiene ante sí un reto más grande que nunca. Es una oportunidad para demostrar nuestra valía”.