Tegucigalpa, Honduras
La pasión por ver campeón al equipo de sus amores los hizo emprender el viaje sin retorno en una tarde llena de emociones encontradas; el fanatismo y la fatalidad se combinaron para que cuatro de las 35 mil almas se apagaran antes de ver campeón por segunda vez consecutiva al Ciclón Azul Motagua en el Estadio Nacional, sin dejar atrás un ángel que ya palpitaba en el vientre de su madre el amor por los que visten de azul profundo.
Incansable seguidor
Era casi una utopía que jugara el Motagua en el Nacional y que Carlos Alfonso Torres Mendoza, amante de su equipo como pocos, no asistiera a alentar al club de fútbol que amó desde adolescente.
Familiares y amigos llevan presentes ese recuerdo del hombre que murió intentando ver a su Motagua recibir la 15 copa de campeón del fútbol hondureño.
“Habíamos quedado de vernos a las 2:30 de la tarde afuera del estadio, pero nunca llegaron, él venía con otro hermano y un sobrino”, relató Dilcia Medina, hermana de Carlos; “al ver que no llegaban decidimos entrar, pero nunca dejé de llamarlo para ver si habían podido ingresar y que nos reuniéramos siempre ahí donde se marca la línea de la mitad de la cancha, que era donde acostumbrábamos a sentarnos”, recordó.
A los 17 minutos llegó el primer gol para los Azules y doña Dilcia y un sobrino gritaron la anotación de Erick Andino a más no poder... sin saber que para ese momento su hermano yacía muerto en el portón número 11 de acceso al coloso capitalino, asfixiado por la multitud que intentó entrar cuando el partido ya había iniciado.
En las gradas del viejo estadio construido en 1948 el rumor de que había muerto una persona de 58 años corrió rápido gracias a los hinchas que sintonizaban la transmisión de la radio.
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Tuve un presentimiento
“Sentí una corazonada cuando dijeron que una persona de 58 años había muerto, comencé a sentirme angustiada”, recordó Dilcia, la hermana de Carlos.
Una llamada antes de que finalizaran los primeros 45 minutos irrumpió la alegría de doña Dilcia y los demás parientes que disfrutaban de la algarabía del juego; el sobrino que la acompañaba le dijo que salieran, a pesar de la negativa de su tía.
“En el camino le explico, tía”, le dijo su sobrino Noé. Pero el camino que tomarían no era hacia el hospital Escuela sino a la morgue del Ministerio Público: el cuerpo sin vida del entusiasta aficionado motagüense Carlos Torres había sido ingresado hacía unos pocos minutos...
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Agente aduanero azul
Carlos Torres laboraba como agente aduanero desde 1995 en una agencia propiedad de su hermano Héctor.
Aunque era originario del municipio de Cedros, Francisco Morazán, residía en la colonia Modesto Rodas Alvarado de la capital desde hace varias décadas.
“Amor eterno”, “Cruz de madera”, “Puño de tierra”, entre otras piezas musicales sonaron al cantar de mariachis en la última despedida de este ferviente hincha, en cumplimiento a una de las peticiones que en vida les hizo a sus familiares.
Ayer sus restos mortales fueron trasladados hasta su natal Cedros donde hoy les darán cristiana sepultura.
No pensaba ir al estadio
Otra de las víctimas del domingo, celebrado para unos y fatídico para otros, fue José Vidal Zúniga Espinoza, un taxista nativo de la capital que también amaba al club deportivo Motagua.
“Era motagüense de corazón, su Motagua era su pasión”, recordó con su voz entrecortada Reyna Fuentes, su compañera de hogar. “Me dijo que no iba a ir al estadio y que iba a llegar a la casa para ver el partido juntos”, recordó doña Reyna.
Pero la mujer relató que la última vez que tuvieron comunicación le dijo que “no voy a llegar a la casa porque estoy ocupado... el partido lo voy a ver en el casino”.
- Solo mi corazón para vos, le mandó a decir el ruletero a doña Reyna, lo que significó la despedida entre ambos.
La acongojada mujer manifestó que nunca se imaginó que en el relajo del estadio que ella estuvo viendo por televisión estaría en medio de la turba su marido.
José Zúniga sufrió de asfixia y múltiples golpes al caer en el acceso al estadio. Aunque fue auxiliado por los cuerpos de socorro, alrededor de las 4:45 de la tarde expiró en la sala de emergencias del hospital Escuela.
Familiares y amigos velaron los restos mortales en el centro comunal de la colonia San Miguel, a unas cuadras de la que fue su residencia.
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Azul muy querido
Un líder y el mejor organizador de la peña que habían tenido en los últimos años: así lo consideraban sus amigos y compañeros de “La banda del Azul”, una de las facciones de la barra de los Revolocos.
Se trata de Olman Antenor Cálix Domínguez de 36 años de edad, coordinador del grupo de apoyo del Mimado.
Con 13 años de ser parte de la barra motagüense en la capital, se distinguía entre los barristas y llevaba la voz cantante a la hora de organizarse para alentar al que algunos denominan el Mimado de la afición, el equipo por el que Olman Antenor sufría.
Ese día Olman estuvo en las afueras del estadio y precisamente en el portón número 11 tratando de organizar la entrada de sus compañeros al estadio.
Antes de ingresar Olman les dijo a los suyos que ese día “habría cero violencia, aquí nos venimos a divertir”, confesó uno de sus amigos.
Aunque era diabético e hipertenso, muchas veces había vivido la misma historia del domingo: ingresos apretados y empujones. Así que una vez más no importaría.
Pero la violencia del momento desmayó a Olman Antenor, quien fue pisoteado por los otros simpatizantes azules quedando prácticamente inconsciente.
Sus amigos le solicitaron ayuda a una patrulla policial, pero esta hizo caso omiso y fue hasta que una ambulancia del Cuerpo de Bomberos llegó a la zona que pudieron auxiliarlo; de inmediato fue llevado al hospital Escuela, pero al igual que José Zúniga corrió la misma suerte y murió al cabo de unos minutos en ese centro asistencial.
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Día libre, día negro
La cuarta víctima del zafarrancho producido en el Tiburcio Carías Andino fue Tomás García Vásquez, un guardia de seguridad que coincidentemente en su día libre decidió ir a ver jugar al equipo de sus amores.
García Vásquez laboraba en la vigilancia de una estación radial y era originario de Intibucá, aunque residía en la colonia Villa Unión de la capital.
Sin querer, la historia de estos cuatro aficionados del campeón nacional se entrelazó en el fatídico domingo... sin poder ver la 15 de su Ciclón.