TEGUCIGALPA, HONDURAS.- “No me gusta estar mucho tiempo parada en la calle y menos en la pulpería”, comentó una joven que esperaba ser atendida en un establecimiento comercial capitalino. Eran las 7:35 de la noche, ni tan temprano para no permitirse caminar por las pobladas calles de la populosa colonia Villa Nueva ni tan tarde como para estar en casa.
“Es que así como está la cosa es mejor no estarse mucho tiempo en un solo lugar”, comentó la hondureña de unos 30 años, refiriéndose a la reciente masacre en la que seis personas perdieron la vida.Ella no vio más de lo que pasaron por las noticias, pero solo el hecho de vivir en una colonia “marginal” y vulnerable a las amenazas sociales le causó miedo, un miedo que arrastra desde niña al escuchar uno tras otro incidente.
La seguridad del país es uno de los temas que siempre está en la agenda de cada gobierno y siempre quedan en deuda con la población para solucionarlo. La gente no se siente segura ni en su propia casa y tampoco confía plenamente en las instituciones creadas para garantizar protección, al contrario, creen que son cómplices de la inseguridad, violencia y criminalidad. Precisamente esas palabras representan tres de los mayores problemas que deben afrontar las nuevas autoridades, quienes reciben una Secretaría de Seguridad con un alto presupuesto, pero con pocos avances.
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Según Migdonia Ayestas, directora del Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), la situación en materia de seguridad es tal que “si nos comparamos con Centroamérica, somos el país más violento; en el año 2020 y 2021 se ha evidenciado que también somos el tercer país más violento de Latinoamérica, solo después de Jamaica y Venezuela”.
Tampoco se puede obviar que la Secretaría de Seguridad ha recibido una inyección presupuestaria gracias a la Tasa de Seguridad. De esta forma, su presupuesto -arriba de 6,600 millones de lempiras en 2021- se complementó con la partida de 600 millones de ese fideicomiso. No obstante, previo a la pandemia, la Tasa de Seguridad destinaba a este despacho entre 1,300 y 1,600 millones de lempiras.Para este 2022, el presupuesto aprobado para la Secretaría de Seguridad ronda los 6,800 millones, sin incluir los fondos de esa partida.
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Es una epidemia
La violencia en Honduras es una herida que se agranda en algunos años e intenta sanarse en otros, pero siempre está abierta. Cerrarla o, por lo menos, ayudar a curarla es un reto que han tomado muchos gobiernos, pero ninguno lo ha logrado.
Honduras ya no es el país más violento del mundo, pero la cantidad de homicidios registrados es mayor que en muchas naciones que están en guerra. Solo en 2021 el país registró 3,648 homicidios, lo que significa que diariamente 10 personas fueron asesinadas por múltiples causas; la mayoría de casos siguen en la impunidad.
La situación es tan preocupante que en 2021 la tasa de homicidios fue de 38.6 muertes violentas por cada 100 mil habitantes (pccmh).Aunque los reportes de 2021 no reflejan la cifra más alta en los últimos nueve años, tampoco muestran una caída profunda como sí ocurrió en los primeros años del gobierno del expresidente Juan Orlando Hernández, quien prometió combatir la violencia hasta con militares. No lo logró.
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En 2020, en plena pandemia por el covid-19, la tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes fue de 36.7, mientras que en 2019 alcanzó los 44.7, tres puntos por debajo de la tasa de 2018. De los registros en poder de este rotativo, 2011 fue el año con la tasa más alta: 86.5 muertes por cada 100 mil habitantes. Para ese entonces hubo 6,431 muertes violentas, según los reportes de la Secretaría de Seguridad.
Ayestas confirma ese dato: 2011 como el año más violento en Honduras, pero de allí la cifra vino en picada hasta 2019, cuando ocurre un repunte. Ese año la tasa cerró en 44.7 homicidios pccmh, pero un período antes había sido de 41.4.En 2020, cuando el país se encontraba en toque de queda por el covid-19, hubo 3,565 homicidios (para una tasa de 38.7). El año pasado apenas se redujo a 3,648 muertes (la tasa fue de 38.6).
La directora del Observatorio de la Violencia de la UNAH consideró que la gente tiene mucha esperanza en Xiomara Castro y su gabinete para atacar la inseguridad y violencia, pero las cifras indican que el primer año de su gobierno puede acabar en números rojos.
En apenas 39 días de 2022 ya se contabilizan ocho homicidios múltiples (masacres) que dejan a 30 personas fallecidas. “Eso hace un aumento del 10% en el número de víctimas”, argumentó Ayestas, al comparar las cifras con las del año anterior. Pero eso no es todo, ya que la Secretaría de Seguridad registró -del 1 de enerode 2021 al 1 de febrero de 2022- un total de 345 homicidios, es decir que en el primer mes y ocho días hubo nueve muertes violentas cada día o, en otras palabras, casi un homicidio cada tres horas.
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Prioridades
Aunque se habla de Honduras como un país violento, el departamento de Choluteca no registra la misma cantidad de crímenes que Copán o Gracias a Dios. Lo que sí queda claro es que (desde 2013 hasta el primer mes de 2022) Cortés y Francisco Morazán están entre los puntos geográficos más peligrosos o, para ser específicos, donde hubo más muertes violentas.
Cortés en el primer año registró 2,032 muertes violentas, pero en 2021 contabilizó 730, una cifra que aunque se redujo significativamente con el paso de los años, sigue siendo alarmante. En el primer mes de 2022, Cortés, ubicado en el norte de Honduras, registró 2 de cada 10 homicidios. Francisco Morazán, por su parte, le sigue en la lista de los departamentos más violentos, pues el 17% de las muertes ocurridas en los primeros 39 días de este año fueron a lo largo y ancho de su extensión territorial.
Si analizamos el comportamiento histórico de los homicidios registrados en este punto geográfico, sigue el mismo patrón que Cortés: disminuyen año con año, al menos hasta 2019. En 2020 hay un repunte que se mantiene hasta 2021. En Atlántida, Yoro y Santa Bárbara ocurrió prácticamente lo mismo.
En cambio, en departamentos como Intibucá e Islas de la Bahía las muertes violentas han sido como una montaña rusa: en un año aumentan, en otro bajan y en el siguiente se duplican. Este patrón también se repitió en muchos municipios, solo que algunas autoridades implementaron medidas para evitar que las cosas se salieran de control; el toque de queda fue la más drástica.
Choloma, ubicado en Cortés, y Lepaterique, en Francisco Morazán, aplicaron esa ordenanza en 2019. Las autoridades afirmaron que esa estrategia había logrado una reducción en los homicidios, pero analistas consideran que la prevención de la inseguridad es la solución. “En los últimos años ha habido un enfoque muy marcado para el combate del delito en todas sus expresiones, sea organizado, de narcoactividad, de organizaciones criminales urbanas, maras y pandillas, extorsión, pero poco se le ha atencionado a lo que tiene que ver con la prevención de la inseguridad”, consideró el general en condición de retiro Luis Alonso Maldonado Galeas.
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Debilidad
El factor problema para Seguridad es la credibilidad. El 32% de las personas no tienen confianza en las instituciones que dan protección a la población, según el Instituto Universitario en Democracia, Paz y Seguridad (Iudpas).Esto está estrechamente relacionado con los casos en que miembros de las fuerzas de seguridad se han visto involucrados en actos de corrupción, violencia y hasta crimen organizado.
Para Ayestas, esto contribuye para que la gente perciba que este es un país inseguro. “Donde hay más inseguridad es en el transporte público y en los espacios públicos”, lamentó Ayestas. La experta se refirió a los constantes ataques con armas de grueso calibre registrados en el país, pero también a los asaltos, extorsión y otros delitos cometidos en estos lugares.
Cifras de Seguridad mencionan que desde 2017 hasta inicios de 2022 recibieron más de 1,600 denuncias por asalto en el transporte público, sin contar los casos que no son reportados.
Si hacemos una radiografía de los sitios donde más ocurren incidentes violentos sobresalen la vía pública, transporte público, vehículos y hasta dentro de viviendas, el único lugar donde los hondureños creían sentirse seguros, pero los muros no son suficientes para detener esta epidemia que cada día deja luto y dolor en decenas de familias.
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