A cinco años del accidente: ¿cómo está la zona cero donde murió Hilda Hernández, hermana de JOH?

EL HERALDO Plus y LA PRENSA Premium se adentraron en Yerba Buena, hasta llegar al lugar exacto donde hace cinco años se estrelló el helicóptero en el que viajaba la hermana del exmandatario y otras cinco víctimas. En el sitio levantaron una inmensa cruz blanca de cemento

Una hora y media de recorrido a pie hizo el equipo periodístico en la reserva de Yerba Buena para llegar hasta la zona del accidente donde murió Hilda Hernández.

vie 16 de diciembre de 2022 a las 0:0

3.9 min. de lectura

LEPATERIQUE, HONDURAS.- Un pedazo de cartera de cuero color azul lleno de tierra y lodo, con las iniciales HH -Hilda Hernández- en color plateado, resaltó entre los amasijos de hierro dispersos en el suelo húmedo de lo que alguna vez fue un helicóptero.

Cables achicharrados en medio del follaje cerca de un árbol partido y ahumado con vestigios de haber tomado fuego y un ramo de rosas marchito por el pasar del tiempo, acompañan la sombría escena.

En la inhóspita zona prevalece un silencio sepulcral interrumpido en breves lapsos por el sonido que provoca el viento al agitar las hojas y uno que otro canto aislado de aves.

“Morir por la patria es vivir”, reza uno de los escritos en el inmenso monumento que también contiene las coordenadas exactas del lugar.

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Un equipo de EL HERALDO Plus y LA PRENSA Premium llegó cinco años después a la zona cero donde la hermana del expresidente Juan Orlando Hernández y cinco personas más -Patricia Valladares (capitana de infantería), Iván Portillo (teniente de aviación), Gerson Díaz (teniente de aviación), Nahún Lagos (militar) y Marco Banegas (militar)- perdieron la vida luego de que el helicóptero en el que viajaban se estrellara.

El terrible suceso ocurrió el 16 de diciembre del 2017, al filo de las 9:47 AM -última comunicación con la torre de control-, cuando las víctimas viajaban en la nave tipo Ecuriel AS35 B3 de la Fuerza Aérea Hondureña desde Tegucigalpa (aeropuerto Toncontín) a Comayagua (base aérea Enrique Soto Cano) y cayeron cuando volaba a 10,000 pies de altitud y 12 millas naúticas.

Un manto de misterio rodea lo sucedido ese día, mitos se han formado y las autoridades nunca detallaron qué fue lo que realmente sucedió.

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$!Entre los objetos encontrados por el equipo de EL HERALDO Plus y LA PRENSA Premium estaba este pedazo de una cartera de cuero con las iniciales HH (Hilda Hernández) en color plateado.

En medio de la nada

Apenas faltaban unos minutos para llegar a las 11:00 AM y en la Reserva Biológica Yerba Buena, al norte del municipio de Lepaterique, el frío azota de manera abrumadora.

Los rayos del sol apenas penetran entre el denso follaje, dejando el suelo húmedo, blando, lodoso y resbaloso ante las pisadas de un grupo de foráneos que se abren camino.

Un jornalero en plena faena con su azadón interrumpe su labor al ver pasar al equipo de EL HERALDO Plus y LA PRENSA Premium, con una amable sonrisa preguntó cuál era el motivo de la visita.

Curioso por los extraños y celoso de sus tierras inhóspitas, advierte que el camino al que se dirigen ya está perdido y el acceso es casi imposible de transitar.

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El guía que acompaña la expedición le comunica que la misión es llegar al lugar donde hace cinco años se estrelló un helicóptero y que él tiene indicios de que es por esa vía.

El hombre acierta con la cabeza y continúa con sus labores, mientras las personas descienden por una lomita de terreno irregular y espinas.

En efecto, metros adelante el camino estaba cubierto de monte, prácticamente imposible de distinguir, como si no hubiera sido usado durante años por ningún ser humano.

Segundos después, se escuchó la voz del jornalero que alcanzó a la expedición: “Yo conozco dónde van, pero por el camino de abajo; si me regalan para el fresco, los puedo llevar”.

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$!Con ayuda de tres guías originarios de Lepaterique, la Unidad Investigativa avanzó por la montaña de Yerba Buena para llegar al lugar exacto del accidente.

Sin dudarlo y al ver el terrible camino que deparaba continuar, se le acepta la ayuda para tener certeza y no perderse en la inmensa e imponente reserva biológica.

El jornalero pidió un chance, se metió por otro camino y salió con machete en mano y acompañado de un jovencito. “Ahí hay que abrir camino”.

El descenso comenzó, esta vez por otra ruta que no estaba precisamente factible, pero en comparación con la primera ofrecía un futuro prometedor.

El descenso resultó complicado, el lodo convirtió el terreno en una trampa a cada pisada que, sumado a la maleza y espinas, atrasaban el avance.

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Un pequeño afluente de agua cristalina proveniente de la montaña deleitó el paisaje a más o menos media hora de camino en medio de la nada.

El arroyo rodeaba el camino y sirvió como distracción para disimular el cansancio y tomar una pausa casi obligatoria.

Si los descensos resultaron complicados, las subidas por la montaña aún más. Solo las ramas de los árboles, poner bien el pie y mantenerse concentrado podrían evitar una caída aparatosa con lesiones.

Primero uno, luego otro, después otro e incluso el guía, todos en algún momento tocaron el suelo con las manos o cayeron resbalados en el piso.

La reserva de Yerba Buena es espectacular, bella, pero adentrarse por sus senderos sin accidentes o perderse resulta una verdadera faena.

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Casi a la hora de camino por un sendero plano, el jornalero paró. “Bueno, ahora hay que empezar a bajar, por aquí me acuerdo que era”, comentó.Y si lo que se había caminado era una odisea, el lugar que señaló no tenía por ningún lado cara de ser un camino.

Machete en mano, con ayuda del muchacho y el guía comenzaron a abrir un camino en la mitad de la nada, al punto que por donde se avanzaba lo único que se veían eran árboles inmensos y plantas.

La humedad en la tierra ya no era superficial, sino con la capacidad de penetrar el agua adentro del calzado, sin dejar de lado las espinas que se adherían a los brazos y piernas con suma facilidad.

Bajar, subir, luego bajar y otra vez subir sin rumbo, solo con la confianza de seguir a los aldeanos que un poco confundidos mantenían indicios que iban a encontrar un camino que los llevaría a la zona cero.

“Aquí es, mire”, celebró el muchacho, mientras se limpiaba el sudor de la frente y sacaba pecho en referencia a que no se debía dudar de su palabra como guía de la zona.

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$!Cinco años después del desastroso accidente en la zona, se pueden encontrar pedazos de hierro del helicóptero y algunas otras cosas que iban en la nave.

Monumento a los muertos

A lo lejos se observó una cruz blanca inmensa de cemento sobre una placa de cerámica color gris tapada por la maleza.

A medida se avanzó se encontró unas bancas de madera improvisadas en forma de letra “L” que también estaban atestadas de monte y espinas.

En frente de la cruz había una gran cantidad de ramas y troncos caídos como si algo los hubiera impactado desde el aire y las aplastó totalmente.

Las bancas resultaron útiles para un pequeño descanso, los guías por su parte comenzaron a medio limpiar el monumento e incluso encontraron un ramo de rosas marchitas.

Atrás de la cruz se observó un árbol todavía en pie, pero algo torcido, que tenía su costado ahumado como si el fuego lo alcanzó pero no lo derribo.

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En la lápida estaba escrito el mensaje “Morir por la patria es vivir”, acompañado de los nombres de las víctimas, encabezado por Hilda Hernández, y la leyenda “Aquí pasaron a mejor vida quienes anduvieron haciendo el bien, que descansen en la paz del Señor”.

En el lado inferior izquierdo de la lápida están las coordenadas “N14 8 18” W87 25´38” San Matías F.M.” y al lado derecho la fecha del accidente: “16 de diciembre del 2017”.

Curiosos por encontrar más se comenzó un sondeo por el lugar que al poco tiempo resultó positivo.

A metros del monumento, al lado izquierdo, en una especie de hoyo se encontraron vestigios.

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$!Los pedazos de hierro retorcidos de la aeronave son mostrados al lente del equipo periodístico por miembros de la expedición en la montaña.

Primero, pedazos de hierro retorcidos, uno incluso tenía una parte de la Bandera de Honduras.

Cables achicharrados y partes irreconocibles del helicóptero también saltaron a la vista.

Pedazos de alfombra del suelo de la aeronave también se pudieron evidenciar, así como objetos de plástico y piezas difíciles de identificar.

En una parte de la zona medio enterrado estaba un pedazo de cartera color azul oscuro.

Al levantarla se pudo observar con total claridad las iniciales “HH” plasmadas en plateado, que por consecuencia la ubican con su propietaria Hilda Hernández.

Más restos del helicóptero fueron recogidos e incluso habían pedazos de lo que parecía ropa vieja.

Un descanso más y era momento de regresar, en un árbol había una cruz tallada con machete, pero claramente definida.

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$!En el monumento en honor a las víctimas se pudo encontrar algunos ramos de flores marchitas que fueron llevados por los familiares en los primeros días posteriores a la tragedia.

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