Mariona, del centro más peligroso de El Salvador a cárcel modelo: reos aprenden costura, cocina y mecánica
Escena de horrendas masacres, el Centro Penal de La Esperanza abrió sus puertas a la Unidad Investigativa de EL HERALDO Plus para mostrar cómo funciona el plan Cero Ocio de Bukele
En la maquila del Centro Penal de La Esperanza, conocido como Mariona, se confecciona una buena parrte de la indumentario de los empleados del sistema de Salud de El Salvador.
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SAN SALVADOR, EL SALVADOR.- Es la primera vez que visito una cárcel en El Salvador, todos la conocen como Mariona, le dicen así porque la calle que pasa por enfrente del recinto va a parar a la comunidad San Luis Mariona y como buenos centroamericanos se quedó en “la calle que va a Mariona”. Su nombre real es Centro Penal La Esperanza y comenzó a funcionar a mediados de 1972 -también le dicen Miami-.
Las referencias de este “tabo”, como conocen los prisioneros a las cárceles, es oscura: 32 muertos en una sola noche en 2004, una de las masacres que más vergüenza causó a los salvadoreños -a raíz de eso decidieron dividir a las pandillas por cárceles-. Por boca de su director Ricardo Salguero conozco otra historia que no había leído y me contó en medio de la entrevista “masacraron a policías, a uno le arrancaron la cabeza y jugaron fútbol con ella”.
En Honduras también pasó, específicamente en marzo del 2012 en el Centro Penal de San Pedro Sula -ya no existe-, donde mataron 13, uno decapitado; o las 48 horas de sangre en diciembre del 2019 cuando 36 privados de libertad fueron asesinados en las cárceles de Tela y El Porvenir, sin contar los 360 muertos en el incendio de la Granja Penal de Comayagua el 14 de febrero de 2012, por lo que ambos países tienen historias escalofriantes.
Los medios salvadoreños documentan que la masacre de la Mariona fue producto del enfrentamiento entra la pandilla 18 y los paisas -los informes hablan de un batalla de 400 pandilleros de la 18, (8 murieron) contra 3,000 paisas (fallecieron 24)-, pero las historias de ese suceso no se agotan. Un interno alguna vez confesó que el día de la masacre -18 de agosto de 2004-, él le arrancó la parte superior de la cabeza a un paisa (también les decían “La Raza”) y en los pasillos mordió sus cesos. ¿Verdad?, lo que sí no es cuestionable es que las muertes en Miami ocasionaron luto y decisiones en El Salvador como la segregación de reos en los centros penales, que resultaron no precisamente como lo planearon: cárceles en propiedad de pandillas.
Sobre las actividades que se desarrollaban internamente en la cárcel se puede hacer un libro y cualquier parecido con la Penitenciaría de Támara en Honduras en pura coincidencia. “Mercado completo, habían chalets con láminas, venta de comida, licor, cervezas, drogas, billares, celulares, todo lo que te podas imaginar”. Ahora entiendo lo de Miami, pensé, aunque no lo exteriorice.
-Antes para entrar se le pedía permiso al gobierno, después a los internos, si ellos aceptaban entrabas- dice Salguero .
Miami también tiene huéspedes reconocidos como el expresidente salvadoreño Elias Antonio Saca -llegó a Mariona el 17 de enero de 2017, acusado de varios delitos de corrupción-. “Ahí está”, dice el director del centro señalando uno de los nuevos edificios que construyeron -hubo una reingenieria- adentro de la cárcel, aunque no permitió que lo visitáramos. También en las celdas estuvo hace un par de años el exfiscal general de El Salvador, Luis Martínez -ahora con arresto domiciliaria y acusado de enriquecimiento ilícito por más de 70 millones de dólares-, que cayó preso por filtrar conversaciones privadas del reconocido sacerdote Antonio Rodríguez, conocido como “Padre Toño”. Me contaron de otros reclusos emblemáticos, pero el tiempo no precisa para mencionarlos a todos.
El gobierno de El Salvador aceptó la solicitud realizada por la Unidad Investigativa de EL HERALDO Plus para mostrarle al mundo la cárcel de Mariona. Una colega salvadoreña, vía WhatsApp, estaba intrigada por haber logrado el acceso. “Has tenido un enorme privilegio, a los periodistas de aquí no nos dejan ni asomarnos, ¿qué viste?”.
Frente a Mariona
Antes de describir el interior del Centro Penal La Esperanza, al que fuimos citados a las 10:00 AM del 24 de abril del 2023 para el recorrido -llegamos una hora antes-, hay que brindarle un espacio especial a la parte frontal de la cárcel -en la calle que va para Mariona-, donde hay un mercado informal con decenas de puestos improvisados de productos “especiales” para privados de libertad.
El auge de la venta es tal que los productos son vendidos como “paquetes” en bolsas plásticas transparentes y ya están listos solo para que los familiares los agarren. “Empecé a vender porque desde que agarraron a mi hijo hace un año no lo volví a ver, pasaba aquí afuera esperando información y noté que se estaba llenando de vendedores y con una amiga que tiene al marido preso montamos este negocio, después se llenó, mire cómo está ahora”, dijo doña Margarita Oyuela.
Este par de emprendedoras forman parte del comercio informal de El Salvador, que abarcaba al 65 por ciento de los trabajadores salvadoreños, según el “Diagnostico sobre economía informal” con datos de 2010 a 2017.
La madre es la voz de la experiencia, sabe lo que ocupa un preso de Miami, por eso los paquetes los tiene divididos por precio en dólar (El Salvador se dolarizó en 2001) y producto, anotados en una libreta.
Por ejemplo, el “Paquete de alimentos #2”, que vale 29 dólares (unos 700 lempiras al cambio actual), contiene una bolsa de avena, una bolsa de lecha -en oferta-, una caja de cereal grande, dos libras de azúcar, dos bolsas de incaparina (polvo de harina de maíz y soja), un paquete de galletas y un frasco de malteada en polvo.
-Nosotros decimos que ahí están presos, porque para aquí los trajeron, no los hemos visto- dice la madre.
Para gustos los bolsillos, por eso el paquete de 50 dólares que se vende enfrente de la cárcel de Mariona es el santo grial para los privados de libertad. Dividido en cuatro kits para higiene personal, ropa, alimento y medico. Entre la variedad de productos, contiene un par sandalias tipo crocks (le llaman sapos), una calzoneta, un calzoncillo tipo boxer, una camisa y un par de calcetines -todo color blanco-.
Además, se incluye una toalla, un vaso, una bolsa, acetaminofén, loratadina, pasta de dientes, shampoo y desodorante para completar un total de 30 insumos.
El paquete se rotula con el nombre del preso y de quién lo envía. Se deja en la entrada de la cárcel con la esperanza (haciendo honor al nombre del centro) que llegue a las manos del privado de libertad.
El director de la cárcel de Mariona está consciente del mercado que se le formó frente al presidio -él es nuevo, sustituyó a un director emblemático, Elmer Mauricio Mira, que estuvo al frente durante cinco largos años-, pero no le presta más atención de la debida. Dijo que es normal en los países latinoamericanos que cuando una persona abre un negocio, rápido aparece otra persona para montar su local y luego viene otro. “Eso pasó aquí”.
Adentro de la cárcel observé decenas de esos paquetes de los que venden en la calle, de todos los precios, apilados en bodegas y otros decenas en un plancha de cemento similar a una cancha de fútbol, pero Salguero aseguró que 24 horas después de recibido y revisado el paquete se le entrega al reo.
-En cierto momento se les permitió enviar una fotografía, la cual era revisada- dice Salguero.
Llegó la hora de entrar al Centro Penal La Esperanza o Mariona, Miami, la más grande de El Salvador, el monstruo, la casa de “La Raza”.
Cambio
Apenas dos elementos de seguridad estaban en el portón de ingreso a la cárcel más grande de El Salvador -un hombre y una mujer-. Ellos pidieron las identificaciones de prensa, no revisaron nada más y solicitaron que continuáramos hasta un pequeño parqueo en la entrada del área de talleres. “Estaciónelo en posición de salida”, solicitó un uniformado responsable de recibir a las visitas.
Cinco minutos después apareció el director Ernesto Salguero con dos empleados administrativos más -ningún guardia de compañía, mostrando que en la cárcel él está seguro-, todos sumamente serios.
Sin planificarlo, pero en medio de la presentación y apretones de manos, se formó un circulo -un reo estaba trabajando con una pulidora y no dejaba escuchar nada, por lo que lo mandaron a callar-. Salguero empezó hablar con voz fuerte de la cárcel que dirige, pero la encargada de medios internacionales lo interrumpió: “Mejor en su oficina dele la entrevista, así no repite dos veces lo mismo”.
A pesar de estar en medio de una cárcel con 26 mil reos, hasta ese momento no se percibió la presencia de ninguno, -habían varios trabajando en unos bancos de hierro y otros en unos carros-, pues andan con camisas normales y pantalones de trabajo, no andan esposas.
El primer lugar por visitar fue la oficina del director, ubicada en el tercer piso de un edificio nuevo pintado de blanco y azul, se subió por una gradas de hierro hasta una puerta blanca.
En el camino resaltó la limpieza, no huele a nada, pero está totalmente impecable, como un centro comercial, un banco o las oficinas gubernamentales con servicio de limpieza privada.
-Había un hacinamiento, había infraestructura incompleta porque los módulos cinco y seis estaban a la mitad, lo habían dejado tirado, se volvió a retomar- dice Salguero.
Una vez en la oficina llamó la atención una figura a escala de un tipo con una inmensa cadena en su cuello, barba tupida, gorra hacia atrás y una guitarra eléctrica en la mano, “la hicieron los presos, estos locos dicen que soy yo”, sonrió Salguero.
En la oficina también había un cuadro de la Virgen de Guadalupe, la reconocí porque es la misma que sale en el famoso programa mexicano donde cuando aparece una rosa y sopla el viento en la cara de los protagonistas ocurre un milagro.
Salguero tiene en la oficina al menos siete inmensas pantallas desde donde monitorea lo que hacen los reclusos, estratégicamente para la entrevista estaban apagadas por lo que solo quedaron como referencia.
El Gobierno de El Salvador advirtió a EL HERALDO Plus que no le daría acceso a los pandilleros en ninguna cárcel bajo ningún motivo.
La quitó del escritorio y la puso junto a otra ubicada arriba de un archivo, -esa era del presidente de El Salvador Nayib Buckele- y comenzó la extensa entrevista que duró 54 minutos que hubiera sido más si alguien del personal no pide la pausa para iniciar el recorrido.
En resumen, el Centro Penal La Esperanza es un recinto que tiene 26 mil privados de libertad por cometer delitos comunes, pertenecer a bandas o ser simpatizantes de pandillas.
Está orientado a la rehabilitación y reinserción con una gama de talleres vocacionales y profesionales bajo el programa Cero Ocio, creado en la administración de Nayib Bukele.
Antes de la intervención del gobierno actual habían unos 5,000 privados de libertad en una sola parte de la cárcel, pues varias edificaciones estaban en proceso de construcción o abandonadas.
Solo durante el régimen de excepción, que lleva en vigencia 13 meses tras varias prórrogas, se han capturado un total 68,294 personas, denominadas en los boletines de prensa como “terroristas”.
-La primera acción fue controlar los centros penales porque de aquí salían órdenes, se distribuía drogas, todo el centro tenía teléfono, todos podían acceder a la hora que quisieran, señal abierta- dice salguero.
En ese mismo centro funcionó del 2015 al 2019 un programa similar llamado Yo Cambio, dirigido por el exdirector Élmer Mira, pero para Salguero “en el pasado, ¿cuál era la gracia de los talleres vocacionales? Era enseñarles hacer llaveros, lapiceros, pero eso se acabó, ocupamos que aprendan oficios, por lo menos lo esencial”.
Sobre cómo llegan los reos a Mariona y son distribuidos es sencillo: todos los capturados durante el régimen de excepción llegan de la cárcel de Ilopango -es como el filtro- si son acusados de delitos comunes o ser simpatizantes de pandillas (no confirmados). Lo primero es dividir los procesados de los condenados para adjuntarlos a los programas de rehabilitación.
Un 90 por ciento de las audiencias para los reos procesados en Mariona se desarrollan de forma virtual, es decir, desde el mismo centro. Anteriormente, se postergaban porque no podían sacar a los privados de libertad de libertad debido al hacinamiento, lo que alargaba la posibilidad de salir libres en caso de ser inocentes.
Al salir de la oficina se observó en un predio un camión cargado de paquetes que mandan los familiares.
Ya en la planta baja, un guardia llevaba a una parte solitaria a un recluso, -el primero que logré ver vestido completamente de blanco-, el uniformado le estaba reclamando algo o indicándole, el muchacho estaba esposado de manos, ambos vieron la cámara, el recluso fue despachado, sorprendentemente comenzó a correr en medio de un pasillo hasta perderse de la vista.
Salguero solicitó comenzar el recorrido por el área de talleres, en el camino se observó a unos jardineros trabajando en un predio aledaño a los edificios administrativos, “son internos, no hay lugar en este centro que no va encontrar un recluso trabajando, es parte de la estrategia”, acuñó Salguero.
El primer lugar por visitar fue un taller de soldadura y carpintería -en una de las mesas de trabajo había un recipiente plástico con comida, se alcanzó ver tres tortillas gorditas como las hacen en El Salvador-, muy bien ordenado donde al menos 30 privados de libertad trabajan.
-Al momento de solicitar una herramienta se le da este código y se anota, al cierre todas las herramientas deben estar y si falta una se revisa el código para ver quien la sacó- dice Salguero.
Posteriormente se avanzó para la zona de maquilas. En el camino había una gran cantidad de desechos de madera y metales, pues resulta que son insumos debido a que en el Centro Penal La Esperanza el tema del reciclaje es fundamental, lo que para unos es basura para ellos es la oportunidad de crear piezas de arte.
Ya en la maquila sorprendió ver la gran cantidad de máquinas de confección y decenas de privados de libertad trabajando. Al momento del ingreso elaboraban uniformes para el personal de salud del sistema sanitario de El Salvador.
A escasos pasos estaba la imprenta, modernas máquinas digitalizadas trabajando a todo vapor, donde los reos imprimían y compaginaban los libros para los estudiantes de segundo grado del sistema educativo nacional. “Aquí son útiles todos los reos”.
Las cajas de libros se contaban por decenas, listas para ser enviadas al exterior y que los niños pudieran tener en la mano una herramienta de estudio -en el sistema educativo de El Salvador hay más 1.2 millones de estudiantes-, elaborada en una cárcel que hasta hace unos años era considerada una deshonra por la ingobernabilidad imperante.
Al paso se vino un olor a pan, una delicia para los que lo acompañan con café, era el taller de repostería, miles de galletas sobre una mesa, un orden impecable dirigido por decenas de reos en una coordinación digna de admirar, parecía todo menos un centro penitenciario.
Para la visita los reos habían preparado una serie de postres que ubicaron en una mesa, la degustación fue corta pero sabrosa, algunos de los presentes dobletearon ante la sonrisa de los presos que explicaban que contenía cada bocadillo.
En frente, en el taller de cocina, estaban preparando los almuerzos para la comunidad interna y administrativa, donde un chef profesional se encarga de enseñarles a los reclusos los secretos culinarios con la esperanza que el día que salgan los pongan en practica
-Son 4,000 de 26,000 reos los que están en Mariona en proceso de rehabilitación, calcula Salguero, quien sostiene que al llegar como director esa cifra no supera los 300, por lo que considera el plan Cero Ocio es un rotundo éxito.
En otro punto del centro, un grupo de muchachos estaban trabajando en la frondosa raíz de un árbol que será convertido en mesa. Adentro del taller de carpintería habían preciosos muebles y esculturas en proceso de elaboración, las zonas totalmente limpias.
Mariona tiene de todo: en un segundo piso hay una zapatería.
Al salir de la zona de talleres, el director ofreció un recorrido por la parte baja del Centro Penal La Esperanza. El equipo de EL HERALDO Plus aprovechó para solicitar una visita a las celdas, pero dijo que no estaba contemplado en el recorrido.
Se avanzó al taller de automotriz, donde tenían un vehículo tipo turismo y una moto desarmada, “la arman toda, esa es su práctica, si enciende es que aprendieron”.
En ese mismo lugar están levantando una edificación que servirá como taller automotriz principal y donde piensa incluso darle mantenimiento a los buses y vehículos del gobierno, pues los reos deben regresar algo de todo lo que le quitaron durante su vida delictiva a la sociedad.
Ya en la parte final del recorrido pasamos frente a las celdas, donde se observó un grupo de unos 25 privados de libertad, recién llegados. Estaban sentados en sillas plásticas, vestidos totalmente de blanco, una persona les estaba dando lo que parecía una inducción, todos guardaban silencio. Al pasar, el director saludó y todos respondieron educadamente, se miraban nerviosos, quizás con la incertidumbre de si Mariona es lo que escucharon por el boca a boca, sin imaginarse que el encierro también les depara la oportunidad de aprender el oficio que en sus años de libertad se les negó.