TEGUCIGALPA, HONDURAS.- En una silla al fondo del salón, con su uniforme gastado, su cara triste y con evidencia de tener una mala alimentación, la pequeña María (nombre ficticio por sus derechos de niñez) hacía la tarea de matemáticas asignada por la maestra.
Faltaban 15 minutos para las 10:00 de la mañana, todos los niños esperaban con ansias que llegaran las madres con la merienda, algunos tratan de adivinar el menú. “Pastelitos, catrachas, arroz con pollo, tamalitos, enchiladas de papas”, pero a la pequeña María, nada de eso la emocionaba, se mantenía cohibida en su silla.
“La merienda que nos da el gobierno solo es arroz, frijoles, harina de maíz y aceite, nosotros se la damos a los padres para que la hagan y ellos buscan hacer otras cosas, porque cuando solo se le da eso a los niños, la desperdician, no les gusta”, expresó la directora Lesly Ramos, directora de la escuela Superación de la aldea Santa Rosa número dos, en Teupasenti, El Paraíso, al oriente de Honduras.
Para que los niños coman variado, los padres tienen que hacer una inversión diaria de entre 200 y 400 lempiras (a veces más), debido a que tienen que comprar los complementos, ya que la ración del Estado se limita a cuatro insumos.
Los padres se ven obligados a colaborar, pero enmedio de la pobreza muchos no pueden, debido a que no tienen ni para el sustento de la propia vivienda. Es una brecha que crea otra brecha: los hijos de las familias que no pueden colaborar con la merienda se resisten a comer los platos preparados por los hogares de sus compañeritos.
“A la niña los abuelos le dicen que no coma, porque no pueden colaborar con la merienda, nosotros le decimos que coma, pero ella se niega y antes lo que hacía es que guardaba la comida que le dábamos y se la llevaba a su hermanita”, contó la maestra.
La niña está a cargo de sus abuelos porque su madre se fue a vivir con su pareja a otra aldea, lo que provoca que —aparte de no dar el aporte para completar lo que lleva el gobierno— tampoco ayuden a cocinarla.
EL HERALDO Plus comprobó cómo funciona sistema de merienda escolar que impulsa el gobierno, así como sus retos y desafíos: la inversión, el limitado componente de insumos y el papel de los padres quienes son los que al final se hacen cargo de llevar la comida.
Por medio de la solicitud de información No. SOL PROASOL-22-2023 al Programa de Acción Solidaria (Proasol), institución a cargo del Programa Nacional de Alimentación Escolar, se comprobó que el gobierno solo entrega arroz, frijoles, aceite vegetal fortificado con vitamina D y E, más harina fortificada de trigo y de maíz con mezcla de hierro, vitaminas y minerales.
Baja inversión
Un plato de arroz y frijoles con tortilla es la merienda escolar que en teoría el gobierno de la República de Honduras garantiza a más de 1.2 millones de niños de unos 20,000 centros de educación prebásica y básica.
El programa no incluye insumos para garantizar una bebida, ya sea agua, refresco natural o de botella. Son las madres quienes buscan cómo acompañar los platillos, la mayoría de las veces con refrescos de botella, ajustados con mucho sacrificio.
De acuerdo a los datos proporcionados por Proasol, el Programa Nacional de Alimentación Escolar en el año 2021 no contaba con presupuesto, todo era parte de un fideicomiso.
Los registros indican que en 2021 solamente existió un convenio con la Suplidora Nacional de Productos Básicos (Banasupro) y la Secretaría de Desarrollo e Inclusión Social (Sedis), ahora Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), para implementar el proyecto de alimentación escolar.
Para 2022 se determinó como prioridad brindar una ración diaria de alimentos a toda la población escolar, entregándose nuevamente al cien por ciento al tercer trimestre de ese año.
El monto era de 59.9 millones de lempiras que se pagaron en dos desembolsos: el primero fue de 54 millones de lempiras y, una vez se que finalizara la entrega, se pagarían los restantes 5.9 millones de lempiras.
Para 2022 y 2023 se firmó un convenio subsidiario de cooperación para la implementación del Programa Nacional de Alimentación Escolar con el Programa Mundial de Alimentos (PMA), permitiéndole al gobierno transparentar las compras, informó la institución.
En 2022 la inversión ascendió a 272.6 millones de lempiras, para garantizar una ración diaria de alimentos a 1,193,758 niños de más de 20,000 dentro educativos en 16 de los 18 departamentos, quedando fuera La Paz e Intibucá, según los documentos proporcionados.
Las cifras discrepan un poco con respecto a lo que Proasol informa a nivel público: la inversión fue de 300 millones de lempiras, para más de 1.1 millones de niños, en 17 departamentos de Honduras.
Al dividir el total de desembolso entre los niños atendidos se puede determinar que en 2022 la inversión por estudiante fue de 3.8 lempiras diarios por plato de comida. Este cálculo se realizó basado en 66 días de clase —y no 200—, pues el programa únicamente comprendió el último trimestre del calendario escolar.
En el año 2023 se realizaron tres entregas, denominadas remesas. La primera ocurrió en marzo y se cifró en 300 millones de lempiras, más el remanente del año anterior, valorado en 27.3 millones, por lo que se entregó un total de 327.3 millones de lempiras.
La segunda remesa fue distribuida en junio de 2023, con una inversión de 368.7 millones de lempiras, más un remanente de 367.84 lempiras. La tercera entrega se proporcionó en septiembre.
De acuerdo a los datos proporcionados por Proasol, en 2023 se invirtieron un poco más de 1,000 millones lempiras para atender más de 1.2 millones de niños.
Al dividir la inversión por la cantidad de alumnos atendidos, entre los 200 días de clases, resulta una inversión de 4.1 lempiras por día.
Para 2024 entre las dos entregas de fondos para merienda se ha realizado una inversión de 634.9 millones de lempiras. La cantidad de beneficiarios proyectados es de 1.2 millones de niños , es decir, una inversión a la fecha de 3.9 lempiras por día. Este cálculo se hizo basado en 133 días de clases (los cubiertos por las remesas).
No obstante, las autoridades de Proasol informaron que este año la meta es invirtir un poco más de mil millones de lempiras, como al año anterior, entregando 8,000 toneladas por remesa, es decir, que al año suman 24,000 toneladas si se entregan las tres remesas.
Sacrificio
A las 10:00 de la mañana, puntuales a la hora, llegaron tres madres de familia, Marilú Palma, Fidelina Murillo y María Murillo. Una llevaba una paila llena de panqueques, otra cargaba una bolsita llena de mantequilla de bolsa y la otra madre tres refrescos de botella.
Un pequeño de primer grado, desde antes que llegaran las madres, había corrido a la cocina a buscar la merienda que nunca falta, pero las maestras le dijeron que esperara un momento, que ya iban a llegar las madres.
Cuando las señoras aparecieron, el pequeñín fue el primero en formarse en la fila. Con su ojos tristes, su pelo despeinado y una sonrisa inocente se acercó con un plato de plástico y un vaso. “A los de primero solo les vamos a dar un panqueque”, dijo una de las madres.
El niño lo tomó y luego esperó que le sirvieran a los demás grados, para luego regresar a pedir otro. Las madres, al ver que todavía quedaban algunos panqueques, se lo dieron gustosamente. “Anda con hambre”, dijo una de ellas.
Las mujeres afirmaron que les tocó invertir más de 300 lempiras en llevarle la merienda a los niños. “Compramos huevos, soda, harina, leche, azúcar, la mantequilla y los frescos, porque los niños no se comen solo el arroz y los frijoles”, dijo María Murillo.
La madre contó que su esposo trabaja en el campo, así que para ajustar el dinero de la merienda tuvo que destinar los cien lempiras que se ganó en un día de trabajo. “Uno busca la forma de conseguir el dinero de la merienda como pueda”.
La directora de la escuela explicó que han formado un comité de merienda escolar, distribuido entre tres padres de familia. Ellos reciben la merienda, es decir, el arroz, los frijoles, la harina y el aceite, para prepararla en casa.
“La merienda se logra entregar porque los padres de familia aportan una parte, esta es una aldea donde no hay muchos recursos económicos, pero les hacen catrachas, enchiladas con recado de papita y repollo y siempre ellos colaboran con traerle el fresco a los niños”, expresó la maestra.
Esa es la forma de garantizar que los niños tengan su merienda un poco balanceada, porque cada grupo de padres, de acuerdo a sus posibilidades, prepara la comida.
La escuela tenía una cocina, pero personas mal intencionadamente se metieron a robar y les llevaron todo los utensilios, las ollas, los baldes y los trastes con que alimentaban a los pequeños.
La maestra aseguró que “la merienda sirve mucho, porque nosotros vemos que durante el tiempo que hay comida los niños no se pierden del centro educativo, están más pendiente y asisten más clases”.
El problema es que hay padres que no tienen dinero y no pueden colaborar. No les queda otra opción que retirarse, pero eso genera un problema, porque les dicen a los niños que no coman, haciéndolos que se sientan excluidos.