TEGUCIGALPA, HONDURAS.- “¿Que va a llevar amor?”.
Así preguntó con una amable sonrisa doña Ana Rosa Ortega mientras levantaba con ayuda de un trapo la tapadera de una hoya hirviendo, donde se cocían decenas de elotes.
El olor atrapó casi inmediatamente al cliente que recién había bajado de su vehículo en la carretera que conduce desde Tegucigalpa hacia Valle de Ángeles. Sin dudarlo comenzó a pedir un repertorio de delicias elaboradas a partir de las mazorcas de maíz.
“Deme dos elotes locos, dos asados, seis tamalitos, dos atoles y ocho fritas”, respondió el joven. El comprador sostenía la mano de una bonita muchacha que vestía un vestido con estampado de flores. Ellos iban a pasear y tuvieron que hacer una parada obligatoria en el puesto de delicias de maíz para degustarlas.
Unas 50atoleras hay en el trayectode la carretera que conduce de la capital hacia los dos municipios. |
La pareja pidió que los elotes locos se los sirvieran para comer ahí y mientras esperaban en la humilde champa de madera, a la par del calor de un viejo fogón hecho de adobe, se les hizo agua la boca. La señora dueña de la atolera desde hace 36 años entregó el producto, cobró, se despidió amablemente y volvió a su trabajo, esta vez en una parrilla donde asaba elotes.
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Ruta del maíz
El camino a los turísticos municipios de Santa Lucía y Valle de Ángeles está marcado por la tradicional ruta del maíz representada por las rústicas champas de madera ubicadas a la orilla de la calle. A simple vista pasarían desapercibidas por el frondoso follaje que adorna ambos lados de la carretera, pero el olor a maíz en sus diferentes presentaciones no es algo que se pueda obviar tan fácil.
En total en el trayecto hay unas 50 atoleras, todas con productos frescos, a precios extremadamente bajos y al alcance de todos los bolsillos. Algunos de los propietarios como doña Juana María Martínez, una sonriente anciana, puede darse el taco de tener buena clientela, y cómo no si abrió su espacio cuando era una joven muchacha.
Cientos de personas detienen sus vehículos en los diferentes puestos, lo más solicitado, sin duda, es el elote asado, aunque las fritas endulzan el paladar de los más gustosos.
A pesar de la competencia, los atoleros no se quejan, reconocen que el flujo de personas que viaja diariamente les permite poder realizar una venta que les garantice mantener a sus familias. Quienes viajen a esos municipios pueden apoyar a estas personas comprando productos hechos de maíz.