Nunca cargaron en su vientre un bebé, pero su amor a Cristo y al prójimo las ha convertido en madres abnegadas que luchan por el porvenir de sus hijos.
Se trata de las hermanas franciscanas de la Purísima Concepción, que a través del albergue Casa del Niño cuidan alrededor de 50 niñas que han quedado desamparadas del afecto de sus padres biológicos.
Para sor María Auxiliadora Aguilar, la necesidad de estas niñas ha sido una oportunidad para que ellas puedan obsequiar cariño, amor y felicidad a estas pequeñas que han recibido la bendición de Dios a través del corazón solidario y la mano amiga de las hermanas franciscanas.
Casa del Niño nace en 1945, en España, y luego llega a Honduras como parte de la expansión de las damas del Perpetuo Socorro que en un principio eran una sociedad civil y luego pasó a ser la Asociación de Hermanas Franciscanas para poder extender la ayuda a Centro y Suramérica.
Entre los propósitos primordiales del recinto están cuidar a niñas entre las edades de 3 a 20 años, ya sea hijas de madres solteras o huérfanas, provenientes de hogares de escasos recursos económicos, y contribuir a descubrir su vocación, desarrollar talentos y potenciar su creatividad.
El refugio infantil para niñas maneja varias modalidades de ingreso: la primera son hijas de madres solteras que no tienen tiempo para cuidar a sus pequeñas, las dejan en las instalaciones desde las siete de la mañana hasta la hora que sus progenitoras salgan de trabajar; otra de las opciones es dejar a las pequeñas de lunes a viernes internas en el lugar y se les permite que los familiares las lleven el fin de semana, y las que están internas de forma permanente en la Casa del Niño.
La mensualidad es de 200 lempiras para las madres que pueden pagar pero si son muy pobres no se les cobra nada. Con esta mensualidad y con las donaciones que realizan diversas instituciones, las pequeñas reciben educación, alimentación, vivienda y vestuario.
Las aportaciones económicas se solicitan a través de donaciones voluntarias con cartas a organizaciones nacionales e internacionales que quieran aportar su granito de arena a esta noble causa de las hermanas franciscanas que cumplen a toda plenitud el papel de una madre.
Para la encargada y directora de la Casa del Niño, sor Martha Ayala, el legado que Dios les ha dado es una misión muy importante que las llena de dicha y a la misma vez nostalgia porque existen historias muy conmovedoras de las pequeñas, quienes desde el momento que ingresan al lugar las consideran sus hijas.
“Nosotros cumplimos con el rol que algunas madres no pueden cumplir y nos convertimos en madres sustitutas, también dentro de las instalaciones hay una escuela que es sostenida por el gobierno, pero vienen maestras y tiene su directora, nosotras solo manejamos el internado”.
“En la Casa del Niño, Dios me regaló siete madres y un hermoso hogar”
“Paola” llegó a la Casa del Niño hace ocho años sin imaginar que ese lugar se convertiría en su hogar y que recibiría el amor que no encontró en sus progenitores.
Su madre la abandonó cuando apenas tenía dos años sin volver a saber nada de la mujer que le dio la vida; ella, junto a sus otros tres hermanos, quedaron a partir de ese momento bajo la tutela de su padre, quien formalizó una nueva relación sentimental con otra mujer que no supo sustituir el amor de madre en los cuatro pequeños.
Motivo por el cual “Paola” era llevada a la Casa del Niño de lunes a viernes, pero la distancia entre madrastra y la niña cada vez era más drástica, por eso la pequeña tomó la firme decisión de quedarse interna de forma permanente en la institución.
Los sueños de “Paola” se encaminaron bajo el temor de Dios y con el cariño que ha recibido de las hermanas, ella aseguró con lágrimas que rodaban por sus mejillas que perdió una madre, pero que Dios y la Virgen le regalaron siete guías espirituales que la han llevado por el camino del bien y de la sabiduría.
“Cuando crezca le pido a Dios que me dé un trabajo donde pueda ayudar a niños necesitados y compartir con ellos los momentos más importante en su vidas”, “Paola”.