TEGUCIGALPA, HONDURAS.- La Conferencia Episcopal de Honduras, que tras una asamblea plenaria eligió a su nueva directiva para el trienio 2022-2025, compartió este lunes algunas de sus reflexiones sobre la realidad que atraviesa Honduras.
Los Obispos de Honduras hicieron además un llamado a atender los problemas que tradicionalmente han impedido un mejor camino de justicia y desarrollo en Honduras, que producen una pérdida de esperanza en la población y están siendo la raíz de la migración, principalmente entre los jóvenes.
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“La corrupción y la impunidad aún están dejando sombras, que podrían frustrar las legítimas expectativas del electorado, que votó por un cambio necesario”, dictaron a través de un comunicado.
Asimismo, se refirieron a la elección de la nueva Corte Suprema de Justicia y del Fiscal General del Estado, como un punto decisivo para el futuro de Honduras, para lo que exhortaron a “servirnos y apoyarnos en los buenos hondureños, hombres y mujeres con capacidad de liderazgo, profesionales, muy respetados y valiosos”. Como personas de fe, exhortamos al pueblo a orar, para que sea el Espíritu Santo, y no el partidismo sectario, quien ilumine a nuestros Legisladores que deben tomar esas decisiones tan trascendentales, apuntaron.
También hicieron un llamado a una renovación del sistema educativo, involucrando a todos los sectores afectados.
A continuación el comunicado dela Conferencia Episcopal de Honduras
Conferencia Episcopal de Honduras
MENSAJE Al pueblo de Dios y a todas las personas de buena voluntad.
Queridos hermanos, Los Obispos de la Conferencia Episcopal de Honduras (C.E.H.), reunidos en Asamblea Plenaria, los saludamos con gozo y les anunciamos con esperanza que tenemos una nueva Directiva, para el trienio 2022-2025.
Los invitamos a darle gracias a Dios, porque sigue guiando y cuidando a su Iglesia. Como personas de fe, todos estamos llamados a vivir profundamente arraigados en nuestra relación con Dios y, al mismo tiempo, comprometidos en la construcción del presente y el futuro de Honduras.
Se ha emprendido un nuevo camino en nuestra historia, con expectativas buenas para el pueblo. A pesar de las dificultades, un nuevo horizonte se vislumbra. Los Obispos de Honduras deseamos contribuir con nuestras reflexiones, señalando algunas directrices, para que esta nueva etapa que vive el país no quede atrapada por algunos de los problemas que tradicionalmente han impedido un mejor camino de justicia y desarrollo.
Estos problemas crónicos están produciendo una pérdida de esperanza en la población hondureña y están siendo la raíz de la migración, principalmente entre los jóvenes.
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Nuestros problemas nacionales no son simplemente coyunturales, sino estructurales. Las estructuras siguen siendo las mismas.
La corrupción y la impunidad aún están dejando sombras, que podrían frustrar las legítimas expectativas del electorado, que votó por un cambio necesario.
El país es de todos, y no de un determinado grupo. Por eso, el revanchismo político, la polarización y la búsqueda de intereses particulares y partidistas dañan seriamente la auténtica democracia.
Es ahora cuando se debe implementar un sincero diálogo social, una búsqueda del bien común, para que podamos avanzar hacia una auténtica refundación de Honduras y abrir las puertas a la reconciliación.
La refundación es una palabra que sugiere examinar los cimientos sobre los cuales se desea construir. Para ello, se necesitan claras líneas de gobierno y la participación de personas competentes y con valores morales.
La honestidad y la transparencia en la administración producen confianza en la comunidad internacional que desea ayudarnos. Se necesitan nuevas formas de hacer una buena política, profesionalizándola y ocupándose del bien común y de los bienes comunes; es decir, los bienes de la ecología, que son dones de la tierra y de su biodiversidad. Por otra parte, la elección de la nueva Corte Suprema de Justicia y del Fiscal General del Estado, constituye un punto culminante y decisivo para el futuro de Honduras. No se debe ceder a la tentación de seguir con “más de lo mismo”.
Debemos servirnos y apoyarnos en los buenos hondureños, hombres y mujeres con capacidad de liderazgo, profesionales, muy respetados y valiosos. No se puede gobernar con la mediocridad y el sectarismo. La democracia se construye con demócratas.
Como personas de fe, exhortamos al pueblo a orar, para que sea el Espíritu Santo, y no el partidismo sectario, quien ilumine a nuestros Legisladores que deben tomar esas decisiones tan trascendentales. Uno de los problemas que dejó la pandemia, fue potenciar el individualismo y centrarse en la propia seguridad y necesidades, aumentando así el temor y la desconfianza: es otro de los obstáculos que hay que superar.
No podemos cantar victoria todavía; se debe continuar con la prevención y la vacunación. Al mismo tiempo, se ha de promover un mejor sistema de salud, capaz de ofrecer a los pobres cobertura y calidad sanitaria.
Hay una deuda histórica que resolver, y es la mala calidad educativa, que vino a agravarse por los huracanes y la pandemia. Las respuestas que se publicitan suelen dejar muchas dudas, hay que propiciar soluciones realistas. Por esta razón, hacemos un llamado a una renovación del sistema educativo, involucrando a todos los sectores afectados. Por último, vemos necesario que Honduras se mantenga abierta a todo el mundo, al intercambio cultural y a la cooperación internacional.
No es prudente encerrarse en una trinchera ideológica, privando a los hondureños de los beneficios que la apertura aportaría a todos los sectores y niveles de la vida nacional. Hacer política es buscar el bien común, no intentar favorecer una postura personal o de grupo. En nuestra Iglesia Católica, el proceso que llamamos “sinodalidad” nos compromete en el esfuerzo de caminar juntos en el servicio al Evangelio.
En este Año Jubilar Mariano, pedimos al Señor y a su Madre, la Virgen María, que inspiren en la sociedad hondureña la voluntad de ir dejando a un lado todo lo que nos enfrenta y divide, para caminar juntos hacia un horizonte de verdad, justicia, amor y paz.