El atlántico hondureño y sus cayos se han convertido en un azul y paradisiaco cementerio de almas pérdidas.
En una zona costera donde no hay oportunidades de empleo, los misquitos miran en ese espejo de agua un umbral de esperanza, sin embargo para los buzos
solo es una puerta para acceder al mundo enigmático de los muertos.
En varios casos el mar no devolvió el cuerpo de aquellos buzos que se atrevieron a retarlo. A uno de ellos -Cristian Labayo Yutre, lo entregó varios días después en estado de descomposición, por lo que fue enterrado en los Cayos Vivorillos, según un expediente en la oficina regional del Ministerio del Trabajo.
Pero, hay otros buzos desaparecidos, pues el mar no entregó sus cadáveres, entre ellos Julio Ernesto López Smith, Tilerio Ulopio Toledo y Lisandro Rosales Kirrington.
El expediente de Toledo establece que a tempranas horas del 13 de enero de 2012 este buzo agarró su respectivo equipo de trabajo y se sumergió al fondo del mar y no volvió a salir, de acuerdo con la versión del “cayuquero”.
Después de muchos meses buscando entre los “sacabuzos”, los dueños de los barcos y los capitanes, una explicación sobre el desaparecimiento de sus parientes, los familiares resignados a la desgracia, exigen a estos empleadores una indemnización.
A pesar de las citaciones de parte del Ministerio del Trabajo
para que respondan a las exigencias económicas de los parientes de estas víctimas, los dueños de los botes pesqueros han ignorado sus responsabilidades, establecidas en el Código del Trabajo.
“Aquí tenemos cuatro casos pendientes que me preocupan porque las personas afectadas todos los días vienen aquí y me preguntan ¿qué está pasando? ¿por qué usted no nos ayuda? Yo estoy en toda la disponibilidad de apoyarlos, pero el problema es que a los dueños de los botes se les ha citado por varias veces y nunca se han presentado”, sostuvo Roberto Palma, el jefe regional de la Secretaría del Trabajo.
De acuerdo con los archivos de la oficina regional del trabajo, los dueños de bote Richard Bonilla, Benjamín Galindo, Marlon Tatum y Dimas Blanco tienen cuentas pendientes con buzos accidentados y con familias de buzos muertos.
Según Palma, cada temporada de pesca más de 60 buzos o familiares acuden a esa oficina a interponer denuncia en contra de los patronos, reclamando indemnizaciones ya sea porque quedan lisiados o por muerte.
En una región costera llena de injusticia, las exigencias de los afectados por el buceo no prosperan porque carecen de recursos económicos para ejercer las demandas, o para poder trasladarse a La Ceiba, para ejecutar las acciones legales contra los dueños de los barcos pesqueros.