Honduras

Frederick Chatfield, el personaje oscuro de la época

En 1828 Morazán instala en Texíguat, Honduras, el cuartel general del Ejército Aliado Protector de la Ley

17.09.2020

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- A mediados del período presidencial de Francisco Morazán llegó a Belice un personaje que pocos se refieren a él, pero que fue clave en el destino de la Federación y en la muerte del héroe sublime.

Este hombre era Frederick Chatfield, el cónsul británico que llegó a la región a defender los intereses de otro imperio que quería posesionarse de la región. Y Morazán lo sabía.

Uno de los historiadores que investigó a este cónsul fue Medardo Mejía. En México, relata, “fuimos a dar con varios documentos reveladores de la vida de Chatfield”.

“Nos impresionó tanto el personaje que vino a Centroamérica sólo a destruir la República Federal, que nos hicimos la promesa a largo tiempo de ir algún día a Londres para instalarnos en el Museo Británico con el objeto de averiguar ahí cuanto se relacionara con el cónsul Chatfield en general con la historia secreta de Inglaterra en la América”, dice Mejía en el tomo III de su obra Historia de Honduras.

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Mejía cita la obra “Chatfield, cónsul británico en Centroamérica” donde su autor Mario Rodríguez dice que el diplomático fue un enemigo “formidable de la unión en América Central porque temió que el restablecimiento de una república fuerte pondría en peligro las posesiones territoriales de su país en esa área”.

El cónsul británico hacía un papel de estratega. Se alió rápido con los enemigos de Morazán, a quienes apoyó en las guerras “para entretener al gran jefe Morazán en las batallas criollas del Espíritu Santo y San Pedro Perulapán y no tuviera tiempo para pensar y actuar en la colosal empresa de liberar a la Costa Atlántica desde Belice hasta Costa Rica de conquistadores británicos”.

Por eso no es extraño que detrás del asesinato de Morazán, además de algunas familias “ticas”, el clero y de las familias aristocráticas de Guatemala, estaba el cónsul británico.

Mejía cita una carta de Antonio Pinto, el verdugo que dirigió el pelotón de fusilamiento, quien hace “loor eterno a los valientes soldados que dirigidos por una mano oculta (Chatfield) cargaron sobre sí el deber de recuperar vuestros derechos”.

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“Que Frederick Chatfield fue un bandido, no cabe la menor duda, como bandidos fueron cuantos integraron su orquesta destinada a ejecutar la marcha fúnebre de la República Federal”, concluye Medardo Mejía.

Enseguida argumenta: “No debemos olvidar que en aquella época Inglaterra era una amenaza viva y diaria contra toda la América Hispana”.