Choluteca, Honduras
La reciente decisión de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) de declarar a San Marcos de Colón “Reserva del Hombre y la Biósfera”, confirmó la presencia en Honduras de un sitio hasta ahora ignorado y poco promocionado, un potencial turístico que solo visitándolo se puede salir de cualquier duda.
EL HERALDO hizo un recorrido por el casco urbano de esta ciudad y por al menos una parte de la Biósfera de La Botija y pudo comprobar que el municipio tiene todos los méritos para ocupar ese sitial de honor que muchos lugares quisieran.
Se trata de un pueblo bendecido por la naturaleza, enclavado en la parte más alta de la zona sur, a 40 minutos en carro desde Choluteca y a diez kilómetros de la frontera con Nicaragua.
Desde que se abandona Choluteca y se va subiendo la cuesta hacia esta joya de la biodiversidad, el visitante siente la diferencia: un clima agradable, un panorama espectacular, un ambiente distinto y una población tranquila, trabajadora, honesta y educada.
La decisión de la Unesco
Desde hace dos años, la comunidad sanmarqueña en coordinación con el Instituto de Conservación Forestal (ICF) han venido de la mano trabajando por lograr el reconocimiento, dijo a EL HERALDO el representante del ICF en este municipio, Ridoniel Rodríguez.
El 14 el presidente Juan Orlando Hernández fue el primero en notificar en su cuenta de Twitter la resolución de la ONU. De esta forma San Marcos de Colón se suma a otros tres sitios que tienen la misma categoría de Reserva del Hombre como la Biósfera del Río Plátano, la Reserva de Biósfera Trifinio Fraternidad y la Reserva Hombre Cacique Lempira.
La diferencia está que en el caso de San Marcos incluye el casco urbano y no se debe confundir con la categoría de Patrimonio de la Humanidad porque este es otro programa de las Naciones Unidas.
“Lo que se ha hecho es admitir la reserva de Biósfera de San Marcos de Colón en la Red Mundial de Reservas de Biósfera de la Unesco”, le notificó Lucía Iglesias, corresponsal de prensa de la Unesco para América Latina, a Nohelia Mercedes Vallejo, experta en temas de turismo y matrimonio natural.
El viaje a la zona protegida
La Botija es una zona de 57,810 hectáreas con un ecosistema múltiple y una altura que varía entre los 500 y los 1,700 metros sobre el nivel del mar. Lo importante es que los sanmarqueños han aprendido a convivir en una relación armoniosa con el recurso natural sin llegar al extremo de destruirlo y ahora el compromiso es mayor porque están de por medio las Naciones Unidas.
Hay cultivos de todo tipo, pero lo que más predomina es la caficultura orgánica y la ganadería.
Para viajar a esta zona fueron necesarios dos intentos en virtud del fracaso del primero por una constante lluvia que impidió el acceso. En el segundo, el equipo periodístico entró por El Rodeo con la compañía de los guías Baltazar Montero y Carlos Mondragón, que conocen a perfección la zona.
La carretera de tierra está en buen estado, pero más adentro la calle se va angostando, lo que obliga a ir despacio en el carro de doble tracción.
El frío es intenso. La gente de la zona -inclusive algunos de avanzada edad- parece estar acostumbrada a estos bajos niveles de temperatura. Árboles de roble, encino y pino son característicos del lugar. Los pastes naturales que cuelgan de los pinos le dan un toque de belleza y atracción.
Después de pasar un terreno escabroso surge el primer hallazgo: una boca de mina abandonada con un profundo túnel y más adelante dos grandes agujeros en cuyo interior están los restos de dos viejos molinos con un volante de hierro de cuatro puntas de las cuales colgaban pesadas piedras que, con su movimiento circulario, lavaban la tierra de mina hasta sacar el oro.
4zonas protegidas enSan Marcos de Colón se suma a otras tres zonas declaradas Reserva del Hombre. |
A este lugar se le conoce como Las Minas de Cacamuyá. Al fondo, a unos 150 metros, se escucha una bulla permanente y escandalosa. El extraño no sabe de qué se trata porque la espesa vegetación le impide ver, pero se está casi al frente de la primera de las tres cataratas que hay en la zona.
La llaman El Chorro de la Mina, cuyas aguas cristalinas caen a la velocidad de un rayo desde una altura de 69 metros.
Más adelante está la otra cascada, que los nativos llaman La Loma del Salto, de 89 metros y la tercera más pequeña, el Salto de la Mona, de 42 metros. De estas aguas nacen dos ríos: el río Tinto o Negro y el Wans Coco o Segovia.
El atractivo de La Botija no se queda aquí. Al fondo de la montaña, a una hora a caballo o mula, está El Ojochal, el hábitat del mono cara blanca que tiene la característica de “lajear” (lanzar) con frutas al extraño que lo visita.
“El que va a este lugar tiene que ir armado para hacer tiros al aire para ahuyentar a los tigres y a las panteras porque se ven encajados en las ramas”, advierte uno de los guías. Luego nos trasladamos al Cañón del Caulato, unos cien metros de la frontera con Nicaragua.
Este cañón sobre el río Coco o Segovia es realmente un potencial turístico. El agua se desliza en medio de grandes rocas que parecieran diseñadas por el hombre, pero no es así. Es la naturaleza que ha bendecido a San Marcos de Colón.