Tegucigalpa, Honduras
Crear una prenda única en la que un caballero presuma estilo y elegancia al mismo tiempo no es tarea fácil, pero sí es posible gracias al arte de la sastrería, que cumple con las exigencias del hombre clásico y moderno.
Sin embargo, hoy en día la ruta de los templos del buen vestir masculino es casi desierta y en las calles de Tegucigalpa y Comayagüela son pocos los talleres que aún permanecen activos.
Tejiendo la historia
Federico Toscano, una figura pionera en este campo creativo, comenzó esta faena desde el año 1950, una época en la que el rubro estaba en su auge, ya que existían alrededor de 280 talleres de confección solo en Tegucigalpa, de los cuales hoy en día ninguno sigue vigente.
Los barrios Villa Adela, La Guadalupe, La Ronda y otras zonas son algunos de los puntos más estratégicos donde estos negocios suelen establecerse para que su clientela tenga un punto de referencia fácil de ubicar.
De interés: Comunidad Garífuna realiza homilía para honrar a la Virgen de Suyapa
En las páginas de la historia de la sastrería en Honduras el nombre Anglo Americano se menciona como una de las mejores en aquellos tiempos, ya que su propietario realizó sus estudios en Inglaterra, “la recuerdo muy bien porque fue precisamente en ese lugar donde yo aprendí mis primeros conocimientos cuando vine de mi pueblo en Nacaome, pues empecé en una sastrería cuyo dueño era un salvadoreño (Rafael Martínez), luego me vine para acá y me di cuenta de que nada de lo aprendido me servía, ya que no es lo mismo el trabajo de la zona rural que el de la ciudad”, dijo Federico Toscano, el propietario de Sastrería Toscano, al referirse a las exigencias del mercado en cuanto a los tejidos y materiales de confección.
¿Cuánto cuesta un traje?
Elaborar un traje a la medida del cliente, hecho con la tela de su preferencia y con los detalles específicos que se acoplan a su cuerpo y personalidad dependerá de muchos factores, entre ellos el corte y el tejido que elija, explicó el consagrado modisto.
“En una sastrería se puede conseguir desde un traje básico para uso diario hasta un conjunto de gala, y la diferencia entre una prenda con diseño personalizado es que esta es a la medida del cliente, sin importar los defectos físicos que él tenga, ya que el sastre tiene la obligación de cubrirlo para que pueda lucir bien, mientras que en una fábrica se crean los patrones”, detalló el maestro, cuyas piezas en su taller rondan desde los 6,000 lempiras.
Para Toscano, emprender este proyecto y mantenerse vigente en la industria no ha sido nada fácil, ya que hace algunos años fue víctima de la delincuencia y le robaron todos sus materiales y mobiliario, por lo que se vio en la penosa obligación de cerrar su taller, “los ladrones rompieron todo y no me dejaron nada, lo poco que había hecho lo destruyeron, por eso me fui de regreso a mi pueblo y dije que ya no quería seguir en esto”, cuenta esta leyenda viviente del arte sartorial.
Con el tiempo, y pese a la decepción anterior que sufrió en el pasado, el maestro retomó su camino en el campo creativo, y motivado por uno de sus pupilos, llamado Diego Toscano, a quien recibió en su taller desde la edad de 12 años, decidió comenzar desde cero. Actualmente, el caballero de 80 años y con más de seis décadas de experiencia en la sastrería persevera en la industria y es uno de los más cotizados en el centro de Tegucigalpa.
Le puede interesar: La inspiración del pintor Jesús Valladares Tejada
Las nuevas generaciones
La ruta en busca de los gurús de las tijeras y el hilo nos llevó a uno de los talleres más emblemáticos en las últimas décadas: la sastrería Bartolini, propiedad de Bartolo Guzmán.
Originario del departamento de La Paz, este referente de la sastrería nacional recibe visitas de diferentes partes del país y del mundo, inclusive de Europa, pues políticos, futbolistas, periodistas, diplomáticos y otros figuran en la lista de su distinguida y fiel clientela.
Quienes confían en la marca Bartolini logran destacar entre los invitados, cuando lucen sus trajes en importantes eventos sociales y oficiales, por eso es considerado uno de los sobrevivientes del rubro, a quien le han confiado trabajos como la confección del vestuario para el personal diplomático de la Embajada de España en la visita oficial de la reina Letizia a Honduras.
En la lucha por no abandonar el arte de la confección, el maestro Douglas Manuel Duarte, dueño de la sastrería Model One, ubicada frente al edificio de Condominios La Ronda, comentó que mantenerse en el rubro lo ha logrado a base de muchos esfuerzos, no solo económicos, sino la perseverancia y confianza en Dios, “inicié en la sastrería desde 1986 con un pequeño local en el conocido Bazar Mónica, donde estuve durante cinco años, luego me fui a Comayagüela, contiguo al Ministerio de Educación, y por último quedé aquí en La Ronda”, explicó Duarte.
Actualmente, este taller provee la fuente de ingresos de cuatro empleados, quienes a diario se dedican a la producción de prendas para oficinas, escuelas, colegios y vestuario en general para cualquier ocasión. Con el propósito de rescatar el trabajo artesanal, exclusivo e impecable que caracteriza a las piezas elaboradas por un buen sastre, el maestro y sus colegas, a pesar de que han sido afectados por el auge de la venta de ropa usada, no se detienen en sus proyectos y aspiraciones de crecimiento en la industria, “antes teníamos más oportunidades de prepararnos y de formar a nuevos profesionales, ya que existía una cooperativa, sin embargo, ahora vivimos por fe porque creemos todavía en lo que hacemos y nos resistimos a tirar la toalla porque sino nos morimos de hambre”, expresó el maestro.
En su taller hay espacio para el aprendiz y para el consagrado, ya que laboran talentos emergentes y rostros conocidos de la sastrería como Jorge Montoya, cuyo nombre ya hace eco entre el gremio.
En este lugar se confeccionan conjuntos masculinos desde 2,800 hasta 4,500 lempiras, según el material solicitado por el cliente y si se trata de vestimenta para uso diario o de gala, mientras que si son prendas básicas como pantalón o saco los precios van desde 350 hasta 1,400 lempiras por mano de obra, sin incluir la tela. Gentleman, Génesis, El Porvenir, Sastrería Tegucigalpa y D’Alex son otros espacios especializados en la elaboración de prendas de vestir que todavía permanecen en el mercado.
La competencia por la calidad y el sello creativo aún sigue siendo una carta de presentación en los sastres hondureños, pese a que cada vez que se cierra un taller de sastrería son hasta dos y tres negocios de venta de ropa usada los que se abren.