A Pablo Ojeda aún se le llenan los ojos de lágrimas cuando recuerda aquella tarde de agosto de 1994 en la que con siete amigos emprendió una travesía en una balsa de palos y gomas para huir de su Cuba natal.
Tras quedar a la deriva en el mar durante cuatro días y permanecer 16 meses detenido en Guantánamo, finalmente llegó a su destino, Miami, donde se reencontró con su esposa y su pequeño hijo.
Han pasado más de dos décadas y su deseo de regresar a una Cuba libre se mantiene intacto. Pero para él aún no ha llegado el momento.
'Si se acaba la represión y la falta de libertad volvería', dijo Ojeda, de 59 años, a The Associated Press. 'Allí no se puede ni hablar en la calle porque todo lo que uno diga en contra del gobierno es malo', expresó el exiliado cubano que no pudo asistir al velorio de su madre que falleció dos meses después de que él llegara a Miami.
En 2015 hizo un breve paso por la isla porque un tío estaba grave de salud. Lo que encontró no fue lo que recordaba.
La destrucción más tremenda la vi en la gente, muy flaca, lucía muy mal... fue lo que más me afectó', dijo mientras sorbía un café.
Al igual que Ojeda, muchos exiliados anhelan visitar Cuba por turismo o para reencontrarse con sus familias. Sin embargo, sostienen que aunque Fidel Castro ha fallecido no viajarán hasta que su patria recupere la libertad.
La muerte de Castro tuvo lugar tres días antes de que se restablecieran el lunes los viajes aéreos comerciales entre Estados Unidos y Cuba, una de las medidas más importantes desde que los presidentes Raúl Castro y Barack Obama restablecieron las relaciones diplomáticas entre ambos países.
Cientos de cubano-estadounidenses han volado a la isla en los últimos años a través de vuelos rentados. En su mayoría son personas que llegaron a Florida en años recientes por razones más económicas que políticas, a diferencia de las primeras camadas de exiliados que arribaron poco después del triunfo de la revolución en 1959.
'Me gustaría antes de morirme ir a Cuba, ir a mi pueblo Cienfuegos y recordar todo lo que viví. Pero yo no voy allá', dijo a AP Leonardo Carrascosa, un empresario de 82 años que llegó a Miami en 1966 dejando a toda su familia en la isla, a la que no vio nunca más.
'El día que se acabe el sistema' comunista volveré, indicó, tras recordar que antes de venir a Miami trabajaba vendiendo dulces en la calle y que las autoridades los perseguían por ser opositor.
En 1980 Carrascosa viajó hasta el puerto cubano Mariel con la intención de recoger allí a su madre y sus dos hermanos. Los esperó en su embarcación sin bajar, pero nunca aparecieron.
'Hice todo lo posible, pero no quisieron', recordó.
Siete años tenía Domingo Hernández cuando llegó a Miami con sus padres y una hermana. A su papá lo habían detenido en la isla por posesión de divisas y su familia no comulgaba con el comunismo. Dejaron allí a abuelos y tíos creyendo que la estancia en Estados Unidos sería algo temporal.
Han pasado 52 años, su padre falleció en Miami y nadie en la familia ha regresado a Cuba.
'Tal vez cuando haya un sistema democrático, orden y respeto sería interesante volver', expresó Hernández mientras saboreaba un café cubano frente a un restaurante donde otros exiliados comentaban la muerte de Fidel Castro.
A su amigo Juan Cabrera, un ingeniero de 64 años, le encantaría viajar con su familia para que sus hijos conozcan el país donde nació. Pero por ahora no piensa concretar ese sueño.
'Si Cuba fuera libre viajaría y me encantaría llevar a mis padres antes de que mueran', dijo el hombre que llegó a Estados Unidos en 1961. 'En una Cuba libre quisiera llevar a mis hijos para que vean donde nací yo y sus abuelos. Pero hasta que no cambien las cosas, no'. Sus padres tienen 88 y 89 años.