Por Tania Ganguli/The New York Times
ABU DHABI, Emiratos Árabes Unidos — Jaylen Brown, una estrella de la Asociación Nacional de Basquetbol (NBA), tomó el micrófono, listo para deleitar a la multitud a 10 mil kilómetros de casa.
“¡As-salaam alaikum, Abu Dhabi!”, dijo enérgicamente el jugador de los Boston Celtics, ofreciendo un saludo común en la región. La multitud vitoreó.
Fue un arranque festivo el 4 de octubre al tercer viaje anual de la NBA a Abu Dhabi, la capital de los Emiratos Árabes Unidos, para partidos de pretemporada. En esta ocasión, la liga envió a sus dos últimos campeones, los Celtics y los Denver Nuggets.
Abu Dhabi se ha convertido en el centro de la NBA en Medio Oriente. Los jugadores visitaron sitios culturales, el personal de la liga y del equipo se reunió con socios comerciales y la liga mostró la labor que ha realizado con los niños, particularmente las niñas, en la región. Abu Dhabi, a su vez, hizo alarde de su modernización, sus complejos turísticos de lujo, sus bajos índices de criminalidad y su compromiso con la tolerancia religiosa.
Pero lo que ensombreció el contorno del evento fue el turbio espacio ético en el que entran las empresas cuando hacen negocios en países como los Emiratos —una autocracia con límites a la libertad de expresión y de prensa, y que proporciona armas a combatientes acusados de atrocidades en la devastadora guerra civil de Sudán. Criticar al Gobierno o a sus líderes puede llevar a largas penas de cárcel, y los trabajadores con frecuencia se ven sujetos a condiciones inhumanas o que ponen en peligro sus vidas, afirman grupos de derechos humanos y el Departamento de Estado de Estados Unidos.
A medida que se expande globalmente la NBA, los observadores de derechos humanos han condenado sus relaciones en China, Ruanda y los Emiratos, diciendo que ayudan a los regímenes represivos a distraer de sus malas acciones.
“Han hecho este increíble trabajo de hacer que los EAU sean sinónimo de deportes”, dijo Ben Freeman, del Quincy Institute, un grupo de expertos estadounidense, sobre los líderes del País. Al calificar el esfuerzo como una forma de “cambio de imagen” —a veces conocido como “blanqueamiento deportivo”— Freeman dijo que los Emiratos “preferirían que la gente pensara en eso en lugar de todas las cosas malas que también son parte de su reputación”.
Adam Silver, comisionado de la NBA, dijo que el Departamento de Estado apoyaba su presencia en los Emiratos, un aliado de Estados Unidos.
Los grupos de derechos humanos se muestran escépticos de que los deportes produzcan cambios suficientes en países represivos como para que el saldo de su presencia sea positivo. Human Rights Watch dijo en su sitio web que había enviado una carta a la NBA el 30 de septiembre pidiendo a la liga que tomara medidas para abordar las cuestiones de derechos humanos en los Emiratos.
Silver discrepó con que la presencia de la NBA ayudara a ocultar abusos.
“Parece que los deportes atraen una atención desproporcionada a cuestiones positivas y negativas”, dijo. “Y creo que a raíz de esta región atrayendo deportes de alto perfil, como la Copa Mundial que tuvo lugar en Qatar, ha habido una enorme cantidad de discusión en torno a las opiniones de la gente sobre esos mercados y las actividades allí”.
El Medio Oriente es un mercado valioso para la NBA. A medida que los gobiernos de la región han buscado diversificar sus economías del petróleo y el gas, han gastado miles de millones de dólares en equipos y ligas deportivas y en importantes eventos deportivos. Y las riquezas de la zona pueden ser una gran ayuda para la liga. Además de los patrocinios de entidades emiratíes, los fondos soberanos pueden comprar pequeñas participaciones en los equipos de la NBA.
Como lo hace en otros mercados, la NBA fomenta la participación en el basquetbol como una forma de construir una base de fans. Durante el viaje de los equipos de este año, se llevó a cabo una clínica de basquetbol que incluyó a 130 niñas y contó con un panel en el que participó Allison Feaster, una ejecutiva de los Celtics.
Las cifras de la liga indican que su presencia ha aumentado la participación de las niñas en el basquetbol. Tiene tres años de operar un programa Jr. NBA en la región. En el primer año, hubo el doble de equipos varoniles que femeniles. Este año hubo 60 de cada uno.
Shamma Al Jasmi, de 15 años, tiene un par de años de estar en el programa para niñas. “El basquetbol tiene una parte diferente de mi corazón”, dijo. “Es muy especial para mí”.
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