Las tensiones de la surgida conflictividad en el Consejo Nacional Electoral (CNE), refleja unas más profundas existentes en el sistema político electoral de Honduras y tiene el potencial para trascender con efectos graves en nuestra democracia. La ausencia de consenso, la diversidad de interpretaciones legales a la legislación electoral y la pérdida de credibilidad de la ciudadanía en los procesos electorales son menores ante la vocación por el caos evidenciada por el pequeño grupo del partido Libertad y Refundación (Libre) en el control férreo del poder. Solo el CNE les falta para consolidar un poder absoluto. No se les puede permitir. Hay que salvaguardar nuestra democracia.
Ya vimos lo dañino que sería para nuestro país una titularidad como la que pretenden imponer. No fueron declaraciones irresponsables, fueron providenciales. Debemos resolver el conflicto: hay que dialogar y negociar. Entre partidos, con ciudadanos que puedan mediar junto a representantes de la comunidad internacional y de la sociedad civil. El CNE debe trasparentar todos sus procesos y más adelante, revisar toda la legislación electoral. Sea lo que sea, no podemos permitir que el conflicto escale. Ya sabemos, se reitera, que quienes ostentan hoy el poder es con el caos con el que tratan de asustar y domeñarnos, lo rechazamos, no vamos a permitirlo.
Un día más en esta situación y la credibilidad del próximo proceso electoral empieza a resquebrajarse, la polarización política dificultaría la gobernabilidad y esa tensión social, amenaza permanente, se agravaría, ni un día más y hay que resolver. Si no se logra el consenso, sería por mayoría, pero hay que hacerlo cuanto antes.
Lo contrario conduce a la parálisis institucional, ensañándose en el sistema electoral e irradiando efectos negativos en toda la gobernanza. Hay que poner punto final al conflicto en el CNE para conjurar la nefasta inestabilidad democrática. Hay que rechazar el caos como accionar político. Entiendan, Honduras es primero.