Hay payasadas escandalosas que estallan dentro de la argolla política, causando vergüenza en todo el país. Honduras ha sido convertida en un circo mediático, con espectáculos de poca monta y cirqueros caros, que cobran más por no hacer reír, con acróbatas, contorsionistas, equilibristas, escapistas, hombres bala, magos, malabaristas, mimos, monociclistas, payasos, titiriteros, tragafuegos, tragasables, trapecistas, ventrílocuos y zanqueros, todos ellos especialistas en retozar con las leyes en el interior de una gran carpa que cuenta con pistas y galerías de asientos para el público hastiado del mismo show. Esta semana que pasó arrastrando toda clase de griterías dentro del hemiciclo nacional, unos diputados ingresaron cuetes al Congreso, algo reprochable, condenable y además estúpido, a falta de debate e ideas para detener la aplanadora rojinegra. A través de las cámaras del Congreso Nacional y de haber divulgado a través de las autoridades, se puede presenciar que un diputado ingresó tres tristes cuetes y cachinflines. Las mismas cámaras que no pueden captar las coimas que se pasan de mano en mano en ese circo, sí pudieron captar los minúsculos cuetillos.
Ante semejante armamento para bajar aviones blindados, las autoridades del Congreso Nacional denunciaron un atentado de terrorismo por parte de diputados que se oponen a la elección del fiscal general y fiscal general adjunto del Ministerio Público (MP). Los excelentísimos señores ilegales que se pavonean en la junta directiva del Poder Legislativo señalaron de una sanguinaria revolución que se gesta dentro de las sesiones legislativas, acusando a varios diputados de portar pitos, pancartas y petardos, todo con el fin de entorpecer la seguridad del hemiciclo, llamando a la Dirección Policial de Investigaciones (DPI), al grupo élite antibombas, a la KGB y al batallón canino anticuetes para revisar las gavetas de las distintas bancadas. Todo un operativo de megaseguridad ordenaron los que ahora dirigen el Congreso, quienes en el pasado le metieron fuego al hemiciclo y quemaron la Constitución de la República, metiéndole fuego a todo lo que encontraban a su paso. A todo esto, la Dirección Policial de Investigaciones (DPI) analiza las muestras de pólvora (sobrantes de la Navidad pasada) encontrada en los curules de los diputados nacionalistas, también examinan con rigurosidad de química forense, en busca de indicios para análisis como tierra, polen, pintura, cabellos, pólvora, distancia de disparo de armas de fuego, residuos de pólvora en la piel, sangre, saliva, restos de acelerantes en incendios y explosivos sintéticos, para determinar el nivel de su peligrosidad y juzgarlos con la pena máxima por terrorismo extremo.
No es posible que la Policía siga obedeciendo órdenes de payasos, como si no hubiera miles de crímenes sin resolver, sin tener una tan sola pista, y si las hay no entran a ningún laboratorio científico para determinar culpables. Lo que sí es verdad, es que hay que tomar acciones para mantener el orden y para brindarle seguridad a los mismos congresistas y proteger su integridad física, pero para eso no hay que inundar de policías antibombas, sino mandarlos a la escuela a que se eduque esa tendalada de energúmenos que todos los días atentan contra la democracia y la mediana paz que se respira entre tanta impunidad y corrupción criminal de estas honduras. Hay que implementar nuevos métodos de seguridad en el Congreso. Lo único que hay que hacer es no votar por ellos, hacerlo sería gastar pólvora en zopilotes que no nos benefician en nada. A la larga, les haremos un favor, solo así evitaremos que ellos mismos se maten con su veneno lenguaraz, y de paso salvamos nuestro país.