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“Un asunto de negocios”

Una de las muchas escenas emblemáticas de la versión cinematográfica de “El Padrino”, la obra de Mario Puzo, es cuando Salvatore Tessio, el viejo amigo y fiel “caporegime” de don Vito Corleone se voltea hacia Tom Hagen para explicar su traición al nuevo líder de la familia. “Dile a Michael que solo eran negocios”, le explica al “consigliere”, con evidente aceptación de su fatal destino. La interpretación de Abe Vigoda le añade dramatismo a ese momento íntimo entre el impensado traidor y el cercano colaborador del heredero, que demuestra la implacable postura que asumirá el recién ascendido “capo di tutti capi” frente a aquellos cercanos que no le demuestren lealtad.

La película, además de ser una de las mejores de todos los tiempos, por los distintos detalles técnicos y artísticos de su realización cinematográfica, la calidad de sus prolijas actuaciones y la adaptación del libro homónimo, es una de las favoritas para quienes se sienten fascinados por la búsqueda y gestión del poder, pero también por quienes se dedican a formar a otros en liderazgo, negociación y estrategia. Y es que, aunque en otros espacios de la cotidianidad no haya que deshacerse físicamente de adversarios ni esperar que el plato se enfríe para cobrar venganza, no es menos cierto que el entorno competitivo, la cultura grupal, valores y visión con que se afronten los desafíos y cambios, desde la dirigencia y los subordinados, condicionan el éxito en cualquier proyecto que emprendamos. No hablaremos acá sobre teoría del poder, pero una visita a los detalles de la película permitirá entender el porqué es utilizada como recurso pedagógico en la alta escuela de negocios y el porqué es considerada una versión popular y más accesible de “El Príncipe”, para nacidos en el siglo XX.

No he podido evitar pensar en todo lo anterior, después de leer publicaciones de redes sociales, en las que algunos actores y comentaristas del escenario nacional hacen aseveraciones contundentes sobre el acontecer político, cercano o lejano, aprovechando la amplificada e irrestricta libertad de expresión en los modernos canales de comunicación. En la política casera muchos ven muertos y acabados a algunos jefes antes de tiempo y anticipan reparto de vestiduras y echada de suertes, olvidando que talento, organización, lealtades viejas y nuevas, y hasta “buena estrella”, también cuentan para salir de terapia intensiva (“más vale el diablo...”); cegados de sesgo, ven diferencias pugnaces e irreconciliables entre sus adversarios, ahí donde solo hay desavenencias temporales de intereses; ignoran la existencia, importancia, inteligencia y logros del otro, magnificando su propio tamaño, capacidad de acción, cerebro y alcances.

Olvidan que las lealtades cambian de dueños, que estos últimos seguramente serán pragmáticos, se reunirán con enemigos y sabrán “perdonarles”, harán alianzas y las romperán, suprimirán amenazas cuando sea requerido, aplicarán a rajatabla sus propios códigos, verán de menos a nuevos quizás traicionándoles como Tessio, porque “solo eran negocios”, y porque así pasa en las películas, pasa en la vida... pasa en la política.