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Mañana 15 de septiembre conmemoramos la primera gesta independentista centroamericana, proclamada en la ciudad de Guatemala hace de ello 203 años, en documento redactado por el criollo José del Valle. Dicha acta contiene en su cláusula primera que se convocaría a un congreso que debería ratificar lo decidido en la sede de la Capitanía General por la élite burocrática, eclesiástica y comercial guatemalteca.
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A diferencia de otras recién liberadas naciones que excluían a los habitantes de raza negra, la nueva patria nuestra incluía como ciudadanos “a los originarios de África”. Nuestra emancipación política se alcanzo sin masivos derramamientos de sangre, sin cruentas batallas, tal como si sucedió en las colonias españolas de México, Nueva Granada, Río de la Plata, Chile y Perú.
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Para el 1821 el istmo contaba con alrededor de un millón de personas, desde Chiapas hasta Costa Rica, con presencia de indígenas, mestizos o castas, blancos -peninsulares- y nacidos en América, con una economía fundamentalmente agraria, con cultivos para el consumo interno y para la exportación, básicamente añil, ganadera y minera.
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Las fuentes principales de riqueza de la Provincia de Honduras estaban constituidas por el tabaco (occidente), plata (centro-sur), ganado (Olancho y Choluteca).
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La centralización política-administrativa concentrada en la ciudad de Guatemala, núcleo del poder y la riqueza, provocaba tensiones con las provincias, dado que los comerciantes monopolistas guatemaltecos fijaban a su arbitrio los precios de los productos agropecuarios y los metales adquiridos a los productores salvadoreños, hondureños y nicaragüenses.
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Esta es solo parte de la historia centroamericana que hoy, 203 años después, debemos mantener viva.
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A todos, felices fiestas de independencia.
