TEGUCIGALPA, HONDURAS.-“La última vez que habló con nosotros fue en el año 2003, tenía tres meses de haberse ido para Estados Unidos, después de ese día no volvimos a saber nada de él” relató Jesica Soto, hermana de Javier Soto Colindres, un joven cobrador de bus que salió desde la colonia Torocagua para cumplir el sueño de sacar adelante a su familia.
En esa llamada, el muchacho les contó lo difícil que habían sido esos días en la ruta migratoria hacia Estados Unidos.
“Nos dijo que lo habían asaltado, que le robaron la ropa, todo el dinero, que por eso no nos había llamado, que estuvo trabajando en la calle para recoger un poco de pisto y poder hablar y que iba ahorrar algo para seguir el camino hasta la frontera”.
Su hermana lo recuerda como un muchacho emprendedor, luchador. “El día que se fue nos dijo que oráramos por él, que yo sepa iba solo, nos dijo que deseaba cambiarnos la vida con su trabajo en Estados Unidos”.
Esa última llamada su hermana la lleva plasmada en el corazón, “éramos tan unidos con él, es una situación difícil”.
Han pasado quince años, su hermana hoy en día es la coordinadora del Comité de Familiares de Migrantes Desaparecidos Amor y Fe (Cofamideaf) en la capital y ayuda a otras personas para tratar de encontrar a sus seres queridos desaparecidos.
La muchacha confió que han sido temporadas duras y más cuando hace un poco más de cuatro años comenzaron a recibir llamadas desde México.
- Aló, hola.
Pero nada, un silencio total del otro lado de la línea les enfriaba ese deseo de escuchar la voz de Javier, y la historia se repitió un par de veces más.
-Aló, hablen, por favor, ¿Javier, sos vos, me escuchás?
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Pero otra vez el silencio y apenas una leve respiración de fondo como evidencia de que alguien tenía el auricular pegado a su boca con un nudo en la garganta por decir aunque sea una palabra.
“Se repitió cinco veces, después no volvieron a llamar jamás, no sabemos si era él o alguien que sabía de él. Nunca dijeron nada”, explicó.
Pocos años después una pista revivió ese profundo sentimiento latente en la vida de Javier, un amigo de la familia que viajó en México aseguró haberlo visto, sin precisar las condiciones.
Al saber que el hombre volvería a viajar a ese sitio “le dimos el número de celular, que nos llamará al estar con él o que le diera el número de nosotros”.
Ninguna de las dos opciones se pudo cumplir pues apenas a la segunda semana de que el muchacho había llegado al destino donde estaba Javier “nos dimos cuenta que lo habían asesinado”.
Como coordinadora del Cofamideaf, Jesica Soto, no pierde la fe de volver a ver su hermano sonreír y jugar como cuando eran unos niños.
“Hemos visto casos de personas que se reencuentran muchos años después, el más reciente de una madre en El Progreso que se reencontró con su hija 28 años después de haberse separado y sin nunca haber podido hablar por teléfono, entonces por qué yo no puedo, ya pasaron 15 años, faltan 13 años más y estaré esperando ese momento”.
Confió a EL HERALDO que ella piensa que “mi hermano creo que fue secuestrado, me lo imagino también que tuvo algún accidente que le impide recordar quien en realidad es, pero estoy segura que está vivo, lo siento”.
Detalló que el día que llegue el momento de volver a verse las caras “será el día más maravilloso en mi vida, lo voy abrazar con todas mis fuerzas, le diré cuanto lo amo, cuanto lo necesito, le contaré que todo el tiempo lo busqué, en verdad éramos muy unidos, su dolor era mi dolor, y se que él está vivo y nos vamos a ver”.