TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Vender sus productos en la acera de una de las calles de la colonia Loarque ha hecho reflexionar a don Manuel Amador al grado de considerar que “al estar vendiendo en la calle he aprendido lo que es la solidaridad, que es algo muy escaso”.
“Yo nunca me imaginé que iba a vender en la calle, pero la experiencia ha sido muy bonita”, dijo a EL HERALDO este hombre que junto a su esposa Isabel Castro emprendieron en medio de la pandemia del covid-19 y empezaron a producir y vender buñuelos, taiyakis japoneses y tequeños venezolanos para poder sobrevivir.
VEA: Catracho´s, los emprendedores que llevaron la sazón de Honduras a El Salvador
Hace alrededor de dos meses que el matrimonio Amador-Castro y que son padres de dos hijas con edades de 11 y 20 años se vio obligado “por una gran necesidad” que estaban enfrentando, debido a que los dos se enfermaron y vendieron la maquinaria industrial que habían adquirido, pues se dedicaban a elaborar productos gourmet de buena calidad.
Isabel y Manuel, que tienen 21 años de casados, elaboran los productos en su casa desde horas muy tempranas, bajo estrictas medidas de bioseguridad.
Cuando el producto está terminado, don Manuel los comercializa en una de las esquinas de la primera calle, una cuadra abajo de Plaza Loarque.
ADEMÁS: Abigail Rodríguez, la hondureña que crea arte y alegría en medio de la pandemia
Allí le hace compañía a un vendedor de frutas, que todo el día también ofrece sus productos a las personas que circulan por el sector.
“A una cuadra de mi casa hay un muchacho que vende una variedad de frutas en un carro y sin conocerlo fui y le dije que si me daba la oportunidad de estar cerca y que no le iba a interrumpir en nada porque no íbamos a vender el mismo tipo de productos y empecé a vender allí”, detalló el emprendedor.
“Tengo alrededor de dos meses de estar allí en la calle y hay una gran aceptación del producto porque junto a mi esposa nos esmeramos de que el sabor sea especial”, detalló.
Tanto Isabel y Manuel, conocen al detalle de los productos que ofrecen al público, pues ella sacó cursos de repostería en el Instituto Nacional de Formación Profesional (Infop) y él estudió en el Hotel Madrid y se especializó como bartender y en preparación de boquitas.
“Uno en la calle se encuentra con gente que quiere ganarse el pan de cada día y muchas veces tienen que luchar contra la delincuencia”, reflexionó.
Sin embargo, es del criterio que “la peor lucha que enfrentan los vendedores de la calle es contra la gente que regatea, porque los tratan mal debido a los precios o por ser simples vendedores”. Don Manuel permanece en la calle desde las 9:00 de la mañana hasta las 5:00 de la tarde vendiendo las bolsas de buñuelos de seis unidades a un precio de veinte lempiras.
Si un cliente le compra cinco bolsas, don Manuel le regala una.
LE PUEDE INTERESAR: 'Danna´s Bakery', el dulce emprendimiento de una familia en la amarga pandemia