Comayagua, Honduras
El 14 de febrero del 2012 dejó marcado en la mente de todos los hondureños uno de los episodios más catastrófico después de Huracán Mitch.
Eran las 10:55 de la noche de aquella recordada fecha cuando 362 privados de libertad perdieron la vida de forma horrorosa al quemarse La Granja Penal de la ciudad de Comayagua, al centro de Honduras.
El llanto, los gritos de dolor y la impotencia por los familiares de las víctimas llenaban la páginas de los diarios nacionales e internacionales.
Cuatro años han pasado desde el acontecimiento, pero los familiares de los fallecidos aún recuerdan ese momento de angustia y dolor.
Una de ellas es Claudia Silva, madre de Marcos Vinicio Silva, alias 'El Revo', quien perdió su vida esa noche junto a los otros 361 reclusos que no pudieron escapar de las llamas.
Claudia habló con ELHERALDO.HN para relatar cómo fueron esos momentos que marcaron su vida y la de su familia.
Historia del hecho
Los gritos de desesperación y los llamados de auxilio en la bartolina 6 producto de las llamas y el humo que los consumía fue el inicio de lo que parece ser un relato apocalíptico.
Se trata de la tragedia que dejó como víctimas a un número aún no establecido de víctimas. Por un lado en horas de la tarde circuló una lista que daba cuenta de 362 reos entre muertos y desaparecidos.
El inicio
Se supo que fue en el módulo seis donde se desató un voraz incendio que en término de minutos se extendió por casi todo el reclusorio. Eran aproximadamente las 10:45 de la noche del martes cuando los 105 privados de libertad que habitaban allí comenzaron a gritar desesperados con la esperanza de un auxilio que nunca llegó.
La misma situación enfrentaron los internos de los módulos 7, 8, 9 y 10, con la diferencia que estos tuvieron más tiempo para derribar los techos de cinc y madera, lo que permitió que muchos lograran salvar sus vidas al saltar por la parte de arriba.
Lea también: I ncendio apocalíptico en penal de la región central de Honduras
Los bomberos fueron notificados de la conflagración a las 10:55 de la noche, por lo que se movilizaron los socorristas en carros cisternas y ambulancias, pero ya era demasiado tarde porque las llamas habían acabado con vidas de seres humanos que por diversas circunstancias habían perdido su libertad.
Los pocos que lograron salir de estos pabellones, sufrieron heridas al rozar en las láminas de cinc, fracturas al caer desde los techos y quemaduras porque fueron alcanzados por voraces llamas.
El 14 de febrero del 2012 dejó marcado en la mente de todos los hondureños uno de los episodios más catastrófico después de Huracán Mitch.
Eran las 10:55 de la noche de aquella recordada fecha cuando 362 privados de libertad perdieron la vida de forma horrorosa al quemarse La Granja Penal de la ciudad de Comayagua, al centro de Honduras.
El llanto, los gritos de dolor y la impotencia por los familiares de las víctimas llenaban la páginas de los diarios nacionales e internacionales.
Cuatro años han pasado desde el acontecimiento, pero los familiares de los fallecidos aún recuerdan ese momento de angustia y dolor.
Una de ellas es Claudia Silva, madre de Marcos Vinicio Silva, alias 'El Revo', quien perdió su vida esa noche junto a los otros 361 reclusos que no pudieron escapar de las llamas.
Claudia habló con ELHERALDO.HN para relatar cómo fueron esos momentos que marcaron su vida y la de su familia.
Historia del hecho
Los gritos de desesperación y los llamados de auxilio en la bartolina 6 producto de las llamas y el humo que los consumía fue el inicio de lo que parece ser un relato apocalíptico.
Se trata de la tragedia que dejó como víctimas a un número aún no establecido de víctimas. Por un lado en horas de la tarde circuló una lista que daba cuenta de 362 reos entre muertos y desaparecidos.
El inicio
Se supo que fue en el módulo seis donde se desató un voraz incendio que en término de minutos se extendió por casi todo el reclusorio. Eran aproximadamente las 10:45 de la noche del martes cuando los 105 privados de libertad que habitaban allí comenzaron a gritar desesperados con la esperanza de un auxilio que nunca llegó.
La misma situación enfrentaron los internos de los módulos 7, 8, 9 y 10, con la diferencia que estos tuvieron más tiempo para derribar los techos de cinc y madera, lo que permitió que muchos lograran salvar sus vidas al saltar por la parte de arriba.
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Los bomberos fueron notificados de la conflagración a las 10:55 de la noche, por lo que se movilizaron los socorristas en carros cisternas y ambulancias, pero ya era demasiado tarde porque las llamas habían acabado con vidas de seres humanos que por diversas circunstancias habían perdido su libertad.
Los pocos que lograron salir de estos pabellones, sufrieron heridas al rozar en las láminas de cinc, fracturas al caer desde los techos y quemaduras porque fueron alcanzados por voraces llamas.