TEGUCIGALPA, HONDURAS.- (Este relato narra un caso real. Se han cambiado los nombres)
La voz de Alia Kafati se escuchó claramente:
“Esa noche –dijo–, mi esposo me abusó sexualmente”.
“A mí, mi marido me violó muchas veces –dijo otra mujer–. Me cortó los dedos de la mano y nadie me hizo justicia”.
Gonzalo carraspeó.
“La justicia debe ser igual para todos –dijo–, y, aunque no tenemos un sistema perfecto, y tampoco son perfectos quienes imparten justicia, los jueces deben ser sabios, imparciales y justos… ¡porque es doloroso ver a un inocente destrozado por la injusticia, por la ambición o por la ignorancia de un juez!”.
“¡Eso es lo que pasó en mi caso!” –gritó Alia.
“Los jueces están obligados a ser justos” –replicó Gonzalo.
“¡Y no se les puede excusar cuando tuercen la justicia!” –exclamó la anciana.
“Tres jueces –agregó Gonzalo– condenaron a un hombre por el testimonio de una muerta. Le dispararon y llegó sin vida al hospital. Dos amigas cristianas oraron para que resucitara y les dijera quién la había matado. La muerta resucitó, les dio el nombre de su asesino, y se volvió a morir. ¡Y los jueces creyeron semejante barrabasada!”.
“¡Esos son nuestros jueces!” –exclamó la anciana.
VEA: Selección de Grandes Crímenes: Entre la jueza y la bestia (parte II)
“El 24 de octubre de 2016, mi exesposo me agredió –dijo Alia–, pero, cuando fuimos a juicio oral y público, su defensor le presentó a la jueza fotografías impresas de mensajes de texto del día 25, un día después…
A simple vista se veía que los mensajes estaban montados unos encima de otros. Al leerlos parecían una conversación tranquila y amena entre mi exmarido y yo. Él me dice “mi amor” y, supuestamente, yo le digo “Gordo”, con cariño.
Pero esos mensajes que supuestamente yo le envíe, no salieron de mi celular; salieron del número de celular 3370…, que no es mío… Y, el notario José Santos López dio fe de que esos mensajes estaban en el celular número 9978… y que su propietario era Christian Raúl Castillo Zelaya, pero nunca dio fe de que el número de celular 3370… fuera de Alia Kafati.
Ese nunca ha sido mi número, y así se lo dije a la jueza, pero ella no me hizo caso, como tampoco le dio valor al hecho de que esas mismas fotografías con esos mensajes ya habían sido presentadas como “pruebas” ante el juez José Humberto Palacios, en el Juzgado de Letras Penal de la Sección Judicial de Tegucigalpa, que las rechazó diciendo: “El medio de prueba de las impresiones de fotografías de conversaciones de WhatsApp supuestamente tomadas del celular número 9978… propiedad de Christian Raúl Catillo Zelaya, no pueden ser aceptadas por no ser objetivamente confiables ya que no fueron extraídas bajo el procedimiento controlado que establece el Código a través de un perito asignado por el juzgado, y estas pudieron haber sido alteradas, por lo que no podemos valorarlo así como ha sido presentado por la defensa, por lo que se rechaza este medio de prueba”.
Alia suspiró.
“Pero la jueza Sara Rodríguez dijo que eran válidas –agregó–, y emitió su juicio basándose en ellas. Dijo que los supuestos hechos, o sea, la agresión de Christian del 24 de octubre, “no resultan congruentes con la conversación armónica que sostuvo la señora Alia con el señor Castillo durante esas fechas, por lo cual, no es posible que una persona agredida con la magnitud relatada por la señora Alia continúe con una comunicación interactiva sin denotar molestia alguna, o que del texto se pueda inferir que se encontrase bajo un sometimiento, lo que por sentido común descarta los supuestos hechos acontecidos”.
Gonzalo sonrió. Alia añadió:
“Encima de eso, la jueza Sara Isabel ignoró un medio de prueba forense realizado por el perito José Orlando Rodas, que confirmó mensajes entre Christian y yo desde diciembre de 2013 a abril de 2017. Eran siete mil páginas con mensajes donde jamás apareció el número de celular 3370… En esas siete mil páginas siempre apareció el único número que he tenido, el 9970… A la jueza no le importó aquella prueba… Pero mi abogada, Dexa Antúnez, me preguntó:
“¿Cuál es el número de teléfono celular que usted tiene, señora Alia?”.
ADEMÁS: Selección de Grandes Crímenes: Entre la jueza y la bestia (parte I)
“¿Cuál es la pertinencia, abogada?” –preguntó la jueza, molesta.
“Su señoría, es en razón de los medios probatorios presentados por la defensa en donde se plasman dos números de teléfono”.
Luego, la abogada me preguntó:
“¿Por qué le mandó usted mensajes vía WhatsApp en fecha 25 de octubre del 2016 al señor Christian Castillo?”.
“No me acuerdo haberlo hecho”.
“Sé señoría –dijo la abogada Dexa–, en vista de la respuesta de mi representada, y que hay un medio de prueba que le fue admitido a la defensa, que usted en el acta manifestó de que se iba a admitir para el caso de que se le preguntara a la testigo en audiencia si había mandado o no esos mensajes, solicito, su señoría, que se le pongan a la vista, ya que ella ha negado haber mandado esos mensajes”.
“Esa prueba es de la defensa” –protestó Darwin García.
“Es una prueba común de todo el juicio –dijo la jueza–, entonces, póngasela a la vista”.
Alia revisó las páginas.
“¿Usted envió esos mensajes que acaba de revisar?” –preguntó la abogada Dexa.
“No. Para empezar, Christian nunca me hablaba así. Eso es como hablar con un extraño…”.
“¿De quién es el celular 3370…?”.
“No tengo idea”.
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Extraño
“¿Por qué actuaría así la jueza? –preguntó Gonzalo–. ¿Por qué aceptó esas pruebas si no estaban certificadas por un perito nombrado por el juzgado?”.
“Lo mismo cuestionó mi abogada –dijo Alia–. La jueza Sara Isabel dijo que, por sentido común, esos mensajes descartaban la existencia de los hechos… o sea, lo que me hizo Christian el 24 de octubre…”.
“Pero, ni la ley ni la justicia se basan en ‘el sentido común’ –exclamó Gonzalo–. Ese es un horroroso error de la jueza”.
“O una maligna complicidad” –musitó la anciana.
“Eso no sé –agregó Gonzalo–, pero, lo que sí sé, es que el juzgador debe basarse en la ley, en las pruebas debidamente certificadas por peritos forenses… Por algo rechazó esos mensajes el juez Palacios Guifarro”.
Violación
Gonzalo dio vuelta a varias páginas del expediente.
“El 5 de marzo de 2017 usted fue víctima de violencia sexual…”.
“¡Sí; fui abusada sexualmente por mi esposo! –confirmó Alia–. Veníamos de una boda, y al regresar, él quería tener intimidad… Todo el día me había tratado mal… y yo no quería… Estaba demasiado tomado y el aliento le apestaba a puro. A él no le importó, empezó a forzarme, me tiró a la cama, me quitó el vestido… yo le decía que no… pero él siguió…”.
Alia calló.
“La violación es un delito grave –agregó Gonzalo–, así y la realice el propio cónyuge”.
“Nadie castiga eso –dijo la anciana–. ¿Cuántas veces aquel malvado violó a mi hija antes de matarla?”.
“Mire, Carmilla –me dijo Gonzalo–, aquí está el vaciado telefónico… Extracción Forense número 0801-2017-0023, firmada por el perito José Orlando Rodas”.
Yo empecé a leer: Mensajes enviados el 6 de marzo, 2017 a las 10:12 AM.
Christian: “Amor, mirá, te pido disculpas si te ofendí, si fui pesado, si me pasé, etc. Yo creo que ya te he pedido disculpas más de unas diez veces, en vos está si las aceptás…”.
Alia: “Me sentí humillada, me faltaste al respeto de una manera que yo no creo que no te acordés. Fuiste pesado, grosero, me agrediste. No te quería besar por tu sabor a puro y alcohol, y me forzabas a hacerlo, agarrándome la cara a fuerzas, apretándome los cachetes. Cuando te decía que me dolía, me pegabas bofetadas en la cara, y lo seguías haciendo mientras te agarrabas de mi cuello ahorcándome”.
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“¡Bueno –exclamó la anciana–, una bestia pidió disculpas!”.
“Pero la jueza Rodríguez no lo vio así…” –dijo Gonzalo.
“Según Sara Isabel –dijo Alia–, Christian no me pedía disculpas por haberme agredido y abusado, y para ella no era cierto lo que conté”.
“Pero, ¿por qué más le pediría disculpas al día siguiente de que abusó de usted?” –preguntó la anciana.
Yo leí lo que dictaminó la jueza:
“Si bien en esa fecha, 6 de marzo de 2017, también la señora Alia recibió dos mensajes del señor Cristian donde le está pidiendo disculpas, estos fueron antes de los enviados por la señora Alia, sin que estableciera el motivo por el cual las pedía, razón por la cual no lograron inferir a la juzgadora que sean una aceptación implícita a los reclamos de la señora Alia”.
“Para la jueza fue por cualquier otra cosa, ¡pero no por haberla abusado! –exclamó la anciana–. ¡Dios mío! ¡Justicia hecha en Honduras!”.
“Parece que en el caso de Alia, la jueza Rodríguez Echeverría no formó su convicción valorando en forma conjunta y armónica toda la prueba producida, como manda el Artículo 202 del Código Procesal Penal”.
Yo intervine:
“Pero, según leo, ¡la jueza parece culpar a Alia por lo que le pasó! Dijo: “si la señora Alia se encontraba en una condición de vulnerabilidad o peligro inminente, no se expondría a ser nuevamente agredida”.
Alia agregó:
“Dijo que, si mi marido estaba tomado, yo no tuve que haberlo provocado”.
Yo leí:
“Como ser humano –dijo la jueza–, automáticamente, ante una situación que ponga en peligro su vida, una persona activa mecanismos de protección a fin de evitar un evento que pueda perjudicar su integridad, sobre todo si está en una reunión en la que es posible la ingesta de licor, y que como consecuencia de ello genere una discusión que desemboque en un acontecimiento más gravoso”.
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Gonzalo dijo:
“En el expediente está el dictamen de la evaluación psicológica realizada por el psicólogo forense Gustavo Amador: ‘En el caso de la evaluada, los rasgos ansiosos se manifiestan por constantes sentimientos de tensión y temor a sufrir un ataque sexual debido a las experiencias vividas, relativo a los hechos denunciados.
La evaluada presenta rasgos ansiosos, sintomatología que presenta a raíz de los delitos que se están denunciando; manifiesta ansiedad, tensión emocional, angustia y aflicción, generados por la dinámica de pareja y ligados directamente con los hechos denunciados que va implícito a lo que es la violación y con las pruebas’”.
Gonzalo me dijo:
“Lea lo que dijo la jueza acerca del dictamen”.
Yo leí:
“El dictamen psicológico de la víctima, por sí solo, no da resultado para determinar la culpabilidad del señor Castillo, ya que en este estrado de justicia la prueba resultó insuficiente para dar certeza positiva que los hechos acusados existieron”.
Al terminar, pregunté:
“¿En qué se basó entonces la jueza para decir que lo que Alia denunció es mentira?”.
“Según sus valoraciones, en su criterio personal. Un juez no ignora lo que es el delito de violencia doméstica”.
“Yo no estoy segura –exclamó Alia–, porque para Sara Isabel la violencia doméstica es algo natural. Para ella es normal que el hombre maltrate a la mujer. Dijo que esto pasa en todos los hogares. Y, según veo, estos hombres no deben ser castigados por la vía penal”.
Seguí leyendo:
“De acuerdo con las máximas de la experiencia, dice la jueza, es posible que la señora Alia, en algún momento de la convivencia con el señor Christian, haya sufrido alguna situación estresante que no es apropiada en el seno de un hogar, lo que acontece en la mayoría de los núcleos familiares, pero no para ser de competencia estricta de la esfera penal”.
“Según Rolando Argueta –agregué–, presidente de la Corte Suprema, los jueces deben aprender más sobre violencia doméstica y violencia intrafamiliar”.
“Palabras” –dijo la anciana.
“En Honduras hay jueces instruidos, justos y fieles a la promesa de cumplir las leyes y proteger los derechos de las víctimas –exclamó Alia–, pero, a mí no me tocó uno de ellos. Aunque Christian entró al juicio oral y público con una sentencia firme en su contra del Juzgado Especial de Violencia Doméstica por el delito de Violencia Física y Psicológica, la jueza Sara Isabel lo declaró inocente de los delitos por los que lo denuncié: desobediencia, violencia intrafamiliar y violencia intrafamiliar agravada. Actualmente, mi caso está en casación, esperando que se me haga justicia.
Pero presenté una petición ante la Supervisión General del Poder Judicial para que la jueza sea investigada por su actuación en mi caso… ¡Solo quiero justicia para mí y para las mujeres que han sufrido a manos de sus verdugos, y también a manos de la ceguera de la Justicia! Por eso he creado la Fundación Hay Salida, para apoyar a mujeres abusadas... ¡que son miles! Las ayudamos con asesoría legal gratuita y con ayuda psicológica”.
Gonzalo dijo:
“Carmilla, este es el caso de Gladys Lanza, defensora de las mujeres. Uno de los jueces que la condenó fue Sara Isabel Rodríguez Echeverría… Las damas de Visitación Padilla quieren que EL HERALDO cuente este caso… Lo que pasó con doña Gladys fue injusto, un crimen, un asesinato judicial”.