Le llamaban “el poeta del manga” y una artículo del diario español El País lo retrata como un “puente entre el manga y el cómic occidental”. Nacido el 14 de agosto de 1947 en la prefectura de Tottori, Japón, Jiro Taniguchi, revolucionó este género en los años 80.
El artista autodidacta, que se caracterizó por abordar un gran número de géneros en sus libros, marcados por un especial énfasis lírico, falleció en Tokio a los 69 años.
El autor que deja un legado de historias sencillas y humanas que recrean la vida cotidiana en su país, fue galardonado en numerosas ocasiones en su país y en Europa.
Una década después, se dio a conocer en el extranjero con “Barrio lejano”, su obra maestra, y mostró poco a poco un eclecticismo celebrado por sus compañeros de profesión con mangas como “El gourmet solitario”, “El almanaque de mi padre” o “Un zoo en invierno”.
Sus historias reflejaban con precisión la intimidad de los barrios japoneses, y ofrecían un recorrido por el día a día de su país que recordaban el cine de su compatriota Yasujiro Ozu, con temas universales como la familia, la niñez o la naturaleza.
El autor sencillo, que reconocía la influencia de dibujantes europeos como Jean Giraud (Moebius), sedujo a numerosos lectores en el mundo entero, especialmente en Francia.
“Preparaba una nueva obra para la familia, una historia en tres tomos, ‘El bosque milenario’, todo en color, una novela corta cercana al manga”, indicó a la AFP su agente y traductora al francés, Corinne Quentin.
Por dentro
“Nos sedujo su obra íntima y falsamente nostálgica, pero era ante todo un gran autor”, asegura Sébastien Langevin, redactor jefe de la revista francesa especializada Canal BD Manga Mag.
“No le gustaba el avión, pero era tan curioso y viajaba mucho en su cabeza, lo cual queda claro en sus obras menos famosas que ‘Barrio lejano’”, dice Quentin.
Nacido en el seno de una familia muy modesta, Taniguchi empezó en el manga en 1970 con “Un verano seco”.
Luego se dedicó al manga policíaco y se interesó por el registro histórico con “La época de Botchan” (1987), antes de abordar en los años noventa unos relatos centrados en personajes de los que dibujó tanto la silueta como el alma.