Crímenes

Selección de Grandes Crímenes: El misterio del cadáver calcinado

Como dice Gonzalo Sánchez, la investigación criminal es casi una ciencia exacta
16.04.2023

TEGUCIGALPA, HONDURAS.-

RESUMEN. Una mañana, en el viejo cementerio de una aldea, dos hombres que llevaban a pastar a las vacas se encontraron con algo extraño. Una tumba recién abierta, y en la fosa, algo que se quemaba. Llamaron a la Policía, pero el misterio se hizo más grande conforme empezó a pasar el tiempo, ya que nadie sabía quién estaba enterrado en aquella fosa. Y nadie supo nunca que hubo un velorio o entierro de alguien que después fue llevado hasta aquel lugar para su descanso eterno.

Las llamas lo consumieron todo, y el técnico de inspecciones oculares solo encontró “unos dientes”, astillas de hueso quemadas y un reloj, fino, y que había resistido el fuego por horas. Además, había dos recipientes de plástico en un lado del árbol de higo que estaba cerca de la tumba, en los que, supuso la Policía, llevaron la gasolina.¿Qué había pasado allí? ¿Quién era el muerto? ¿Por qué nadie lo conocía? ¿Por qué nadie en la aldea sabía que estaba enterrado allí? ¿Y por qué quemarlo después de algún tiempo de estar enterrado?

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Policía

Estas y otras preguntas se hacían los agentes de homicidios de la Policía de Investigación Criminal. Pasaron toda la tarde en el cementerio, y no encontraron nada más que les pudiera servir para identificar al muerto. Solo tenían dos dientes, destruidos por el fuego, y el reloj. Los pequeños pedazos de hueso no servían para nada.

En el laboratorio de la Policía los técnicos no encontraron huellas digitales en los bidones donde estaba la gasolina, así que tampoco servían de nada, aunque tenían grabada la leyenda “Guateplast. Hecho en Guatemala”, y un número, que tal vez pudiera servir para seguir el camino de los bidones desde aquel país. Pero eso no importaba mucho. Los agentes esperaban a que los técnicos limpiaran bien el reloj. Sabían que encontrarían algo en él. Y así fue.

Era un reloj Rolex Mariner, de acero, cuyo interior había sido gravemente afectado por el fuego, o por el calor de las llamas; pero, por fuera, estaba bien. Y hasta brilló el brazalete cuando los técnicos lo limpiaron. Entonces, al final, uno de ellos dio un grito de alegría:

“¡Bingo!” -dijo.

“¿Qué hay?” -preguntó su compañero.

“Creo que esto es una pista que los agentes no esperaban...”

Y, mientras hablaba, le enseñó la parte interior del reloj. En la tapa de acero estaban grabados un nombre, y una dedicatoria, en letra menuda.

“Para Carlos Centeno Luke. Con amor, de Marie. Los Ángeles, CA. 2013”.

Los agentes sonrieron.

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Lo primero que hicieron fue buscar aquel nombre en la base de datos del Registro Nacional de las Personas, y resultó ser hondureño, de San Marcos de Colón. Luego, pidieron ayuda a Personas Desaparecidas. Y se dieron cuenta de que iban por buen camino. Carlos Centeno Luke tenía siete semanas de haber desaparecido. Pero la denuncia de su desaparición no se puso en Honduras. Una mujer que dijo llamarse Marie de Centeno le dijo a la Policía que su esposo estaba desaparecido. Que había viajado a Honduras hacía dos semanas, y que tenía siete días exactos de no saber nada de él.

“La última vez que hablamos fue el sábado -dijo-, y hoy es sábado, y no me contesta las llamadas, su teléfono está apagado, y en el hotel donde está hospedado dicen que salió el sábado anterior a eso de las dos de la tarde, y que no regresó. Pero como tiene pagado un mes de habitación por adelantado, a nadie le extrañó que no regresara. Además, en el hotel no están pendientes de los clientes, ya que respetan su privacidad.

También esto les dijeron a los agentes, que pidieron revisar la habitación.

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Allí estaban su ropa, tenis, zapatillas, laptop, y su desodorante, su champú y su perfume. Pero, de él, ni rastros. A la tercera semana, su esposa viajó a Honduras; pero vino a nada. Su esposo seguía desaparecido. La Policía no podía hacer nada. Lo último que se sabía de él es que salió del hotel, y quedó grabado en los videos de seguridad. El carro que había alquilado estaba en el estacionamiento del hotel.

Carlos salió a pie, seguramente a algún lugar cercano. Y del celular que usaba solo estaban las llamadas de su esposa, algunas a varios amigos y a dos de sus hermanas en San Marcos de Colón. Pero esto lo supieron los detectives por el vaciado del celular. El aparato no aparecía por ninguna parte. Y estaba apagado, desde el sábado en la tarde, día de su desaparición.

Investigación

Buscaron los agentes en los videos de seguridad de los lugares cercanos al hotel, y no encontraron nada. Era como si a Carlos se lo hubiera tragado la tierra. Pero, dos meses después de su llegada a Honduras, ya se sabía lo que había pasado con él.

“Alguien lo raptó -dijeron los detectives-, lo asesinó, y llevó su cuerpo lejos, para desaparecerlo por completo... Y así hubiera quedado, pero en su afán de destruirlo lo desenterraron y lo quemaron hasta que de él no quedó nada...”

“¿Pero por qué tomarse semejante molestia?”

“Tal vez porque los asesinos creyeron que no habían hecho bien las cosas, y que en este cementerio esa tumba era extraña, y alguien lo iba a notar. Era mejor regresar, quemar el cuerpo hasta destruirlo por completo, y borrar toda evidencia...”

“Pero se olvidaron de quitarle el reloj”.

“Ese fue el error que, al menos, nos ha servido para saber quién era el muerto. Ahora, hay que saber quién, o quiénes, querían su muerte, y por qué”.

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“Alguna venganza, seguramente”.

“Por la forma en que lo raptan, es posible que alguien lo citó y se lo llevó. Lo matan, y lo llevan a enterrar, con ataúd y todo; y esto, lo tenía bien planificado. O sea que conocían bien los movimientos que hacía la víctima; es seguro que lo vigilaron; es seguro, también, que sabían de su viaje, y se prepararon para cobrarse una deuda vieja... Y digo vieja porque este hombre tenía cincuenta y dos años y treinta y dos de vivir en Estados Unidos...”.

“La señora, Marie, dice que es su segunda esposa... Que tenía doce años de estar con él, y que tienen dos hijos gemelos de diez años... él, de su anterior matrimonio, tiene tres hijos; dos varones y una hembra... Los tres viven en Los Ángeles... Uno tiene veintiocho años, y la niña tiene veintiséis. El menor, que padece de síndrome de Down, tiene dieciséis...”

“¿Qué más sabemos?”.

“Se dedicaba a la construcción, desde que llegó a Estados Unidos, y tenía su propia empresa, grande, y exitosa... Era un hombre solvente al que le gustaba lo bueno...”

“¿A qué vino a Honduras?”

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“Venía cada dos o tres años, a visitar a sus hermanas, a quitarse el estrés, y a estar solo... Contrataba una habitación por el tiempo que iba a estar en Honduras, pero hacía viajes al interior, como a San Marcos, por ejemplo; pero esta vez no llegó a visitar a sus hermanas... Ellas se quedaron esperándolo”.

Marie

La mujer, de unos cuarenta y tres años, baja y bonita, les dijo a los policías que su esposo no tenía enemigos, que era trabajador y que se llevaba bien con sus empleados. Además, ayudaba a sostener un hogar de ancianos en California y otro en Honduras. Le gustaban los carros clásicos y los relojes Rolex. El que llevaba puesto cuando vino a Honduras en su último viaje se lo regaló ella por aniversario de bodas, hacía algún tiempo.

“¿Sabe usted de alguien que quisiera hacerle daño?”.

“Ya le dije que no, señor; mi esposo era querido y respetado”.

“¿Sabe si traía mucho dinero en este viaje?”.

“Tarjetas de crédito... Y poco efectivo...”.

“¿Sabe si tenía enemigos en Honduras?”

“No... No tenía enemigos... Si hubiera sido así, él me lo hubiera comentado...”.

“¿Siempre venía solo a Honduras?”

“Una vez viajé con él...”

“¿Sabe si su esposo tenía alguna... amiga especial en Honduras?”

“No, señor... Mi esposo era bueno...”

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“¿Alguna vez tuvo problemas con la ley en Estados Unidos?”

“Alguna multa, el seguro de un trabajador que sufrió algún accidente... Cosas así... Jamás cometió un delito...”

“¿Saben sus hijos que su padre está muerto?”

“Yo les avisé cuando ustedes me llamaron. Primero les dije que estaba desaparecido. Después, les di la mala noticia”.

“¿Se llevaba bien su esposo con los hijos del primer matrimonio?”

“Lo normal... Aunque, ya de adultos, los veía poco...”

“¿Por qué? ¿Se distanciaron por algo?”

“Él siempre fue responsable con ellos; les pagó todo lo que necesitaban, hasta que se graduaron en la universidad e hicieron su vida... bueno, con excepción de Charly, el niño menor, que tiene síndrome de Down... Él siempre necesitó atención especial; pero mi esposo no lo abandonó nunca”.

“¿Y la madre? O sea, la primera esposa...

”La mujer hizo una pausa entes de responder.

“Bueno -dijo, desviando la mirada-; ella no es buena cosa... Estuvo siempre en rehabilitación por alcohol... y no sé qué más... Hasta que Carlos se cansó, y le pidió el divorcio... Ha vivido de la pensión que le da mi esposo... Bueno, que le daba, según la ley... Ahora les toca a sus hijos mantenerle el buen nivel de vida que ha llevado...”.

“¿Le causó muchos problemas esta señora en su matrimonio con don Carlos?”.

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“En realidad, sí... Un día, hasta llegó a acusarlo de haber abusado de sus hijos...”

“¿Abusado...?”

“Sí; eso... Abusado... Usted me entiende... Pero el caso nunca llegó a la Corte, y ella se tranquilizó... Con dinero y alcohol, ella estaba en paz...”

“Y las acusaciones de abuso, ¿en qué quedaron?”

“En nada... Fueron invento de Elena...”

“¿Habló alguna vez su esposo con los hijos de estas acusaciones?”

“Mi esposo amaba a sus hijos... Era incapaz de hacer algo así”.

“Eso no responde a mi pregunta, señora”.

“No lo sé, en verdad; pero, lo que sí sé es que siempre fue responsable, y amoroso con ellos... Aunque con el paso del tiempo se fueron alejando... Tal vez por influencia de Elena”.

“¿Lo acusaron de abuso de menores en alguna parte? Ante la Ley, quiero decir...”

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“No, señor”.

Hubo una pausa:

“¿Por qué alguien quería la muerte de su esposo? ¿Por qué matarlo, enterrarlo en secreto y después desenterrarlo para quemarlo hasta no dejar ni una sola evidencia?”

“No lo sé, señor...”

“Vamos a entrevistar a las hermanas, sus cuñadas...”

“Está bien...”

Pregunta

¿Qué había pasado con Carlos Centeno? ¿Quién quería verlo muerto? ¿Y por qué? ¿Cómo iba a resolver este misterio la Policía?

Continuará la próxima semana.

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