PARTE 1/2
FEMICIDIOS. En poco más de un año, han sido asesinadas en Honduras más de cuatrocientas mujeres. Una ola de crímenes que llama la atención porque las víctimas son, precisamente, mujeres, y de todas las edades; y porque la mayoría han encontrado la muerte de forma violenta, muchas de ellas, fueron torturadas antes de que les quitaran la vida. Por supuesto, las feministas, y quienes defendemos los derechos de las mujeres, y de todo ser humano en general, nos preguntamos: ¿Por qué está sucediendo esto? ¿Por qué matan a tantas mujeres? ¿Quiénes son los asesinos? ¿Qué los motiva a cometer estos crímenes?
Ante este fenómeno criminal tan repudiable, se alzan muchas voces, exigiendo mayor protección para la mujer y políticas públicas destinadas a salvar a más y más mujeres de la violencia que está llenando con ellas los cementerios. Y hay quienes les exigen a la Policía Nacional y al Ministro de Seguridad que “eviten que más mujeres sean asesinadas”. Y, junto a esta exigencia, piden a gritos que haya más investigación para identificar a los asesinos. Peticiones justas, porque el Crimen, así, en mayúscula, es uno de los mayores enemigos de las sociedades; y así ha sido desde que el hombre camina sobre la faz de la tierra.
Para entender más sobre este tema, me reuní con algunos agentes de la Dirección Policial de Investigaciones, (DPI), y con amigos y amigas fiscales del Ministerio Público. Todos llevaban información en la cual destacaban las estadísticas, escritas, claro está, con la sangre de las mujeres asesinadas. Contamos cuatrocientas setenta y cinco mujeres; y nos detuvimos allí. Ahora, necesitábamos saber por qué murieron de forma violenta. Las causas pronto empezaron a aparecer ante nuestros ojos.
FISCAL UNO. “A esta muchacha, de treinta años, la mataron en una calle solitaria de su colonia -dijo una de las fiscales, señalando una fotografía en una página del expediente-. Le dispararon tres veces en la cara, y cuando estaba en el suelo, le dispararon dos veces más en la parte de atrás de la cabeza. Esto fue innecesario porque ya había muerto. De nada le valió que suplicara por su vida. El asesino le salió al encuentro, se paró frente a ella, y, tal vez le dijo algo, aunque eso nadie lo sabe porque no había nadie más en la calle; y la mató”.
AGENTE UNO: “El caso llegó a la DPI -agregó uno de los agentes-; y, como es nuestro deber, empezamos a investigar el crimen. Empezamos por analizar el modus operandi del asesino; y decimos “el asesino” porque en la escena del crimen solamente se encontraron casquillos de pistola de 9 milímetros. El criminal pudo estar acompañado. Es algo que no sabemos. Pero le disparó cinco veces, tres en la cara, que la mataron en el acto, y dos en la cabeza, para asegurarse que la misión estaba cumplida. Y este tipo de muerte tiene un mensaje en sí misma: es una ejecución. ¿Por qué? Era lo que teníamos que averiguar antes de seguir adelante con la investigación”.
AGENTE DOS: “Teníamos que saber, o, al menos, suponer el móvil, la causa del crimen. Los disparos en la cara son un mensaje. Algunas veces pueden ser un crimen pasional. Se mata de frente al amante del esposo o de la esposa, para que la víctima sepa quién y por qué se le quita la vida. Pero, los disparos en la cabeza sirven para rematar a la víctima, y esto sucede pocas veces en un crimen pasional. Pero, para saber esto, teníamos que hacer algo que es muy importante en la investigación criminal: conocer a la víctima”.
AGENTE UNO: “En investigación criminal es de mucha ayuda para resolver un caso conocer la vida de la víctima, su pasado, a qué se dedicaba, con quién vivía, con quiénes se relacionaba, si tenía tatuajes y qué significaban, si tenía antecedentes, o, tal vez su pareja”.
CARMILLA
“Y, en este caso que me presentó la fiscal, ¿averiguaron todo eso acerca de la víctima?”.
FISCAL DOS: “Vea bien la fotografía -me dijo-. Pelo pintado de rojo, líneas de los párpados tatuadas, cejas muy delgadas, y tres puntos encima del pulgar derecho, lo que significa ‘mi vida loca’. Si la ve bien, Carmilla, era una mujer muy bonita, no muy alta, y hermosa, de piel blanca, con pecas y lunares”.
AGENTES DOS: “Supimos que dejó el colegio a los catorce años porque salió embarazada, en su pueblo, en Santa Bárbara. Su pareja se hizo el desentendido, y ella siguió adelante con su vida, de forma que tuvo tres niños más, con tres hombres diferentes. El último tiene dos años, y el papá está privado de libertad en El Porvenir. Supimos que ella lo visitaba a menudo. Pertenecía a una banda distribuidora de drogas ‘independiente’”.
AGENTE UNO: “La mujer, después de que su esposo entrara a la cárcel, se quedó vendiendo al menudeo. Primero, marihuana; después, piedra. Y, por los informantes que tenemos, nos dimos cuenta que ella quiso entrar a un territorio que no era el suyo... Además, al investigar sus cuentas de banco, encontramos que tenía más de medio millón de lempiras ahorrados, y sabíamos bien que ella no trabajaba de manera formal... Se dedicaba a cuidar a sus hijos en una casa que alquilaba”.
AGENTE UNO: “Lo más significativo de esto es que, cuando la mataron, llevaba encima tres mil lempiras en billetes de baja denominación, quince piedras de crack, listas para ser consumidas, y tres cartuchos de marihuana”.
AGENTE TRES: “Uno de nuestros informantes nos dijo que ella no quiso hacer caso a las advertencias de los que controlan la zona de la ciudad donde ella trabajaba, por decirlo de alguna forma. Si ella hacía caso; si obedecía, nadie se hubiera metido con ella. Pero se saltó la tranca, según palabras del informante, y de allí le vino la desgracia”.
FISCAL UNO: “Este es solo uno de los casos que tenemos para mostrarle, Carmilla. Hay quienes nos critican diciendo que nosotros no trabajamos, que no nos importa la muerte violenta de tanta mujer, pero, ¿qué podemos hacer si cada quién decide a qué va a dedicarse, así y sea tan peligroso como la venta de drogas?”.
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AGENTE DOS: “En la DPI tenemos instrucciones directas del señor ministro de que les demos prioridad a la investigación de muerte de mujeres; y así lo estamos haciendo. Pero, entre más escarbamos en la vida, o en el pasado de las víctimas, como paso esencial para llegar a la solución del caso, identificar y detener al criminal, más nos damos cuenta que muchas de ellas, en un número muy alto, Carmilla, se dedicaban a cosas ilegales; y tan ilegales, que sabían que, si fallaban, si cometían un error, lo que les quedaba era perder la vida”.
AGENTE UNO: “Hemos detenido a asesinos de mujeres que, llevados por los celos, por la ira en un pleito, o por despecho, porque su pareja o expareja lo rechazó, cometieron crímenes horrendos... En estos casos, los celos, o la negativa de la mujer a seguir soportando malos tratos, desencadenó la ira del criminal, y le quitó la vida. ¿Qué tipo de víctima es esta? Creo que los maestros de la Criminología y de la Victimología responderían mejor a esta pregunta, y nos ayudarían a clasificar las causas de tanta muerte de mujeres en Honduras, para ayudarnos a prevenir que más y más mujeres sean víctimas de la violencia”.
FISCAL DOS: “Hay algo que se llama ‘realidad’, y sabemos que esta no se equivoca. La mujer asesinada por celos o por despecho es inocente de su muerte. Lo único que hizo fue tratar de alejarse de un hombre abusador. Y, al decir ‘es inocente de su muerte’, no quiero decir que ‘hay mujeres que son culpables de su muerte’; por supuesto que no. Creo que la vida es sagrada, y nadie tiene derecho a quitarla. Pero, ya que la actividad criminal es algo con lo que han de convivir las sociedades hasta el final de los tiempos, en estos expedientes que tenemos aquí, nos damos cuenta que la mayoría de muertes de mujeres tienen relación con las actividades a las que se dedicaban. Una vendía drogas; otra extorsionaba; otra traficaba con menores para el servicio sexual”.
Se calló la fiscal por un momento, y, después de buscar entre las hojas que llevaba en una carpeta, sacó una y la puso frente a mí, señalando la fotografía con un índice:
“Este caso es uno de esos. Esta mujer ‘conseguía’ niñas y niños de diez a quince años, a veces menos, y los ofrecía en una red privada de pederastas. Los niños y niñas vienen de familias pobres, muy pobres, y eran llevado bajo engaños por esta mujer, que les ofrecía hasta viajes, donde la esperaban los clientes... Aunque el caso está en secretividad, y esto desde hace mucho, mucho tiempo, la DPI y nosotros creemos que a esta mujer la mataron porque sabía demasiado sobre algunos clientes ‘de prestigio y dinero’, al mejor estilo de Jeffrey Epstein... Una noche, mientras venía de comprar comida en un restaurante de hamburguesas, se le acercó un motociclista y le disparó una sola vez. Primero se dijo que era una empresaria. Cuando la DPI la investigó a fondo, supimos que se dedicaba al tráfico sexual de menores para clientes ‘especiales’. Entonces, ¿por qué culpar a la Policía Nacional de que no hizo nada para protegerle la vida a esta mujer? ¿Sabía la Policía a qué se dedicaba? ¿Por qué exigirle a la Secretaría de Seguridad y al Ministerio Público que ‘evitemos más muertes de mujeres’? ¿Es que el ministro de Seguridad puede ponerle un policía a cada ciudadano? ¿No será que los valores en nuestra sociedad están en vías de extinción, y cada vez más y más mujeres, al igual que los hombres, están tomando el camino fácil para hacer dinero, o sea, el camino de la delincuencia, y de allí les vienen las tragedias?
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FISCAL UNO: “No queremos que más mujeres mueran a manos de la violencia. La mujer es jurídicamente frágil, y de allí viene el asombro, la indignación y la sorpresa cuando vemos que una mujer es asesinada. En la última reunión que tuvimos esta semana con el ministro Gustavo Sánchez, nos comprometimos a buscar una estrategia para alejar a más y más mujeres de actividades que puedan representar un alto riesgo para ellas. Pero una campaña que haga entender a la mujer que no vale la pena sacrificar la propia vida por algo de dinero fácil, debe ser sostenida, bien diseñada, y debe ser permanente, monitoreando sus resultados, y, por supuesto, imponiendo penas más severas a los abusadores y a los asesinos de mujeres. Pero hay que hacer esto ya. Empezar ya. Y el gobierno; el Estado debe implementar programas de educación o de capacitación para que más mujeres aprendan a valorarse más a sí mismas”.
NOTA FINAL
Creo que no es la mujer la culpable de la violencia de la que es víctima, ni de que un criminal le quite la vida. Hay tantas causas dentro de la criminalidad que aterroriza hoy en día a la humanidad, que es necesario volver a los valores antiguos, en los que el respeto a los demás era sagrado... Este es un tema espinoso, delicado, pero que debe abordarse con seriedad. No queremos más mujeres asesinadas... Pero, los expedientes que todavía faltan por ver, dicen verdades que, por amargas que sean, muestran una realidad que no se equivoca; pero que debemos cambiar para el bien de las mujeres de hoy y de mañana... o veremos a muchas más por el camino de la muerte...
CONTINUARÁ LA PRÓXIMA SEMANA...