Los trece miembros de la familia egipcia Abdul Latif dependen desde hace tiempo del turismo para evitar deslizarse de la pobreza a la ruina.
Adel Abdul Latif, quien vive en una destartalada choza a orillas de un canal sucio, se ganaba el sustento para su familia haciendo las figurillas faraónicas de alabastro que los vendedores pregonan en los templos alrededor de Luxor.
También trabajaba en la construcción, la cual dependía de la prosperidad de los hoteleros locales y otros empresarios que lo contrataban. Pero los turistas dejaron de venir.
Este invierno hubo tan poco trabajo – durante lo que había sido la temporada alta para el turismo en Luxor – que la familia tuvo que depender de las donaciones de efectivo y los cobertores gratuitos que les ofreció una organización de caridad local que se tambalea por sus propios males económicos.
Para los egipcios que toman nota de las crecientes calamidades del país, con la seguridad en declive y los precios al alza, el descenso sostenido en el turismo ha sido especialmente alarmante.
El turismo ofrece empleos directos a casi tres millones de personas, ingresos críticos a más de 70 industrias y 20 por ciento de las divisas extranjeras del Estado, ahora desesperadamente necesarias para apuntalar a la declinante libra egipcia.
Los cambios en la complexión de Egipto han sido asombrosos, ya que los destinos turísticos anteriormente codiciados se han convertido en gangas, los famosos templos se han vaciado y los residentes han dirigido su ira a la capital, El Cairo, el sitio de interminables disputas políticas y violencia callejera que han ahuyentado a los turistas.
“Nosotros somos quienes sufrimos”, dijo Ezzat Saad, el gobernador de Luxor, donde en mejores tiempos los turistas se relajan en los cruceros por el Nilo o vagan por la Gran Sala Hipóstila en el cercano Templo de Karnak.
“Lo que yo haga a nivel local, lo que haga el ministro de Tturismo,, tiene un límite. Nunca recuperaremos lo que teníamos sin estabilidad política y seguridad”.
CIFRAS ALARMANTES.
El turismo se desplomó en 2011 con la caída del presidente Hosni Mubarak y la revuelta que siguió. Algunos turistas han empezado a regresar, pero funcionarios dicen que son principalmente visitantes en las playas en vez de los más lucrativos turistas culturales que pasan 10 días o más en Egipto, y gastan en consecuencia durante sus vacaciones de una vez en la vida.
Todos los titulares sobre motines en Egipto profundizan la crisis. El Cairo ha sido la más afectada, con la ocupación hotelera declinando a por debajo de 15 por ciento o más en partes de la ciudad más cercanas a las protestas, según Hani el-Shaer de la Asociación de Hoteles Egipcios.
Desde El Cairo, las penurias se extienden a todo el país, afectando a los taxistas y conductores de carruajes tirados por caballos, los operadores de barcos, los guías turísticos y los vendedores en las tiendas.
“Si algo sale mal en El Cairo, los turistas cancelan todo el viaje”, dijo Hisham Zaazou, ministro de turismo de Egipto.
Los funcionarios se han desentendido de un problema que ninguna cantidad de labor de convencimiento parece capaz de solucionar. Ya se han visto obligados a abandonar las grandiosas campañas de mercadotecnia del pasado; hay poco dinero para anuncios y, en cualquier caso, un hábil comercial televisivo sobre Egipto seria inútil, si es seguido por un reporte noticioso sobre el último baño de sangre, dijeron funcionarios.
“La percepción es que no son bienvenidos”, dijo Zaazou. “Que el pueblo egipcio es hostil. Necesito cambiar esto”.
Así que los promotores del país se están enfocando en lo que dicen son los inflados temores sobre la seguridad en Egipto, los cuales están contrarrestando con un esfuerzo limitado para describir “la realidad”, dijo Zaazou.
Un plan es transmitir un video en vivo de Egipto en Internet – de playas y atractivos turísticos como el Museo Egipcio – para demostrar que todo está bien en muchos de los espacios más apreciados de Egipto.
Es un enfoque que México ha intentado también en su esfuerzo por atraer la atención hacia las distancias, a veces enormes y a veces no, entre una playa o plaza importante y la matanza relacionada con el narcotráfico que acapara los titulares.
“Queremos garantizar que Egipto no es sólo un kilómetro cuadrado donde hay turbulencia”, dijo Nasser Hamdy, el director de la Agencia de Turismo Egipcia. Por ahora, dijo, los operadores turísticos están tratando de eludir a El Cairo, y convertir a los destinos de playa aún populares en centros de transporte para excursiones hacia las ruinas antiguas.
Los funcionarios también están insistiendo en atraer a turistas de nuevos mercados, para reemplazar a los estadounidenses y otros visitantes que huyen de la crisis actual. El gobierno se ha enfocado en India, y especialmente en Irán, cuya relación con Egipto ha empezado a volverse cordial después de décadas de animosidad oficial.
NO ES SUFICIENTE.
Pero incluso ese esfuerzo ha sido complicado por la política: Recientemente, la llegada del primer avión cargado de turistas iraníes provocó una fervorosa respuesta de los islamitas sunitas ultraconservadores, quienes prometieron nuevos esfuerzos para advertir a los egipcios sobre lo que llaman los “peligros” del islamismo chiiíta.
Por ahora, Luxor se siente como un pueblo fantasma, acosado por la parafernalia de su glamoroso pasado. Los barcos crucero están ociosos y atracados juntos en racimos a lo largo del Nilo.
En la costera Cornisa, los conductores de carruajes tirados por caballos se pelean por los pocos turistas que salen del grandioso Winter Palace Hotel, con sus jardines y restaurantes espléndidos, pero desiertos.
El propietario de Gaddis & Co., una tienda de recuerdos en la planta baja del hotel que abrió en 1907, llamó a ésta la crisis turística más sostenida en Luxor desde el periodo entre las dos guerras de Egipto con Israel en 1967 y 1973.
Incluso después de que militantes mataron a 60 turistas en 1997 en el Templo de la Reina Hatshepsut, los visitantes se mantuvieron alejados sólo unos cuantos meses, dijo Badawy Fikri, un guardia que trabaja en el templo.
Antes de la revuelta, dijo, “yo no podía reconocer a un amigo entre la multitud”.
En un domingo reciente, sólo un puñado de visitantes recorrían las terrazas con columnas del templo. Ahmed Allam, un frustrado guía turístico, dijo que Egipto necesitaba “romper paradigmas”, buscando, como hacen muchos, formas novedosas de hacer a Egipto deseable de nuevo.
Señaló que el antiguo Egipto había perdido a su promotor más incansable, el extravagante arqueólogo Zahi Hawass, quien fue desplazado después del levantamiento debido a problemas legales y sus lazos con el anterior gobierno.
“Necesitamos facilitar más filmar películas aquí”, dijo Allam. “Necesitamos celebridades. Bandas de rock. Bodas en las pirámides. Esto requerirá años”.
No había visitantes en el cercano templo mortuorio de Ramsés II para ver la estatua caída vinculada por la leyenda con Ozimandias.
Un grupo de escolares egipcios tuvieron el museo de Luxor casi exclusivamente para ellos, perturbados soólo por un grupo de guías turísticos que vagaban por ahí; principalmente, dijo uno de los guías, porque no tenían nada mejor qué hacer.
“Tengo colegas que tienen recorridos cada tres o cuatro meses”, dijo Mohamed Aziz, que ha trabajado como guía por ocho años y está a punto de intentar algo más. “Mucha gente está trabajando sin salarios. Tenemos esperanzas y sueños, la realidad es otra cosa”.
Según algunas estimaciones, hasta 90 por ciento de la gente que trabaja en Luxor y las ciudades circundantes como Bairat dependía del turismo, dijeron funcionarios. Una organización de caridad local en Bairat que ofrecía ayuda a familias pobres, huérfanos y personas discapacitadas dijo que muchos de sus donadores más importantes – como dueños de hoteles y barcos crucero – habían dejado de donar.
Abulatta Ibrahim, quien forma parte del consejo de la organización de caridad, dijo que habían suspendido la construcción de un centro comunitario que iba a incluir una escuela, un centro manufacturero para modistas y una clínica. “Si no tenemos turistas”, dijo, “no podemos hacerlo”.