El futuro del mundo en este 2014 que recién comienza es sombrío. El anhelo de los pueblos en la búsqueda de la paz se aleja a diario en medio de las guerras internas que enfrentan decenas de países.
2013 se fue pero no se llevó con él los conflictos. Aunque no se puede negar que hubo momentos buenos. Colombia por ejemplo, parece más cerca que nunca del fin de una guerra civil que en 2014 cumplirá su 60 aniversario. También es posible que Myanmar eche el telón sobre décadas de conflictos étnicos internos.
El acuerdo alcanzado sobre el programa nuclear de Irán fue un magnífico estímulo para la diplomacia e incluso una muestra de dinamismo.
El Consejo de Seguridad de la ONU rompió por fin su bloqueo a propósito de Siria, al menos sobre las armas químicas del régimen y se comprometió a intervenir más enérgicamente en la parte oriental del Congo y de la República Centroafricana. Las negociaciones de Turquía con el
Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) siguen dando tumbos, pero el alto el fuego parece razonablemente duradero. Y Pakistán por su parte, presenció el primer traspaso democrático de poder de su historia.
Pero no todo es miel sobre hojuelas. Si bien hubo importantes logros, el proceso de paz de Colombia sigue estando a merced de los embrollos de la política nacional, con un año electoral por delante.
El rumbo positivo de Myanmar podría torcerse si no se controla la intolerancia desatada contra las comunidades musulmanas. Y el hecho de que Turquía y Pakistán, que estaban el año pasado en la lista de “los 10 peores”, no figuren en la de este año, no quiere decir que se encuentren en perfecto estado de salud.
No obstante, los casos de Siria y las recientes intervenciones militares en África central son los que mejor ilustran los fallos alarmantes de nuestra capacidad colectiva para administrar los conflictos.
En Siria, la velocidad y decisión con que la comunidad internacional actuó para eliminar las armas químicas de Bashar al Assad dejan en evidencia su incapacidad de actuar con la misma determinación para poner fin a los combates.
¿En qué se diferencia la lista de este año de la del año pasado? Hay cinco regiones nuevas: Bangladesh, República Centroafricana, Honduras, Libia y Cáucaso Norte.
Lo más importante que destaca la lista es que los conflictos mortales no suelen salir de la nada, sino que suelen tener profundas raíces: subdesarrollo, la incapacidad de los Estados para proporcionar los bienes públicos básicos a sus ciudadanos, las desigualdades y un gobierno depredador o que causa divisiones.
Demuestra también que para disminuir la fragilidad de los países más vulnerables -seguramente el mayor reto moral y político de nuestra época- hacen falta tiempo, entrega y recursos. Tres cosas que, por desgracia, faltan con demasiada frecuencia.
SIRIA Y LÍBANO
El avance diplomático logrado en septiembre, a propósito de las armas químicas sirias y la posterior labor de desmantelamiento, han tenido escasa repercusión en el campo de batalla. La violencia continúa y las consecuencias humanas se agravan. Después de haber evitado la intervención de
Estados Unidos, el régimen de Bashar al Assad ha vuelto a intensificar su campaña para expulsar a los rebeldes de sus bastiones en torno a la capital (Damasco), Alepo y la frontera con Líbano.
Además, ha tenido cierto éxito al intentar ofrecerse a los gobiernos occidentales como socio en la labor antiterrorista, un hecho irónico, puesto que su brutalidad y su utilización de las milicias sectarias son las que ayudaron a alimentar el extremismo.
Mientras tanto, Siria está arrastrando a Líbano, sin prisa pero sin pausa. La población de Líbano ha aumentado al menos un 25 por ciento como consecuencia del conflicto vecino.
Y la participación creciente de Hezbolá en nombre del régimen, teóricamente en una guerra preventiva para mantener a raya a los yihadistas, está sirviendo en realidad para involucrar en la lucha a su propio grupo militante chií. Otros ataques han estado dirigidos contra mezquitas suníes en Trípoli, donde las luchas sectarias han obligado al Ejército a hacerse con el control de la ciudad.
IRAK
Desde abril de 2013, cuando el Ejecutivo chií de Nouri al Maliki intensificó su represión violenta de un movimiento pacífico de protesta de origen suní, la ola de atentados, detenciones y ejecuciones ha ido en aumento.
La desconfianza de los suníes hacia el Gobierno central es mayor que nunca y ha abierto un hueco para Al Qaeda en Irak después de años de declive.
Este año han muerto ya más de 7,000 civiles víctimas de este ciclo de destrucción, pero el equipo de Maliki sigue sin mostrar deseos de llegar a un acuerdo. Los suníes iraquíes, en consecuencia, han vuelto la mirada hacia Siria, con la esperanza de que una victoria de la oposición en el país vecino les permita recuperarse políticamente en su propio país.
LIBIA
Acosada por miles de problemas de seguridad y atascada en un punto muerto político, la transición libia después de Gadafi corre peligro de descarrilar.
El mandato del Congreso Nacional General expirará el 7 de febrero y la formación de un órgano constituyente lleva ya más de un año de retraso. Alí Zeidan, el primer ministro actual, ha sido objeto de varios atentados -y un breve secuestro-, y cada vez son más numerosas las voces que piden su dimisión. Mientras tanto, la confianza de la población en las instituciones del Estado está desvaneciéndose y con ella la confianza en un proceso de transición que teóricamente iba a crear el marco para una nueva democracia.
Libia sufre cada vez más divisiones.
Tras la caída del régimen de Muamar el Gadafi, las milicias se apoderaron del Ejército oficial y las fuerzas de Policía y el país está repleto de armas.
En el este del país los asesinatos casi diarios de funcionarios de seguridad están alimentando belicosas actitudes contra el islam. Abrumado, el Gobierno se ha visto obligado, paradójicamente, a sobornar y conquistar a las milicias, en un intento de devolver el monopolio de la fuerza al Estado. Estos problemas no tienen soluciones fáciles.
HONDURAS
Honduras es el país en el que se cometen más asesinatos en todo el mundo, con más de 80 homicidios por cada 100,000 habitantes denunciados en 2013.
Un sistema judicial y policial débil, hace que la mayoría de los delitos graves no se persigan. Honduras, que es uno de los dos países más pobres de la región -la mitad de la población vive en pobreza extrema-, está, además, entre los 10 países con más desigualdades del mundo. Gran parte sufre una violencia criminal y la mayoría de los hondureños no tiene acceso a los servicios estatales ni goza de la protección de las fuerzas del orden.
La existencia de unas fuerzas de seguridad débiles y corruptas ha hecho de Honduras una escala ideal para las drogas que se dirigen desde los Andes hacia los mercados estadounidenses. Se calcula que el 87% de toda la cocaína que llega por aire a Estados Unidos se detiene primero en territorio hondureño.
Las actividades del crimen organizado van desde el tráfico de drogas y seres humanos hasta el secuestro y la extorsión.
Además de estas amenazas para la seguridad están las bandas callejeras, encabezadas por la Mara Salvatrucha y la 18, que entre ambas agrupan a unos 12,000 miembros.
Estas bandas aterrorizan los barrios pobres y urbanos de Tegucigalpa y San Pedro Sula. El recién elegido presidente Juan Orlando Hernández prometió durante la campaña una “mano de hierro” contra el crimen y propuso crear una policía militarizada.
Pero sin unos esfuerzos coordinados para fortalecer el Estado de derecho, la situación de Honduras seguirá siendo la misma, e incluso se irá intensificando, durante este año.
REPÚBLICA CENTROAFRICANA (RCA)
Meses de enfrentamientos mortíferos han llevado a un Estado, que ya era muy débil, al borde el hundimiento, con 400,000 personas desplazadas y miles a las que el terror ha llevado a esconderse. Casi la mitad de la población necesita algún tipo de ayuda y los servicios estatales, incluidos la Policía y el Ejército, han dejado de existir.
Hace solo un año, la transición de poder del presidente François Bozizé parecía tener buen rumbo. Pero el acuerdo se deshizo y, en marzo, los rebeldes de Seleka -una vaga alianza de combatientes musulmanes de la RCA, Chad y Sudán- organizaron un golpe para expulsar a Bozizé y sustituirle por su líder, Michel Djotodia.
En septiembre, Djotodia desmanteló Seleka, lo cual desencadenó una ola de violencia generalizada, sin que hubiera un Ejército nacional que pudiera acabar con ella.
Desde entonces, Seleka se ha dividido en una serie de facciones sin líderes que se enfrentan de forma habitual. Se habla de ataques diarios contra civiles y matanzas cometidas con machetes y armas semiautomáticas. Si la violencia continúa y las tensiones religiosas se agudizan, la violencia a gran escala entre distintas confesiones se convertirá en una posibilidad aterradora.
SUDÁN
Semillero de inestabilidad y violencia durante años, la situación sigue siendo terrible en gran parte del país. La agitación política en Jartum, la fragilidad económica y las múltiples tensiones en la periferia ofrecen grandes posibilidades de conflicto para 2014.
En noviembre, el ministro de Defensa anunció una nueva ofensiva contra los militantes del Frente Revolucionario de Sudán (FRS) en Kordofán del sur, Darfur y el Nilo azul, con el fin de “poner fin a la rebelión”. La alianza rebelde, que lucha para obtener un gobierno más representativo, respondió con atentados contra carreteras e instalaciones militares en Kordofán del norte y del sur. Jartum rectificó su estrategia, quitó importancia a la campaña y ahora dice que el Ejecutivo está dispuesto a reanudar las negociaciones. Pero los mediadores de la Unión Africana necesitan contar con su acuerdo para emprender un diálogo nacional que incluya al FRS.
Y por si fuera poco, uno de los grandes obstáculos que podrían impedir la solución de los problemas son los cargos existentes contra el presidente Omar al Bashir por crímenes de guerra en la Corte Penal Internacional (CPI).
BANGLADESH
Este país inició 2014 en medio de una escalada de la violencia política. Decenas de personas murieron y cientos resultaron heridas en los choques entre la oposición y las fuerzas de seguridad antes y durante las elecciones generales celebradas el 5 de enero.
Durante la campaña electoral, la oposición había adoptado una estrategia de cierres violentos en toda la nación. Además boicoteó las elecciones y acusó a la Liga Awami (LA), en el Gobierno, de ejercer el autoritarismo y cometer fraude electoral.
La principal fuerza opositora, el Partido Nacionalista de Bangladesh (PNB), declaró una huelga general de 48 horas. Muchos votantes se quedaron en casa por miedo a la violencia en la calle y en los colegios electorales, muchos de los cuales tuvieron que cerrar por problemas de seguridad.
Las raíces de la polarización política de Bangladesh vienen de muy atrás. Desde hace dos años, un tribunal nombrado por el Gobierno está juzgando, en unos procesos llenos de irregularidades, los crímenes de guerra cometidos durante la guerra de liberación del país en 1971 contra Pakistán.
CÁUCASO NORTE (SOCHI)
En febrero, Rusia será sede de los Juegos Olímpicos de Invierno -los más caros de la historia, con un presupuesto de 47,000 millones de dólares- en la ciudad de Sochi, a orillas del Mar Negro.
Pero la seguridad es un problema más grave que el costo: el conflicto actual más activo de Europa se desarrolla allí al lado, en el Cáucaso Norte.
Si el lema olímpico es “más rápido, más alto, más fuerte”, el lema de Putin para hacer frente a la insurgencia de la región parece ser “más malo, más duro, más fuerte”.
El líder de la rebelión islamista del Cáucaso norte, Doku Umarov, ha amenazado con trastocar los Juegos Olímpicos y ha instado a sus militantes a emplear todos los medios a su alcance para cometer atentados terroristas en toda Rusia. Y da la impresión de que le han hecho caso: en 2013, hubo al menos 30 atentados en el sur de Rusia.
En respuesta, el Gobierno ruso ha desplegado unas medidas de seguridad sin precedentes en Sochi y ha reforzado los controles fronterizos para impedir la infiltración de combatientes de otros países y reducir el peligro procedente del Cáucaso norte, en especial de su república más agitada, Daguestán.
Sochi debe ofrecer unos juegos seguros. Pero la vuelta a unas torpes políticas de represión seguramente agudizará el conflicto una vez que los juegos hayan terminado, lo cual permite pensar que 2014 volverá a ser un año sangriento en el sur de Rusia.