Duele y apena oír a un expresidente hondureño apoyar a Nicolás Maduro para agarrotar, matar y desaparecer a los venezolanos que exigen en las calles la dimisión del tirano obnubilado por el hedor de su chusca izquierda que, al igual que en Cuba, dejó totalmente inútiles y sometidos a sus habitantes.
El Socialismo del siglo XXI es creado como concepto en 1996 por Heinz Dieterich Steffan, un sociólogo y analista alemán radicado en México. Es el referente de analizar la deriva teórico-práctica de la izquierda anticapitalista posterior a la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (U.R.S.S.).
Este tipo de colectivismo es un “socialismo revolucionario” que emana de la filosofía y la economía marxista.
FALACIA:
Su idea adquirió difusión en un discurso del fallecido Hugo Rafael Chávez Frías el 30 de enero de 2005 durante el V Foro Social Mundial. Está sustentada en cuatro ejes: El desarrollo democrático regional, la economía de equivalencias, la democracia participativa y protagónica y las organizaciones de base.
Dieterich asienta su obra en la visión de Karl Marx sobre la dinámica social y la lucha de clases. En el marco de la Revolución Bolivariana, Chávez dijo, en su momento, que para alcanzar este socialismo habría una etapa de transición que denominó “democrática revolucionaria”.
“Hemos asumido el compromiso de dirigir la Revolución Bolivariana hacia el socialismo y contribuir a la senda del socialismo, un Socialismo del siglo XXI que se basa en la solidaridad, en el amor, en la libertad y en la igualdad”, sostuvo el extinto a mediados de 2006.
Maduro “gana” las elecciones en abril de 2013 a su contendor Henrique Capriles. Debilitado y discutido, rehúsa admitir que Venezuela está sumida en una profunda crisis económica y política con detonante criminal. Estéril desde su estrado, incita a sus adeptos al pillaje tras esfumarse hasta el papel higiénico.
CHOFER DE METRO:
Nadie sabe, hasta ahora, dónde estudió Maduro o, si por lo menos, sacó el bachillerato. Versados en política afirman que nació en Colombia, de donde es nativa su madre María de Jesús Moros. No habla ni responde preguntas sobre su debatida nacionalidad.
Fue chofer del Metro de Caracas, dirigió su sindicato y llegó a ser directivo de esta empresa pública. Muchos afirman que fue adiestrado en Cuba, pero no existe absolutamente ningún documento que lo pruebe. Hoy, es el cochero de una potencia petrolera en llamas.
En diez meses de gestión, Maduro mantiene posiciones dogmáticas frente a sus opositores locales y externos. Es un energúmeno con ademanes y habla idénticos a los de Chávez. No tolera la crítica constructiva. Repite constantemente su “amor” por los pobres viajando en jets privados.
BALAS:
La dictadura de Maduro es casi una copia de la opresión castrista. Los petrodólares dan sustento mensual a las masas que le valen para enfrentarse a millones de venezolanos que, en su lucha por liberarse de un chiflado, siguen muriendo desangrados a punta de balas y de toletes.
Un expresidente hondureño (poco cuerdo) se solidarizó con el gobierno despótico, represivo y asesino. Alabó las brutales golpizas infringidas a los miles de manifestantes. Entendemos que cuando él y sus hordas salgan a las calles a destruir, ¿La Policía debe golpearlos y refundirlos en un pozo malacate?
La cifra de muertos, desaparecidos y detenidos en Venezuela es imprecisa. Maduro mantiene un bozal a los pocos medios independientes y, los oficiales, aseguran que su presidente “ama a su pueblo”, contrario al discurso socialista de “solidaridad, libertad, amor e igualdad”.
PERRERÍA: Protestar y reclamar en esa nación es terrorismo; en Honduras, si lo hace un ambicioso desmedido y corrupto, es pelear sus derechos violentados por la oligarquía siendo ricachón por saquear al Estado. ¡Carajo chico, no te graduaste en la universidad pero posees doctorado en picardía!
Maduro instó a un “diálogo de paz”, mientras la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) arremetía brutalmente y, sin piedad alguna, contra los opositores. “Maduro eres un error histórico en Venezuela”, dijo Capriles en medio de cruentas protestas que buscan derribar al maquinista.
El presidente bolivariano está asesinando a su gente en una batalla campal sin precedentes, en un clima de tensión que poco sigue importando a América Latina. La Organización de Estados Americanos (OEA) no se inmuta ante la barbarie. Está totalmente insulsa.
Contrario a Venezuela, la OEA nos echó al derrocarse un mandatario debatido por abusivo y perdonado por otro igual o peor que él. Por eso seguimos teniendo corruptos de reyes defendidos por periodistas padrinos del latrocinio y la impunidad que reclaman justicia y equidad, si presos lucirían mejor.
Maduro está hosco. Aniquila a quien intente derribarlo de su cápsula de altivez, pero no logra expulsar de la lujosa residencia presidencial a las “infantas” Rosa Virginia y María Gabriela Chávez, hijas del extinto Hugo Chávez Frías, porque La Casona desborda en pompas. Tenemos una sala de cine privada solo para nosotras.
Para redondear la argolla de una siniestra mañosa, Rosa Virginia es la esposa de Jorge Arreaza, actual vicepresidente de la tierra de Bolívar.
Al que mandaron para Costa Rica pretendió meternos toda su raza con otra bandera pero con las mismas garras. ¡Socialismo de familia!
Acá realizan interminables francachelas, parecidas a las que gozaban las “gatitas en miel” con jugosos salarios en embajadas y secretarías de
Estado en el famoso “Poder ciudadano” hablando de ternura por los necesitados. Por eso añoran tanto el trono por la exquisita mermelada del jefe de jefes.
El falso socialismo de estos locos presumidos es llegar al poder para vestir las marcas de costosas marcas de ropa, relojes de oro y piedras preciosas, zapatos, lentes para sol, los autos exclusivos para sentirse igual, respirar igual y caminar igual que el capitalismo salvaje que tanto lidian estos congelados de la envidia.