TEGUCIGALPA, HONDURAS.-Siempre he creído que la noche me sabe de memoria y que es la única que realmente me conoce. La noche me permitió descubrir el verdadero rostro de la luz y sus afanes en este país.
Decir un poema en el día es una tarea del oficio; susurrarlo en la noche es regresarlo a su idioma sagrado del que no sabemos nada pero comprendemos a la perfección, por un instante.
Otros noctámbulos de mi país también navegan estas aguas: mentes maravillosas, gentes con ocupaciones excepcionales, espíritus sensibles y creativos, poetas, escritores, artistas de todas las disciplinas, sobrevivientes de la gran deriva del mercado, desterrados del mundillo cultural y su obscena superficialidad, gente cuyas acciones y trabajos representan los engranajes de la esperanza y del bien común.
Admiro a estas personas que hacen una obra en cualquier disciplina con responsabilidad. Algunos se fueron y regresaron, otros siempre van de paso, otros volverán, otros no. Lo esencial es su aporte a Honduras y su resistencia casi mística contra todo: permanecen leales a sí mismos, por eso son las referencias que la historia necesitará para configurar el devenir.
Si la vida era sólo un asunto de proteínas y de energía transformándose, de algún modo estas personas se revelaron ante ese ciclo, para ser belleza y la conciencia, y porque sin movimientos culturales o filosóficos de moda, comprendieron, desde muy antes, las palabras igualdad, solidaridad, justicia y trabajo.
Gracias a esos seres que la noche me permitió ver y que sostienen los días, dan aliento al humillado, al excluido, al ausente; a ese otro que, aunque no piensa ni cree ni vive igual que ellos, es noble; y ellos lo asumen así porque en su generosidad se acrisola el respeto total por lo que existe como corresponde a quien escoge la azarosa hermosura de la bondad.
Gracias creadores, lectores y a quienes aprecian el arte.
Leer y contemplar también es fundar un lenguaje para dialogar con el mundo. Gracias, así creas que Dios te sostiene, que la luz te sostiene, que las proteínas te sostienen, que vos mismo te sostienes, que una idea te sostiene, como sea, esta vez solo importa el lenguaje que en esta noche de transición entre la medida humana de los años me permite abrazarte, darte las gracias por trabajar por un país diferente y asomarnos a las utopías para tener el privilegio de llamarnos prójimos y hacedores del maravilloso oficio de creer y caminar.