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Abel Azcona: “El performance siempre ha sido la disciplina maldita”

El artista español comparte las intimidades que han influenciado el curso de su obra, mientras busca conectar historias. Aquí una entrevista a detalle
06.09.2024

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- La figura de la madre, o mas bien la ausencia de ella, marcó la vida de Abel Azcona y más adelante el curso de su obra.

Episodios de abandono, abuso, violencia y adicción han evidenciado heridas que mueven masas y permiten conectar historias en común. Y en una disciplina que hace del cuerpo el principal instrumento para comunicar, su mensaje ha llegado a casi una centena de países con públicos diversos.

Honduras fue su más reciente escenario. Ahora, para inmortalizar esta visita, aquí una entrevista con el originario de Pamplona, España, figura internacional del performance.

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¿Cuál fue el origen de tu interés por esta disciplina artística?
A mis 16 años me ingresaron en psiquiatría por un intento de suicidio. Salí a la calle totalmente desnudo, paré el tráfico en Pamplona, mi ciudad, y me puse a berrear. Mi psiquiatra me dijo que era una especie de brote psicótico, mientras que una persona de una escuela de arte me dijo que era una performance. Allí escuché la palabra performance por primera vez y empecé a usar la calle para contar mi experiencia, la narrativa de mi historia. Mi obra tiene ese contenido autobiográfico, muy personal.

¿Ha sido la ausencia de tu madre el principal hilo conductor de tu obra?
Sí tengo un poco esta obsesión con la figura materna y explorarla de manera continua siempre ha estado ahí, latente. Mi madre biológica era una mujer prostituida, heroinómana, que me abandonó al nacer, y básicamente toda mi obra tiene que ver con esa historia de vida. De hecho, hace poco ella ha aparecido, me localizó en el marco de una exposición, y básicamente nos conoceremos en una performance que será el 1 de abril en Barcelona el año que viene, justo cuando yo cumpla 37 años. Y claro, el hecho de que ella haya reaparecido está resignificando lo que hago.

Respecto a su proceso interno, Azcona confiesa que a través del performance “no diré que he podido sanar, pero sí hay una catarsis en la que he avanzado”.

¿Cómo evaluarías la recepción de tu propuesta en la comunidad?
España es un país muy católico, y al final el catolicismo te dice que las mierdas o las miserias hay que lavarlas en casa, tenemos esa cultura. Pero yo, en cambio, hago lo contrario: yo con mi mierda hago una catarsis individual, la sacó y la presento a la luz. Entonces, al principio sí que he sido criticado por contar excesos y utilizar el arte como una herramienta exclusiva para hablar demasiado de mi historia personal, pero llegó el momento en que he hecho mi propio sello de esto.

¿Otras disciplinas colaboran en la permanencia de tu obra?
Yo he trabajado el performance desde los 16 años, llevo 20 años en ello. Pero es verdad que ahora abrazo otras disciplinas pensando en la memoria, para que quede obra en pared. Hago mucho archivo, escritura, dibujos, audios, videos. Mi obra, al ser pansexual, no viene acompañada solo del cuerpo, sino de todo lo que hay alrededor del cuerpo. Al final es también todo tipo de documentación que me posibilita llegar a más público.

“Ha habido veces en que me he arrepentido de exponerme tanto, porque lo cuento absolutamente todo, pero ha sido mi forma de sobrevivir”.

¿Consideras que el performance es la gran incomprendida de las artes?
Durante años creo que ha sido la disciplina maldita en el sentido de que era muy poco academizable. Pero creo que desde 2010 que Marina Abramovic hace su retrospectiva en el MoMA (Nueva York) cambia un poco esa percepción. Ahora, por ejemplo, en la Bienal de Venecia, que es para mí el evento más importante de arte contemporáneo en este momento, las obras del León de Oro son performances. Es decir, las performances ya llenan los espacios museísticos, no hay ningún museo del mundo que no programe performances de vez en cuando. Entonces, digamos que la disciplina ya está abrazada.

Sin embargo, yo creo que también debemos mantener esa parte maldita; o sea, yo no quiero artistas cómodos, ni institucionales. Creo que tenemos que seguir ocupando la calle, continuar siendo disidentes y conseguir un equilibrio en donde podamos dialogar con la institución y exponer en ella, pero manteniendo la esencia.

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¿Cuál es el elemento social que engloba a estos artistas?
La performance es la única disciplina artística en donde los mayores referentes internacionales son mujeres, no hay otra. Somos maricas, mujeres y negros; cuerpos disidentes que teníamos la necesidad de ocupar un espacio. En otras disciplinas como la pintura y la escultura, los mayores referentes son siempre los mismos perfiles: señores blancos heterosexuales.

Abordar temáticas como abuso sexual, maltrato o violencia ha representado, a su juicio, “conectar historias que todos tenemos en común”.

En tu experiencia, ¿qué hace a un buen performance?
El performance es una herramienta maravillosa porque no se puede calificar nada como bueno o malo; es proceso. Entonces, si tú eres verídico, eres real y lo que estás contando ahí no lo teatreas, es decir que tu historia la pones allí sin filtros, será una buena performance. Todo lo que pase construye la obra y en ese sentido no hay fracaso en ello.

A mí me personalmente me interesan los cuerpos sangrantes (no en el sentido literal) sino los cuerpos dolientes, que lloran y que cuenten historias. Busco que el espectador salga del espacio totalmente horrorizado, llorando, gritando, odiándome; eso me interesa mucho más que un espectador que viene a ver mi exposición y al día siguiente no se acuerda de nada.

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¿Cuál es tu perspectiva del performance en Honduras?
Sinceramente conozco poco, en los libros no salen artistas hondureñas. La impresión que me ha dado el país es que van un poco dormidos, cómodos en lo artístico, con piezas políticas, todo muy encajado, correcto y académico. No he visto nada radical todavía. Pero ojo que los espacios se abren. Yo era un artista disidente que solo podía hacer performance en la calle y ahora mismo estoy haciendo performance en los museos más importantes del mundo.

Durante su visita a Honduras impartió una conferencia sobre su trabajo y colaboró en una performance con mujeres hondureñas.