TEGUCIGALPA, HONDURAS.- El 9 de mayo de 2012 en horas de la madrugada fue secuestrado el periodista Alfredo Villatoro, director de noticias de HRN, la radioemisora más antigua de Honduras. Seis días después, fue encontrado sin vida.
Este suceso, junto con el crimen en contra de un hijo de la exrectora de la UNAH y su amigo, conmocionaron la sociedad hondureña a principios de esta década. Ambos hechos violentos fueron el punto de partida para que en 2013 un grupo de estudiantes universitarios de la carrera de Comunicación y Publicidad de Unitec realizara un cortometraje de ficción basado libremente en ambos eventos.
Este filme de 20 minutos de duración es “Calcetines rojos”, dirigido por Mario Gavarrete, con un crew y elenco en su mayoría conformado por estudiantes de dicha carrera.
De Alfredo Villatoro a Alejandro Altamirano
En el cortometraje, Ricardo Letelier interpreta a Alejandro Altamirano, un periodista que es testigo de un crimen y por ello es secuestrado por sujetos armados, que obedecen órdenes superiores. Este personaje es el que evoca al mencionado Villatoro.
La actuación de Letelier es mesurada, convincente, sobre todo en la escena en la que lo llevan en carro, en un gris amanecer, hacia su destino final.
El antagonista está encarnado en un jefe policial ambicioso y vicioso, interpretado por Jorge Osorto, quien maneja los hilos oscuros de los sucesos violentos que acontecen en el drama. Aunque convence en su vil rol, por instantes desentona con diálogos sobreactuados.
La dirección de fotografía a cargo de Daniel Núñez estuvo muy bien, sobre todo en interiores, donde las partes en tinieblas adquieren significación y dramatismo gracias a la excelente sinergia entre fotografía y dirección de arte.
No quiero ahondar en detalles de la trama para no dar spoilers. Les sugiero que vean el cortometraje en el canal de YouTube de UNITECineyTV, donde es uno de los cortometrajes hondureños populares, con más de 10 mil vistas.
El cine para reflexionar sobre la labor periodística
En los países altamente desarrollados, y por ende con mayor cantidad de medios de comunicación influyentes tanto dentro como fuera de sus fronteras, el séptimo arte ha sido un vehículo para mostrar ante la opinión pública las dificultades, los riesgos y los vicios a los que tiene que hacer frente el periodismo vernáculo.
Hollywood ha sido particularmente muy crítico en cuanto a retratar los excesos del periodismo, por lo que nos ha dejado clásicos como Network (crudo retrato de la manipulación de las masas por medio de la televisión, con fines aviesos), Wag the Dog (en la que el gobierno usa a los medios para inventarse conflictos foráneos para invisibilizar y luego disipar un escándalo interno), Green Zone (sobre las mentiras mediáticas en torno a la existencia de armas de destrucción masiva en Irak, motivo por el que fue invadida), entre otros.
Al cine hondureño eso le hace falta, ser más crítico de la labor periodística, de la fuerza que ejerce el llamado cuarto poder en la conciencia social, del silencio mediático ante situaciones insostenibles que exigen debates sociales objetivos a gran escala.
Ese es el reto que queda para los cineastas que decidan abordar como tema la labor periodística, o mejor aún, para los comunicadores sociales que se embarquen en el séptimo arte.
