TEGUCIGALPA, HONDURAS.- 'Yo creí que el arte era otra cosa, porque eso que está allí yo lo vivo todos los días”. Campesino hondureño.
El último artículo, titulado “El viejo dilema de la forma y el contenido en el arte”, suscitó ciertas inquinas en algunas personas que siguen aferradas a las viejas concepciones que hicieron del arte un “subproducto ideológico”. Entre otras cosas, señalaron que “el contenido también importa”, que el arte “no puede estar al margen de una ideología” y hubo quien, armado de una arrogancia muy común en el medio, postuló que “esa discusión no tiene sentido porque ya fue superada”.
En su orden respondo lo siguiente: (1) Nunca he dicho que el contenido no importa, no insistí en explicar el asunto porque me pareció que ese argumento era tan elemental que no debería causar mayor discusión; lo que sí enfaticé es que los contenidos, no importan de la índole que sean, deben finalmente consustanciarse en una forma artística, en última instancia, el verdadero contenido en el arte es su forma y agregaré algo más: esa forma debe ser autónoma, más adelante hablaré de este valor autónomo en el arte.
(2) Tampoco dije que el arte no tiene ideología, lo que señalé es que el arte no puede reducirse a un simple vaciado ideológico; el arte no está en el origen de la realidad sino en la realidad que origina; el otro problema es creer que lo ideológico en el arte solo es aquello que se deriva de lo político, nos cuesta entender que sobre el mundo hay múltiples visiones y cada una de esas formas de ver la realidad está estructurada ideológicamente; con esto, lo que quiero poner en relieve es que los modos autónomos con que opera el arte permiten trazar múltiples caminos y opciones para examinar la realidad de manera crítica. La realidad sobre la que el arte opera no solo es social, también es íntima, surrealista, inverosímil, desconcertante, mágica, en fin, hay realidades que se mueven por fuera de las matrices de la “razón pura” y el arte es el único que está en condiciones de abordarlas porque este no está interesado en descubrir verdades, sino en construir nuevos puentes para acceder a ese universo humano desconocido, incluso a aquel que la ciencia ha postulado como único e invariable; no en vano Giulio Carlo Argan ha sostenido que “todo lo que sabemos acerca de la realidad se nos da por medio de una tormentosa alternativa: no es una imagen unitaria y grandiosa que se impone como un sistema lógico de valores eternos, sino una precipitada sucesión de imágenes disociadas y enigmáticas, pero fragmentarias siempre”, pues bien, con esta tipología de lo real que se mueve entre lo consciente y el mundo turbio y crepuscular del inconsciente, es que debe lidiar el arte.
(3) No es cierto que la discusión sobre la forma y el contenido estén superadas, es probable que este debate sobre el signo y el significante esté superado en la academia, pero no necesariamente está superado artísticamente. Hace poco vi una muestra (Turma) que puso en evidencia la escasa reflexión formal sobre las obras, ese proyecto mostró esa vieja tiranía de los contenidos o temas sobre las resoluciones estéticas, pero para no ser injustos, una pintura de Marcio Arteaga que lleva por título “Sonidos de vida” y una escultura de Nahún Pérez llamada “1 + 1”, escapan de esa lógica contenidista; diré algo más: la manera de cómo se ha trabajado la representación figurativa en Honduras es una muestra de que este debate entre la forma y el contenido no está superado; nuestro discurso figurativo ha tenido rasgos miméticos bien acentuados.
Sobre la autonomía en el arte
Decir que el arte es autónomo no significa que esté desvinculado de la realidad histórica, significa que tiene su propio lenguaje para constituirse como realidad; el objeto artístico, en sí mismo, pertenece al mundo de los fenómenos reales, si el arte es realidad entonces lo que necesitamos comprender es cómo esa parcela de realidad se relaciona con el conjunto de los fenómenos reales como un todo, o dicho en palabras de Argan: “cuáles son las cualidades que distinguen a los fenómenos artísticos dentro del mundo de los fenómenos; o bien, de qué manera obra y actúa la realidad del arte en el ámbito de una realidad que no podemos considerar inmóvil y que está, por lo tanto, continuamente modificada, inclusive, por el arte”.
Estas interrogantes solo pueden resolverse metodológicamente si abordamos el arte como categoría autónoma, productora de realidad. Esta es la razón por la cual no podemos seguir sosteniendo el falso y trillado argumento de que el arte es un “reflejo de la realidad”, perspectiva que surge desde que el marxismo vulgar y mecánico sentenció que la superestructura social era un simple reflejo de la estructura económica.
Para Piaget percibimos el mundo mediante estructuras lingüísticas y estructuras perceptivas, nunca interiorizamos la realidad de manera inmediata. Si el conocimiento de la realidad se da mediante un proceso estructurado entonces la aprehensión de la misma se constituye en una forma, es decir, en un cuerpo organizado de estructuras que revelan sus leyes internas y su modo de comunicar lo real, si no es de esta manera, el arte está condenado a reproducir lo que ya existe, viviría de una realidad prestada; si el arte es una forma de la realidad, entonces también se manifiesta o constituye mediante estructuras perceptivas y lingüísticas propias, en esto consiste su naturaleza autónoma. Cuando el arte se define como “reflejo de la realidad” estrecha su universo creativo quedándose en los simples límites de la ilustración; en este punto, la construcción de la imagen queda sujeta a una función referencial, transparente y directa de lo que consideramos como “mundo real”.
El arte no puede conformarse con representar la apariencia superficial de las cosas, ni albergar en su práctica las visiones del mundo familiares y comunes que los seres humanos construimos como si fueran naturales, esto significa en los hechos empobrecer el conocimiento de la realidad o transitar por lo que Carlos Nelson Coutinho ha denominado el mundo de lo pseudoconcreto. La plástica muralística, hoy en boga en algunas ciudades de Honduras, nos ofrece un discurso cargado de una iconografía bucólica, desprovista en términos generales de investigación y conciencia estética. Solo un arte elaborado desde el reconocimiento de su autonomía puede trascender el mundo de las formas aparentes y fundar el mundo en el jardín del infierno o en los arrebatos del cielo.
El arte no se rompe frente a los espejos
Si el arte fuera “reflejo de la realidad” los pintores tendrían que comprar espejos en vez de telas y colores
20.10.2019
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