TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Agoniza el segundo y definitivo reinado a JOH tras su reñida reelección de 2017. Vienen los comicios y asoman traiciones, cambios y éxodos de un lado a otro de fichas políticas. La mayoría jura “sufrir” la ruina al país y no la ruina en que lo tienen. ¿Pagarán otra vez justos por pecadores? Nos aguarda otro cartelazo, eso ni dudarlo.
¿Por qué creer en ilusionistas? Nadie ni ningún político sacará a la nación del aprieto mientras el gentío, por inopia o apetito, se atonte con políticos, empresarios, obreros, sindicalistas, médicos, abogados y periodistas, entre cúmulo de estrellas que siempre, nos guste o no, se doman por el peso del billete. Vale un comino si huele a coca o a moña cuando resalta la mona.
Pozo
Asusta que varios sectores digan que vivimos en un “Estado fallido” y sus vitales cabezas enfilan baterías con rumbo codicioso al trono, no importa en qué libertino fijan sus ojos, si su avidez es fortificar sus bolsos. El corrupto ofrece pelear contra la corrupción. ¿Cómo? Nadie quiere perder su pedazo en ese afán vulgar y prostituido por sujetar la Presidencia de la República.
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Para colmos, la gente que más critica a los bandidos es la que sin empujón salta en otros espacios políticos por hambre a jugosos cargos públicos, apoyando a actores de dudosa reputación, fichados aquí o en el imperio. Un falso y rayado discurso de “sacar del poder a los corruptos” usando mil caretas para tapar o evadir sus atracos, sus sacos repletos de sinfín de picardías. ¿Nos robaron hasta el talento para elegir?
En estos lares hay hermanos, primos, primas, hijos y esposas de narcopolíticos, pero “el capo soy yo”.
Somos un teatro de narcotráfico y de pus. Sabemos quiénes han crecido como la espuma, con grandes emporios, incluidos ciertos periodistas, y entes como el Consejo Nacional Anticorrupción (CNA) actúan o callan cuando les conviene. Según el sapo así es la pedrada.
Pus
Afrontamos un armazón de doblez. Los que piden respeto andan con podridos. Cínicamente, urgen gobiernos y jefes decorosos. A escondidas o no, arman, besan y aplauden a políticos viles, sumamente mansos en jolgorios electoreros y macabros en el sillón. No es posible, por no decir perdonable, que sigamos o votemos por léperos liados a la droga y la corrupción.
Lastimosamente, la frustración y la ansiedad, lleva a los pueblos, y el nuestro no es la excepción, a elegir y votar sin meditar por damas y caballeros cuya cornisa muestra su hoja de vida. Una cosa es que estemos en harapos y, otra, que no tengamos ni un ápice de juicio para bendecir a quienes valemos para ser nuestro perenne y duro tormento.
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En medio de nueve millones de hondureños perdimos el talento eligiendo pillos talentosos. La pasión partidaria no tiene escrúpulos, no le importa la reputación del Presidente.
El rumbo del país no mejorará hasta que los electores maduren su voto. Inaceptable llorar después de ver el cartelazo electo. Muchos se dicen puros y en comparsa con unos cronistas se hicieron ricachos mimando la cuarta (su delicia impura).