Más de tres décadas han pasado desde que conocimos los pasillos y aulas de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH. Afirmamos, sin titubeo ni temor, que su fondo nació y seguirá plagado de feudos. En cada nido hay intereses personales, económicos, tan íntimos. ¿Cambios? Nomás un poco de edificios y carreras. Su “autonomía” es un lote de pasteles.
Esa laureada libertad universitaria es llanamente un libertinaje. Cada quien y cada grupo domina lo que le viene en gana. Estudiantes, maestros (mayoría longeva), decanos, jefes de unidad y rectores, entre numerosos cargos, son señoríos de intocables. Los alumnos urgen respeto al campus y asaltan las calles adyacentes violando la autonomía de las mayorías. Insanos.
Poderes
Es el caballito de batalla de cada turno. Tufo tras tufo. Todo es igual en esta era si la medimos con los años 80. Tutelas omnímodas para los rectores que sellan y quitan piezas según sus gustos y ventajas. El que pierde contra sinfín de grupos antagónicos o feudos, queda marginado, surgiendo caos internos, externos y luchas por el poder a niveles increíbles.
¿Y por qué nada ha cambiado? Porque la UNAH es otro islote de sabores. Sobran los lamebotas. Maestros o alumnos se paran alegando abusos o dictadura. Callan por codicia. Incontables las cuotas de dominio. Cada grupo de docentes, aliados o no con el “rey”, lava cerebros a los educandos, según su credo. Su interior está relleno de egolatrías, celos, piques y de amores prohibidos con canonjías.
Argollas irrompibles de menos a más. Dirigentes estudiantiles que llevan dos décadas en la misma carrera y con las mismas mañas de atacar la alma máter, de urgir acato y moral a la autonomía saltándose las vías aledañas. Sus “derechos” son dentro de la UNAH, no pisando la libertad de los demás, cometiendo iguales o peores delitos. Vergüenza para sus padres.
Calzones
Puños fuertes o minoritarios de educandos tienen diversos apetitos. Tropas oscuras los “nutren”. Se atacan mutuamente con los domos dictatoriales para abatir y plantar sus propios bastiones. No importa si son longevos o jóvenes. La UNAH es una de las pupusas más apetecidas. Hay recaderos de pantalones y de faldas. Si caen blúmeres mucho mejor.
La UNAH es otro festín. También hay torta para sindicalistas. Recuerdos de una época perdida del “magnífico”. Las fotocopiadoras sirvieron de impuesto de guerra. ¿Bello Alfredo? Cortesías de todo tipo, a todo nivel. ¿Cuál libertad? El vivo ejemplo de atropello. Un ente público queda enano frente a la “cueva de máximas delicias”. Emplear la amante, los hijos o la suegra es como pegarle a un bolo.
Lavar
Nadie rinde cuentas, a menos que sea suavecito con el jefe inmediato. Auditorías jamás vistas ni hechas públicas. Medio mundo se sueña estrella con maestrías y doctorados y sigue estrellado, rudo dando cátedras con planes rancios. Empero, así es la tiranía en la UNAH. Imponen hasta credos, puro fregado de seso en pleno avance. Solo ellos (as) tienen la verdad y el decoro.
Priman los seres egocéntricos, gracias marcadas y cínicas hacia ciertas personas o empleados. Muchos tienen corona, llevan décadas –como siempre tercos (as)- cacareando pulcritud sin soltar la ubre universitaria. Otros se cuelgan de muchas tetas. La UNAH se ve bonita con edificios nuevos, elegantes, cómodos y caros, el resto es pus viva.
Unidades académicas y aulas están secuestradas por feudos de profesores (as) que no dejan tocar sus viejas culturas. Peligrosos, tienen mil orejas por doquier. Línea de chismes hasta en los sanitarios para hacerlos afín con lo que se va por los tubos. Sobran los lleva y trae para cuidar la chamba. No hay rincón que esté libre de tarántulas. Las queridas también emplean su parentela.
En fin, la UNAH es otra cloaca. Islas de poder, lumbreras viejas, boas, acosadores, vagos -entre buen mazo de trabajadores y alumnos- asesores (hasta periodistas), espías, lagartos…una vena de picardías que si sus muros cantaran tendríamos que erigir una cárcel exclusiva para castigar a sus corruptos. Se nos olvidaron unas cositas, sinceras disculpas. ¡Qué benditos son ustedes!