TEGUCIGALPA, HONDURAS.- “Y entonces me puse a escribir”, dice el narrador de “Anchuria”, que a lo largo del libro se plantea todas las vías posibles para abordar una novela a partir de la investigación de un historiador muerto.
En 2019 Giovanni Rodríguez en la vida real también se puso a escribir esta “historia posible de la Banana Republic”, con un puñado de personajes cuyas vidas viajan entre Nueva Orleans y Honduras, entre la Historia y la ficción, entre el Giovanni Rodríguez del 2009 en “Café y literatura” y el de 2017 en “Tercera persona”.
Toda la trama es un conjunto de posibilidades narrativas, un conjunto de historias posibles.
Conversamos con el autor santabarbarense sobre “Anchuria”, una novela que le demandó no solo meses de investigación, sino la confrontación con sus exploraciones más ambiciosas.
Lo que vendrá después no lo sabemos porque él no nos lo contó, por lo tanto: “Cualquiera podría creer (y no le faltarían razones) que aquí acaba todo”.
Nos reencontramos en “Anchuria” con el Giovanni Rodríguez de “Café y literatura”, “Tercera persona” y “Las noches en la Casa del Sol Naciente”, pero a la vez es claro que hay momentos en los que se aleja de su anterior estilo para abrazar algo diferente, ¿qué momento marca “Anchuria” en su devenir como escritor, cuál es el objetivo de esta experimentación?
Creo que “Anchuria” es la suma de todas mis obsesiones respecto a la construcción de una novela y de un estilo que sólo se ven de manera parcial en mis novelas anteriores. Como todo experimento, habrá que evaluar los resultados.
A mí me tienen hasta el gorro esas noveluchas que hacen que todo gire alrededor de una anécdota que sólo podría resultar interesante a los lectores ingenuos, a los “lectores castos”, como me gusta llamarlos. Lo que a mí me interesa es intentar llevar la novela hasta sus posibles límites, porque para contar historias planas y vulgares ya están HCH y las telenovelas mexicanas.
Cuando una novela tiene como raíz una etapa de la historia de Honduras, ¿hasta qué punto se ve limitada su libertad?, si es que esto constituye una limitación.
Mi libertad al escribir ficciones tiene que ver más con los aspectos formales que con los temas.
Ningún tema, por muy reconocido que sea o por muy manoseado que esté, puede limitar la creatividad y la libertad en la escritura.
Quizá lo que voy a decir ahora escandalice a unos cuantos puritanos, pero creo que la Historia es otra forma de la ficción.
Esto es algo que ya se ha discutido bastante, aunque quizá falte un poco de discusión en Honduras.
Así que revisitar la Historia es, al menos para mí, como entrar a un campo en el que lo real y lo imaginado conviven y hasta llegan a confundirse.
¿Lo sacó esta nueva novela de alguna zona de confort creativo?
Para mí, escribir ficción no es algo que resulte fácil nunca. Cada nuevo libro trae un reto distinto.
El día en que “encuentre la fórmula” probablemente sea el día en que me plantee dejar de escribir.
Porque no concibo la escritura fácil, esa que se logra con la fórmula resuelta, con un molde ya probado. Para mí, las dudas tienen que estar siempre ahí, para jugar con ellas.
Sin embargo, no gozar de ese “confort” es algo que me motiva a continuar buscando nuevas formas de narrar.
Detestaría convertirme en un autor acomodado y predecible.
¿Cuáles, considera, son los principales recursos narrativos de esta “historia posible de la Banana Republic” que hacen que el lector se enganche?
Suelo contar las historias sin revelarlo o explicarlo todo, porque eso lo hacen muy bien los malos escritores, y le dejo al lector sólo algunas pistas en el camino.
Los lectores atentos, inteligentes, entran felizmente en ese juego, se enganchan y se muestran dispuestos a llegar hasta el final.
Los lectores de este tipo se convierten de inmediato en cómplices, y si tuviera que decir que escribo para alguien, diría que escribo para ese tipo de lectores, aunque sé que en estos tiempos escasean.
¿La construcción de cuál de los personajes fue para usted un mayor reto respecto al resto?
Podría pensarse que el de Lucía, porque es enteramente un personaje de ficción, así que su vida tuve que inventármela completa, del mismo modo en que me inventé las vidas de su madre, de su abuela y hasta un poco la de su bisabuela.
Pero no, el que más difícil debía resultarme es el de O. Henry, que es un personaje real al que debía imaginarme durante seis meses viviendo en Trujillo, algo que sabemos que sucedió en realidad pero de lo que no conocíamos los detalles.
Así que con O. Henry tuve que imaginar una situación real. Y ya sabemos que es más difícil inventar la realidad que la ficción.
Tras “Anchuria”, ¿piensa sumergirse una vez más en una novela que le demande ese nivel de investigación?
Como dije antes, escribir supone, para mí, un reto permanente. Podré fracasar en el intento de escribir grandes novelas, pero no voy a quedarme en la cómoda orilla viendo lo que pudo haberse hecho y no se hizo.
La gracia de este asunto está en morir en el campo de batalla, no en un sofá, frente al televisor, de un paro cardíaco mientras cambiamos canales.
Que otros se dediquen a cultivar el ego desde la ignorancia, desde la ingenuidad, desde el reino del tuerto en el país de los ciegos, que yo me dedicaré a cultivar mis obsesiones desde las lecturas, desde el trabajo y desde mi compromiso con la literatura.
Los personajes, en palabras del autor
El historiador: pasional y analítico.
Samuel Zemurray: visionario y ambicioso.
William Sydney Porter: Sr. Ficción.
Lee Christmas: turbulento y caótico.
Guy “Machine Gun” Molony: inteligente y aventurero.
General Manuel Bonilla: concentrado y testarudo.
Lucía Coppola: obsesiva y misteriosa.
Las frases
“En esta novela están contenidos todos mis intentos anteriores y quizá por eso mismo es que muestra distintas maneras de narrar”.
“Quizá en esta novela, aunque también en la anterior, pueda empezar a rastrearse algo de eso a lo que podría llamar ‘mi estilo’”.
“Podré fracasar en el intento de escribir grandes novelas, pero no voy a quedarme en la cómoda orilla viendo lo que pudo haberse hecho y no se hizo”.
El autor
Giovanni Rodríguez tuvo su debut literario en 2005, cuando publicó el poemario “Morir todavía”, posteriormente fueron publicados “Las horas bajas” (2007), “Ficción hereje para lectores castos” (2009), “Café & literatura” (2012), “Melancolía inútil” (2012), “La caída del mundo” (2015), “Los días y los muertos” (2016), “Tercera persona” (2017), “Teoría de la noche” (2020), “Doce cuentos negros y violentos” (2021), “Las noches en la Casa del Sol Naciente” (2021) y “Anchuria” (2022).
Ha ganado el Premio Hispanoamericano Juegos Florales Hispanoamericanos de Quetzaltenango, Guatemala (2005), el 1er lugar del Certamen de Poesía La Voz + Joven en Madrid, España (2008), el Premio del I Certamen Hispanoamericano de Cuento en La Ceiba, Honduras (2014) y el Premio Centroamericano y del Caribe de Novela “Roberto Castillo” (2015).