Tegucigalpa, Honduras.- Queremos recordar un hecho que quizá interese a las generaciones del futuro. Este tiene que ver con la decisión del Congreso Nacional de otorgarle al pintor Pablo Zelaya Sierra el título de Benemérito de la Patria.
Allá por el año 2020, me propuse iniciar una investigación acerca de la vida y obra del pintor de Ojojona.
Pensé en un esfuerzo que trascendiera lo ya dicho por autores como Raúl Fiallos, Longino Becerra y Leticia de Oyuela, entre otros.
No sé si al final lo lograré, pero hasta ahora puedo decir que he realizado algunos hallazgos que presumo interesantes.
Uno de ellos son los dibujos con los que Pablo Zelaya ilustró el poema pastoril “Rapsodia de Aglae”, obra del poeta y educador costarricense Fernando Centeno Güell, y cuyo estudio constituye nuestro proyecto de tesis en la Maestría de Literatura Centroamericana de la UNAH.
Aquel hallazgo me llevó a conocer a Fernando Quesada, sobrino del poeta Centeno Güell.
En un primer acercamiento, Quesada me relató que en 2021 presentó un proyecto legislativo ante la Asamblea Nacional de Costa Rica para que se declarara Benemérito de la Patria a su tío por ser el iniciador de la enseñanza especial en Centroamérica. La Asamblea escuchó la solicitud y aprobó la declaratoria en 2022.
En ese contexto me enteré además de que la mayoría de los educadores y hombres de letras con los que Pablo Zelaya trabó amistad durante su estancia en San José también habían recibido la misma distinción.
Por ejemplo, a Joaquín García Monge le fue concedido el título de Benemérito de la Patria en 1958, mientras que Moisés Vincenzi y León Pacheco lo recibieron en 1964 y 1969, respectivamente.
Entonces me pareció justo que en Honduras el Congreso Nacional hiciera lo propio con Pablo Zelaya, así que luego de hojear la Constitución de la República y el Reglamento Interno del Congreso Nacional me senté a redactar un proyecto de decreto.

Los primeros en hacer suya la iniciativa fueron Carlos Lanza y Samaí Torres, más adelante fue suscrita por Bonnie García, Johanna Burgos, Laura Rodríguez, “Mito” Galeano, Byron Mejía, Fredín Fúnez, Yonny Rodríguez y Luis Alonso del Moral, este último custodio del archivo personal de Pablo Zelaya en Madrid.
El proyecto de decreto llegó a las manos del diputado Mario Argeñal, presidente de la Comisión de Cultura y Artes, y de la asistente de la diputada Luz Angélica Smith, secretaria del Congreso Nacional, de quienes no obtuvimos respuesta alguna.
Pasó el tiempo y cada vez eran menos nuestras expectativas de que los diputados se preocuparan por aquella solicitud.
Fue entonces cuando, y como una medida compensatoria, en un desayuno con Carlos Lanza, se nos ocurrió elevar una propuesta al ministro de Educación, Daniel Sponda, orientada a que la promoción del año escolar recibiera el nombre de Pablo Zelaya Sierra.
La propuesta se hizo pública en el diario El Heraldo, el 17 de julio de 2024, y finalizaba con un reclamo dirigido a los diputados en mención, mismo que llegó a oídos del embajador de Honduras en España, Marlon Brevé, a través de su encargado de cultura y arte Delmer López Membreño, quienes sí entendieron nuestros afanes, desempolvaron el proyecto de decreto y acertaron en acercarse al Congreso Nacional.
Fue así como en la sesión del 7 de agosto de 2024, y luego de tres debates, el Congreso Nacional aprobó el decreto 78-2024 mediante el cual se declara al pintor Pablo Zelaya Sierra Benemérito de la Patria por los servicios prestados a la nación y al mundo en aras de engrandecer el arte universal, la plástica nacional y el honor de la república.
Que estas líneas sirvan para explicar cómo sucedieron las cosas y de ninguna manera el autor persigue el objetivo de adjudicarse algún mérito. Lejos de mí esa intención.
Que sirvan también para que se entienda que, al otorgar el título de Benemérito de la Patria a Pablo Zelaya Sierra, es la nación quien se honra al distinguir a un ilustre hondureño por su destacada actuación en el campo del arte y no al revés.